Dr. Fredy Rosales Meyer
Médico Pediatra, Neonatólogo.
DOSIFICACIÓN DE LA DIMETICONA.
La dosis o cantidad diaria a administrar es de cincuenta miligramos por kilo de peso por día. Cada gota contiene cinco miligramos. Para un bebé que pesa como promedio tres kilogramos o seis libras y media le corresponden recibir ciento cincuenta miligramos al día en total. Eso es treinta gotas por día que se reparte en tres dosis de diez gotas tres veces al día o cada ocho horas.
Si el bebé pesa cuatro kilogramos o sea ocho libras y media le corresponden 200 miligramos al día o sea cuarenta gotas. Que se reparten dándole diez gotas cada seis horas.
Generalmente esta es la dosis promedio y suficiente para la mayoría de niños recién nacidos. No sobrepasar los 250 miligramos por día.
Si los bebés son prematuros la guía es siempre el peso del niño. De cinco a siete gotas cada seis horas puede ser suficiente.
Dar una gota por libra de peso por dosis cada seis horas es otra forma de cálculo de la dosis. Esto es dos gotas por kilogramo de peso.
Si el bebé pesa 5 kilogramos o sea once libras o más, le corresponden 250 miligramos al día o cincuenta gotas que se pueden distribuir así: quince gotas cada ocho horas (3 veces al día), doce gotas cada seis horas (4 veces al día) u ocho gotas cada cuatro horas (6 veces al día).
El promedio es administrar 10 gotas cada 6 horas o 4 veces al día. Esto es suficiente para la mayoría de niños.
El medicamento no tiene sabor, ni buen ni mal olor. Se tiene que diluir o mezclar con otros líquidos. Se puede mezclar con un poquito de agua y se le ofrece al niño con gotero, cucharita o en un vasito graduado. Sí le da biberón se mezcla directamente con el líquido a ofrecer. Lo más práctico es diluirla en leche materna extraída manualmente o con tira- leche. Sí le resulta tedioso el ordeñarse la leche, dilúyalo en agua hervida y fresca.
Luego de la administración de la Dimeticona el niño eructa y ventosea los gases intestinales, que han descendido anteriormente a su uso. Si los gases son fétidos repórtelo a su médico por la posibilidad de que el chico, según la edad, ya se parasitó. De otro modo el olor del ventoso será a leche agria por la leche materna o azufrado por la leche del biberón.
Los productos comerciales tienen infinidad de nombres, presentaciones y concentraciones así como la calidad del producto. El médico tiene que saber esto y decidirse por el que le resulte efectivo. Hay adulteraciones del producto.
EL FOLKLORE SALVADOREÑO. LA LEYENDA DE LA CULEBRA MAZACUATA. EL INTENTO DEL BRUJO CURANDERO
UNA HISTORIA, UN CUENTO, UNA LEYENDA, UN RELATO, UN SUSTO, UNA ANÉCDOTA, UN MITO, UNA FÁBULA O PURO CUENTO DE CAMINO REAL.
Se relata a menudo entre las mujeres y hombres mayores, una leyenda cuyo origen se ha perdido en el tiempo, la que se ha transmitido oralmente de generación en generación y dice que la mujer recién criandera que se acuesta en el camastrón, en lo oscuro, por la noche para dar de mamar acostada a su hijo, del techo del rancho baja una culebra que le llaman Mazacuata (Mazacuatl) la que se prende a las chiches de la mujer recién parida y les deja las mamas vacías, jaladas y escurridas y al escuintle, cuando se despierta y llora de hambre, la culebra le mete su cola en la boca para sustentarlo y así lo mantiene callado. Ver Fig. 45
Dicen que al amanecer la mujer se levanta con las chiches vacías, jaladas y escurridas, mientras el bebé llora de hambre y no se sabe la causa o qué es lo que pasa.
La madre o la suegra, la abuela del niño; o la partera y curandera del lugar le dicen a la criandera que la culebra mazacuata debe de haber bajado del techo de la casa y que la culebra le vació las chiches, por eso el niño llora de hambre. ¿Lo han escuchado?
Le aconsejan o el consejo que le dan a la familia es para que no le vuelva a pasar, que mejor en la noche encienda un candil (lámpara de gas Keroseno), se siente en la orilla del camastrón (cama tejida con hilos de mezcal o de agave) y tiene que tomar o agarrar al niño en brazos para que esté segura de que es a su hijo al que está amamantando.
La madre recién criandera, asustada, temerosa por la advertencia que le han hecho y respetuosa de los consejos de sus mayores, por tradición, obedece y se sienta para alimentar al bebé sosteniéndolo en brazos. Un buen porcentaje de madres no se asustan o les gusta el desafío y no creen en la leyenda, siguen acostándose por la noche para dar de mamar acostadas, y “descansar”. A esta actitud de resistencia a una buena recomendación se le puede llamar idiosincrasia.
Unas madres creen sin creer y se sientan y otras no creen en nada y se acuestan para amamantar a sus hijos. Como resultado de esta doble actitud, comprobable, la madre que se sienta cría a su hijo más sano, con mejor salud que la madre que se acuesta para amamantar. Como una lógica consecuencia podemos establecer muy claramente, que sí a una mujer le conviene y quiere tener a su bebé sano tiene que sentarse siempre para alimentarlo, y el niño esté también siempre sentado.
Esta actitud, en pocas palabras es una determinante sin excusas para promover la buena salud de la especie humana. Llama fuertemente la atención que médicos y personal paramédico, así como Instituciones Rectoras de Salud a nivel local o mundial promueven la lactancia, permaneciendo el niño acostado junto a su madre llamándole “alojamiento conjunto”. Yo le llamo: “alejamiento conjunto” porque en lugar de acercarse a un ideal de promoción de la buena salud, se aleja de este objetivo y se acercan a lo contrario: mala salud. Ver Fig. #46, 47 y 48