Iván Escobar
Colaborador
@DiarioCoLatino
La masacre indígena de 1932, perpetrada durante la administración del dictador General Maximiliano Hernández Martínez, comenzó la noche del 22 de enero de ese año, propiciando desde esa fecha una lesión marcada en la cultura salvadoreña, y aprovechada por el sistema de poder de la época. Esta fecha sigue siendo la principal herramienta para fomentar la división entre los descendientes originarios, herederos del dolor y la represión.
Fueron más de 30 mil asesinados durante la represión impulsada por el gobierno de facto de Martínez, que bajo el argumento de presencia Comunista en el país, en 1932 ordenó la masacre de poblaciones enteras del occidente y centro del territorio. Curiosamente, las zonas donde se llevó a cabo la masacre son tierras expropiadas a las comunidades indígenas, para cultivo de café, un rubro de gran importancia para la economía nacional.
Para el tata José Raúl Cortez Vázquez, gobernador Ancestral Pluricultural de San Salvador y Coordinador del Área de los Pueblos Originarios RED ONG’s América Latina y el Caribe, la masacre de 1932 es un caso “que sigue en la impunidad”, y uno de los principales problemas que imposibilita la justicia “es la división que se ha fomentado entre nosotros los pueblos, entre nosotros los herederos de esa masacre”.
“Al pueblo indígena, lastimosamente, nos tienen divididos. Eso se da y está vigente hoy en día, es algo a lo que nos tenemos que enfrentar diariamente, el objetivo es que no tengamos una sola voz como pueblo”, considera Cortez Vázquez.
Y reiteró que “a pesar de que somos un solo pueblo, tenemos una gran división que nos está afectando en un tema que atañe a todos. Debemos ser más unidos, y así garantizar la lucha por una vida mejor”.
Los problemas sociales que sufre el país, las poblaciones indígenas también las padecen, que siguen sumergidas en la pobreza, en la marginación, en la exclusión, falta de oportunidades y derechos como el acceso a la salud, a la educación, entre otros, precisó el Tata José Raúl.
“Todo esto da pauta de que estamos en un estado igual o peor del que se tenía en 1932, cuando Martínez tomó el poder”, valoró. Vázquez dice que están trabajando como organizaciones que velan por los derechos de las poblaciones originarias, el problema hoy en día, añade, es que “hay muchas organizaciones que velan por sus propios intereses, muchos se dicen ahora guías espirituales o tatas, pero los problemas siguen presentes en las comunidades, y ellos desconocen la realidad, nuestra cosmovisión, todo eso nos afecta”.
“Hay mucha historia que no ha sido revelada. En El Salvador no hay un plan nacional que responda a las poblaciones originarias, por eso también decimos no al folklorismo, además el tema de la tierra no se resuelve, esa es una herencia del despojo de 1932. Es un genocidio, que sigue en la impunidad”, precisó.
Pal Chicuase Nantzin, de la Asociación de Consejos de Pueblos Originarios de Cuzcatán (ACOPOC), en el escrito “Hablemos de lo que no se habla”, publicado en 2023 en Prensa Indígena Cuzcatán, reclama que “nuestras abuelas y abuelos de piel curtida por el sol y el viento y pegada a los huesos descalzos y harapientos, sin tener trabajo ni profesión, analfabetos, vistos por la sociedad como leprosos, porque fuimos clasificados por los demonios españoles invasores, como bestias sin alma; nos quitaron nuestra tierra, nuestra cultura y nuestras diosas y dioses”.
“De ese genocidio, de esos crímenes, de ese casi exterminio de nuestros pueblos originarios… la sangre de nuestras hermanas y hermanos pide justicia”, reitera Pal Chicuase.
En el libro “En busca de la verdadera historia de El Salvador”, de Salvador Nuñez, se aborda ampliamente esta temática de 1932, así como hechos propios de las luchas ancestrales, entre ellas, las lideradas por Anastasio Mártir Aquino, en 1833, conocida como la rebelión de los nonualcos, hechos que han marcado la historia y resistencia de los pueblos originarios.
Respecto a 1932, el libro recopila información de levantamientos y la represión que sufrieron no solo en Izalco, los pobladores, sino en Ahuachapán, La Libertad, entre otros. “La violencia de 1932 en todas sus formas, reales y simbólicas, fue tal que durante todo el período de la dictadura del General Hernández Martínez se impuso el silencio sobre lo ocurrido, por decreto oficial, conveniencia política o temor y vergüenza social”.
Como elemento novedoso, el autor de este libro destaca que el gobierno de facto intentó silenciar la temática, y logró su aceptación ante naciones como Estados Unidos, pero hubo voces que rompieron ese silencio, como fue el caso del escritor costarricense Octavio Jiménez, quien en febrero de 1932, a pocos días de la semana, denunciaba que la justificación por el comunismo, utilizada por Martínez para impulsar la represión era un argumento falso.
“Lo de comunistas es la invención del Gobierno para justificar fuera de El Salvador la matanza. Leamos los relatos de los sucesos”, escribía por aquellos días Jiménez, en franco desafío a lo que intentaba ocultar el gobierno salvadoreño.
Una herencia de dolor, pero también compromiso
José Feliciano Ama fue el líder indígena que en 1932 lideró, junto a otros líderes de la zona occidental del país, la gran rebelión indígena, que las fuerzas del Estado salvadoreño, por orden del General, reprimieron violentamente y arrasaron con la vida de miles de campesinos indígenas cuyo único delito era “reclamar sus derechos”, comenta Juliana Ama, lideresa indígena de Izalco, Sonsonate, y descendiente del Tata Ama.
“El Tata José Feliciano Ama era tío de mi papá, mi tío abuelo”, comenta la niña Juliana, una de las mujeres que desde hace más de 20 años se ha encargado de rescatar la memoria, reivindicar la lucha de las poblaciones indígenas, y sobre todo que las nuevas generaciones no olviden este crimen de lesa humanidad, que sufrió la población originaria de El Salvador.
Desde la Fundación Feliciano Ama (FAMA), esta mujer junto a otros líderes indígenas de las poblaciones de occidente, cada 22 de enero conmemora la masacre; este año, junto al Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño (CCNIS) realizarán la tradicional ceremonia de conmemoración en El Llanito, Izalco, el próximo sábado 27 de enero.
“Anteriormente lo hacía el 22, pero gracias al trabajo y la consciencia que hoy se tiene del tema, muchos desarrollan ceremonias y encuentros en estas fechas, entonces yo he decidido tomar el último fin de semana”, comenta.
“Vivimos cambios en Izalco”, comenta, pero coinciden con otros que el tema de marginación y exclusión sigue latente, sobre todo la falta de políticas encaminadas a atender las políticas sociales o bienestar para las poblaciones.
“Hace más de 20 años no se podía hablar del 32´en Izalco, incluso en Los Ángeles ahora se conmemora, eso es importante porque el tema ahora se da a conocer en grande, dar a conocer lo que sufrimos”, añade.
Lamenta que la ignorancia se suma a la falta de atención y políticas para las poblaciones indígenas, y que ello conlleva un total desconocimiento de la temática.
“Por ignorancia algunos insultan al Tata, creen que por él se dio la masacre, dicen que por él hubo Comunismo, pero nuestros abuelos no fueron comunistas, eran comunales porque trabajaban entre ellos. Eso no lo entendieron”, considera.
La niña Juliana trabaja en el rescate de la lengua ancestral también, es fundadora del proyecto de las Cunas Nahuat, que se impulsan en municipio como Santo Domingo de Guzmán, siempre en Sonsonate.
“El tiro de gracia para la lengua en 1932 fue la masacre”, recordó y remarcó que en su caso su mamá les decía: “nosotros no les podemos enseñar, no queremos que sufran la persecución como nosotros”.
Recuerda que los abuelos, junto al tata Feliciano, se hicieron sentir con su voz, un reclamo era el despojo de la tierra, “muchos negamos nuestra identidad, por ello es necesario el rescate de la memoria colectiva”.
Este fin de semana, distintas organizaciones que trabajan en la defensa de los derechos de poblaciones indígenas, como el Consejo Ancestral de los Comunes de los Territorios Indígenas (CACTI), celebraron la tradicional ceremonia conmemorativa, así como un foro en el cual participaron académicos y representantes de pueblos originarios reflexionando en torno al 92 aniversario de la masacre. La alcaldía del Común de Izalco también celebró este domingo 21 su ceremonia ancestral.
Otras ceremonias han tenido lugar en San Salvador, organizado por las comunidades de la zona sur, en el altar del Tunal Yukan (Cerro San Jacinto), donde han participado representantes de ACOPOC, así como autoridades mayas de Guatemala, que llegaron este fin de semana para ser parte de las conmemoraciones. Así como en el observatorio de los pueblos indígenas de la costa del Bálsamo.
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