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La dos caras del triunfo electoral de Bukele el 28F

Escuchando a los analistas de la UCA, a Omar Serrano y Álvaro Artiga, así como al socialdemócrata Jorge Villacorta, se pueden plantear dos escenarios que en los próximos tres años y medio de gobierno de Nayib Bukele se pueden presentar en el país. Ambos, por supuesto, podrían ser matizados dada la práctica ecléctica del péndulo político salvadoreño, el cual es histórico, podríamos afirmar.

Pero es mejor plantear los extremos, y si en el camino hay matices, pues habrá una mínima ganancia para el país.

El primer escenario es el más probable, a partir de lo demostrado en el primer año y medio de gobierno del presidente Bukele: aprovechar la “aplanadora cian” para alimentar su alto ego y su marcada naturaleza autoritaria.

Al presidente Bukele le molesta en demasía la crítica, pero se regocija hasta lo insólito de los aplausos, las lisonjas. Las redes sociales le han servido para ambas vías y, por supuesto, para atacar y destruir a los adversarios.

Es decir, si el presidente Bukele sigue pensando en él, utilizará a la Asamblea Legislativa solo para que “aprete el botón” como se los ordenaba a los diputados que están por salir, y que por supuesto solo los de GANA y el diputado de Cambio Democrático obedecían, y por eso en parte los resultados electorales adversos para los partidos políticos que no obedecieron ciegamente a los designios del mandatario.

Hoy puede ordenar cualquier ley para alimentar el ego del presidente y, con ello, cualquier iniciativa populista, pues, el populismo garantiza votos, y Nuevas Ideas ya entró al terreno del electorerismo, y dado que como dice Álvaro Artiga la “cultura política de El Salvador es clientelista”, pues habrá que seguir regalando cosas, que hay que comprar y para ello habrá que aprobar más préstamos para mantener las políticas asistencialistas; es decir, populista.

El otro escenario es que el presidente Bukele decida convertirse no en el líder popular, que ya lo es, sino en un ESTADISTA. Esto significa que el mandatario tiene que renunciar a sí mismo, y pensar en la nación. Tiene que renunciar a “ordenar” y recurrir al diálogo. Debe renunciar a buscar solo aplausos y aceptar la crítica, debe organizar mesas de trabajo con todos, incluidos los que quiere borrar del mapa político; pues, el pueblo no lo hizo, los dejó vivos, muy golpeados, pero vivos.

Debe reunirse con el sector empresarial para definir el impulso de la economía a partir de la generación de empleos, de la productividad, de crear nuevos polos de desarrollo en los diferentes puntos del país con inversión interna o extranjera. China Popular podría contribuir en este aspecto.

Si el presidente Bukele se quiere convertir en un verdadero estadista debe comenzar a afrontar los graves e históricos problemas estructurales. El problema de la desigualdad, el problema fiscal, hasta hoy ha sido con políticas regresivas, cuando deberían ser progresivas. El tema de las pensiones, hay que eliminar en este año, el sistema privatizado de pensiones y volver a uno de carácter nacional con los candados suficientes para no repetir lo del sistema público anterior.

Debe dar señales claras, además, en temas vitales, que tiene que ver con derechos humanos como el medioambiente, el tema del agua, el derecho a la alimentación. Estos temas, por cierto, están relacionados con el tema de la extrema pobreza en el país, que de acuerdo a informes oficiales ronda el 12.3 % de la población, y que de acuerdo con la CEPAL este porcentaje habría aumentado por las medidas tomadas para combatir la pandemia de la COVID-19. Y sin olvidar, por supuesto, que el 42.2 % de la población de El Salvador vive por debajo del umbral de pobreza.

Todos los temas anteriores se pueden comenzar a atacar o solucionar con una Asamblea Legislativa con mayoría absoluta; es decir, Bukele no tiene excusas.

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