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La economía solidaria: Un concepto en construcción

Nathaly Moreno
Doctoranda en economía

La problemática del desarrollo en el mundo ha impulsado a los países a buscar diferentes estrategias y alternativas de solución ante una situación cada vez más difícil y compleja en términos socioeconómicos. En ese sentido, muchos son los retos que han orientado debates sobre posibles alternativas, así como propuestas integrales y sostenibles. Entre estas se identifica un concepto que ha tenido gran importancia y vitalidad en los últimos años: La economía solidaria.

Esta hace referencia a un conjunto heterogéneo de enfoques teóricos, realidades socio-económicas y prácticas empresariales que desde el último cuarto del siglo XX vienen desarrollando un creciente sentido de pertenencia a una forma diferente de entender el papel de la economía y los procesos económicos . Constituye una forma diferente y alternativa de hacer economía, a través de diversas formas de organización económica y, un sistema de instituciones, valores y prácticas creado para dar respuesta a los nuevos y crecientes problemas sociales, ambientales y de exclusión social; además, es “un modelo alternativo de y para las mayorías populares, en los ámbitos económico, social, político, cultural y ecológico…” (Montoya, 2009; Hernández, 2004).

Aún cuando el término ha alcanzado un importante lugar en diferentes espacios geográficos, académicos y sociales, no existe un consenso en lo relativo a su significado y límites conceptuales, ya que es relativamente nuevo e incipiente en su desarrollo teórico.

Su desarrollo conceptual  ha sido generado desde dos ámbitos: académico y social. Gran parte de su estudio e investigación se está produciendo desde el ámbito social, desde las propias organizaciones y empresas de economía solidaria, así como desde el trabajo en redes en diferentes contextos geográficos. Su discurso, por tanto, es adaptado a las necesidades y particularidades de los contextos en los que se aborda.

La economía solidaria ha sido objeto de estudio de diversos trabajos de investigación realizados por diferentes actores y desde diferentes ámbitos geográficos. Si bien es cierto, se trata de un concepto aún en evolución y en construcción, su aplicación y teorización tienen cada vez mayor alcance. Tanto en Europa, como en América Latina y el Caribe, encontramos diversas experiencias que funcionan y se organizan, en algunos casos, en términos formales (legales o jurídicos); en otros, carecen de esta formalidad o reconocimiento institucional, es decir, operan informalmente debido a la inexistencia de instrumentos jurídicos adecuados o legales dentro del contexto en el que se desarrollan.

Desde una perspectiva institucional y legal, se identifican tres tipos organizativos tradicionales: Cooperativas, mutualidades y asociaciones. El común denominador en estas tres formas organizativas está vinculado a la historia del asociacionismo popular y a la historia del movimiento cooperativo. Se le asocia con diferentes términos, siendo los más destacados: Economía social, empresa social, economía del buen vivir, economía popular, economía del trabajo, entre otros.

Las causas de su origen y el surgimiento, tanto en Europa como en América Latina y el Caribe, son distintos. Sin embargo, en ambos contextos ya mencionados, encontramos un discurso que trasciende su mismo nombre, ya no se refieren al ámbito económico como tal, más bien, corresponden a un concepto multidimensional con implicaciones en diferentes ámbitos de la realidad: Económico, social, político, cultural y ecológico.

Esta lógica multidimensional le confiere una capacidad importante para atender los principales problemas de desarrollo existentes, sobre todo, aquellos vinculados directamente a la pobreza y la exclusión social.

En El Salvador existen experiencias de economía solidaria y estas se consolidan cada vez más en diferentes iniciativas y formas de organización económica, como una alternativa para quienes se encuentran en mayor vulnerabilidad económica-social y con menos oportunidades de inserción a nivel productivo y laboral.

En el país se ha avanzado de forma significativa en la construcción teórica y aplicada del concepto, existiendo actualmente una amplia coincidencia en determinar que se trata de una forma diferente de hacer economía, así como de organizarla al interior de las comunidades, una alternativa que resuelve sus problemas inmediatos y que además plantea en el mediano y largo plazo una solución sostenible a los mismos, implicando a diferentes actores y considerando elementos ambientales, políticos e institucionales, socio culturales y económicos.

La economía solidaria, si bien por sí misma, debido a cuestiones institucionales no constituye una alternativa global a las propuestas de crecimiento y desarrollo planteadas a escala regional o estatal, en el caso de El Salvador y de América Latina, sí debe constituir una línea estratégica básica en cuanto permite la integración dentro de la estrategia global de forma eficiente. La economía solidaria puede producir además un importante cambio social y cultural dentro de los paradigmas del desarrollo endógeno y la sostenibilidad.

La aplicabilidad de estrategias territoriales vinculadas con la economía solidaria en El Salvador depende de algunas condiciones que deberán ser generadas por el Estado como actor principal y apoyados por diferentes actores nacionales e internacionales, que sean capaces de generar sinergias, aprovechar los recursos endógenos de los que se dispone, pero sobre todo, implicar a las personas como agentes de cambio y ubicarlas en el centro de todas las acciones y estrategias del desarrollo.

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