LA ESCUELA, EL ESPEJO DE LA SOCIEDAD
Por Myrna de Escobar
La escuela es una vitrina donde se revelan las verdaderas crisis de una sociedad y en el aula se reflejan los buenos modales, las sanas costumbres, los principios, las creencias y los valores fomentados en la familia.
Con acciones tan simples como poner la basura en su lugar, saludar, ser agradecidos y respetar a los demás se evidencia el origen de una persona. Caso contrario las conductas nocivas como el irrespeto, las expresiones disonantes y la intolerancia perturban la sana convivencia de los alumnos en la escuela. En casa se enseñan y se aprenden los buenos hábitos, y no se debe celebrar las bofetadas de un infante a sus abuelos o aplaudir las expresiones soeces de los pequeños cuando están aprendiendo a hablar, ni qué decir de los berrinches. Hacerlo solo sienta las bases del caos que está por crecer, y pretender corregir en la adolescencia, es tarea difícil, sino imposible.
La escuela como formadora y educadora juega un papel primordial al preparar a los ciudadanos del mañana con las herramientas elementales para desempeñarse de mejor manera en la adquisición de habilidades cognitivas y socioemocionales para la vida social y productiva de un país, pero sin el involucramiento de la familia poco o nada se puede lograr.
En la actualidad muchos padres de familia distraídos con su celular descuidan sus responsabilidades y desatienden necesidades tan básicas como la higiene, el sustento y las demostraciones de afecto por estar pendientes del juego o de sus redes sociales. ¿Cómo lo sabemos los educadores? por las cabecitas llenas de piojos, los cuadernos vacíos, los uniformes sucios, los zapatos sin lustrar de los más pequeños. La falta de los implementos escolares, aunque los reciben de parte del gobierno, contrasta con las uñas acrílicas de algunas madres de familia. Algunos padres en su misión de completar su vida sentimental con nuevas parejas los abandonan a la suerte de una madre que es en muchos casos no terminó su formación académica.
En mis 27 años como docente a diario observo diferentes conductas y es gratificante ver cambios positivos en nuestros alumnos al egresar de tercer ciclo. Muchos educadores hacemos malabares para enrumbar el destino de alumnos cuyas conductas reflejan el abandono de quienes un día los crearon sin ser económicamente independientes, en muchos casos.
Momentos como la separación, el divorcio o la tragedia desbordan a los alumnos y los exponen a verdades tan amargas que, al ser descubiertas a tan temprana edad, marcan los que deberían ser los años más maravillosos en la vida de cualquier ser humano. A manera de ejemplos cito aquí algunas expresiones emitidas por los alumnos mientras juegan o esperan el inicio de la clase. Son voces que hacen ruido en el aula, pero necesarias de analizar.
Esto surgió en una clase de segundo grado.
__ Las mujeres son como las naranjas, ¿sabías vos eso?
__ ¿Porqué?
__ Se chupan y luego se tiran. El niño dijo esto haciendo un gesto de desdén con la mano derecha.
__ ¡Seño! ¡Mire lo que está diciendo Carlitos! __ interrumpió Laurita.
Tras el comentario, Carlitos abandonó el salón y espero afuera, a pedido de la maestra.
En un recreo escuché algo escalofriante, lo peor fue que todos comprendían esa realidad y la veían con mucha naturalidad. Fue macabro, simplemente. La conversación no pudo ser menos trágica. Marito cruzó varias veces su mano derecha sobre la palma de la mano izquierda al comentar cómo habían matado a su padre.
__ A mi papá lo hicieron picadillo, pedacitos. Salió en la noche y no regresó. A mi mamá le llegaron a decir en la mañanita. Salió a buscarlo y lo encontró. Parecía un juego de equis cero.
Yo cuidaba zona cuando los sorprendí. Hablaban con tanta frialdad de cosas a las que ningún niño debería ser expuesto.
En otra clase yo explicaba el uso de las preposiciones de lugar y las dependencias de la casa. Los visuales para revisar el contenido de la clase previa estaban listos en las paredes del salón. Los más atentos coreaban las partes de la casa y se peleaban por decir primero las palabritas en inglés. Al preguntarle a una pequeña de la clase donde estaba su papá, está fue su respuesta: ___ Con otra mujer.
Sus ojos se humedecieron de inmediato. La clase guardo silencio.
__ supéralo, Nicol. Todos los hombres son así de igualitos. Interrumpió otra niña de la clase.
___ Lo vi cuando salí a comprar un bombón, cerca de la casa. Por la vecina, mi mamá también se enteró.
Otros hablan de juegos e interminables desvelos y no sienten pena de incumplir sus tareas, o reprobar el año escolar una y otra vez. Muchos niños no saben leer ni escribir y a los padres les sigue importando poco si van o no a la escuela, o si hay entrega de notas. Los más grandes buscan al psicólogo de la institución o simplemente te dicen: “Si usted fuera mi madre o mi padre, otra seria mi vida”.
Nuestra niñez necesita el apoyo afortunado que muchos tuvimos en nuestra infancia, sentir que se les quiere pese a las condiciones desfavorables del momento, a la pobreza, la separación o el divorcio. Los hijos son para siempre y si existen es responsabilidad de los progenitores acompañar su desarrollo formativo hasta que alcancen la mayoría de edad, sin importar las circunstancias, y no ser padres o madres de paso. Los hijos no son mascotas que, dicho sea de paso, reciben hoy mejor trato en algunos hogares en detrimento del cuido amable y responsable que se merecen. No deben ser tratados como objetos de los cuales deshacerse para descansar de ellos. Necesitan, además de rigor oportuno y responsable.
Los padres deben serlo en todo momento y no delegar esa responsabilidad a terceros, al internet o a los datos de un celular, hasta que se acabe la batería, como dicen muchos de nuestros niños que en la actualidad llegan a la escuela desvelados, sin desayunar ni almorzar, para aprovechar el único celular de la familia.
Un par de ejemplos más evidencian esta realidad que a los docentes ya no nos sorprende. Camino a la parada de bus, hace unos días, a escasas semanas de concluir el año escolar, me abordó una mujer. Sin saludarme ni presentarse, la señora dijo:
__ Mándeme las tareas del cipote.
__ Su hijo tiene una invitación en el aula virtual de Classroom desde enero. Contesté yo de manera automática.
__ ¿Tienen un correo de estudiante? No lo sabía. Y diciendo esto abordó el bus.
__ La familia ignora el grupo de WhatsApp, pero continúa activa en las redes sociales hasta el amanecer. No llega a traer guías y sus hijos no presentan trabajo hasta la fecha. De los 3 hermanitos de esa familia, solo la señorita de primer año viene a veces a clase. A estas alturas, los hermanitos no han aprendido a leer. El año pasado asistieron por primera vez a clase el día en que todo cambio con la pandemia. El 11 de marzo. Desde entonces no se han vuelto a aparecer en el aula, a pesar de estar matriculados.