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La esperanza nos hace apreciar la vida…

German Rosa, s.j.

Aveces nos olvidamos que lo que le estamos haciendo a la naturaleza, al medioambiente, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Si destruimos la naturaleza también nos destruimos a nosotros mismos.

La esperanza es una luz que nos ayuda a cambiar la mala costumbre de ver con desprecio la vida, de convivir con la violencia y con la muerte como algo normal. La esperanza nos permite valorar y apreciar la vida.

Si los orígenes del cosmos se remontan al big bang, la gran explosión y las ondas expansivas del universo que fueron generando las estrellas y las galaxias, nosotros somos polvo de estrellas y deberíamos sentirnos parte del mismo universo, y también deberíamos cuidar la creación. No se ha encontrado el justo equilibrio entre el ser y el tener, y ha prevalecido la ambición del tener y acumular, por eso hemos destruido la ecología (Cfr. Moltmann, J (2011). Etica della speranza. Brescia (Italia/UE): Editrice Queriniana, Brescia, 91-92).

Detrás del dinamismo de la expansión del universo está la mano creadora de Dios en un proceso que ha iniciado, pero que no sabemos el momento en que terminará de realizarse plenamente.

De Dios brota y nace la vida, todo el cosmos está habitado por la presencia de Dios, ninguna cosa, ninguna realidad creada está tan distante de Dios de no tenerlo en sí misma. Tal como lo dice San Pablo: “pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de ustedes: ‘Porque somos también de su linaje’” (Hch 17,28).

Todo el universo, todo lo creado tiene la huella de Dios.

En ese proceso descubrimos que hay una inclusión del universo en esa voluntad de Dios que quiere salvar la humanidad y la creación entera. Somos chispas de la obra creadora de Dios. Si somos parte de la creación: ¡amémosla!. Antes del big bang, las cosas estaban presentes en los proyectos creadores de Dios.

Dios creó el universo y desde el principio diseñó un camino para que dicha creación se consumara plenamente, cuando se consuma el tiempo, y esta tierra y este cielo se transformen en los cielos nuevos y la tierra nueva. La creación no ha terminado de realizarse plenamente. La flecha de la historia llegará a la meta cuando la evolución de todo lo creado llegue a su plenitud. La esperanza última es que la violencia y el caos del mal y del pecado con todas sus consecuencias no existan más, y esto ocurrirá cuando Dios sea todo en todos (Cfr.1Cor 15,28).

1) Amar la vida significa amar a los seres humanos y al medioambiente

Entre el principio y el fin de la creación se teje una historia de amor de Dios hacia la humanidad que la acompaña en sus luchas y en las batallas en contra del mal de la violencia y de la injusticia. Dios está comprometido hasta el final con la humanidad en un prolongado éxodo hasta llegar a la tierra y el cielo nuevos que Él ha prometido. La verdadera creación no está detrás de nosotros sino delante de nosotros. Ésta ha comenzado pero todavía no está terminada.

En el mundo hay mal, pero el mundo no es malo. En el mundo hay pecado, pero prevalece la gracia y el amor. La humanidad y la creación entera están siendo conducidas a la resurrección después de padecer la pasión, el dolor y el sufrimiento. Tanto la humanidad como el medio ambiente están siendo afectados por el mal, la destrucción, la depredación y el desgaste. Estas son formas distintas de violencia. La humanidad y la ecología padecen análogamente la crucifixión. En la cruz Jesús cargó con el mal y el pecado estructurado del mundo. El mundo es la creación de Dios. La pasión de Jesús es la pasión que sufre la humanidad víctima del mal y la violencia, pero también es la pasión de la naturaleza y del cosmos. San Pablo lo dice así: “Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rom 8,22).

La esperanza es una fortaleza para quienes amamos la vida. El cristianismo es una religión de la esperanza porque ama y opta por la vida. Al analizar el problema de la violencia no podemos ignorar que ésta contamina la ecología social. Este es un problema complejo, porque no se trata solamente de ver resultados violentos, hay situaciones cargadas de mucha violencia como ocurre cuando se sufren la pobreza y la desigualdad, que son maneras concretas que afectan la ecología social. La violencia tiene distintos modos de contaminación medioambiental y causa mucho sufrimiento. Por ejemplo, el desempleo, la enfermedad sin tratamiento médico, el hambre por la carencia de alimentos y la desnutrición son modos concretos de sufrir la violencia en el silencio. Estas formas distintas de violencias se suman a otras ya existentes. Todas las violencias juntas destruyen una sana ecología social.

Quien ama la vida se compromete a cuidarla, a protegerla y a cambiar aquello que la destruye, y el que lo hace a la luz de la esperanza en la resurrección logra ser feliz. Amar la vida es amar a los seres humanos y también a toda la creación. Todos los sentidos, la inteligencia y el corazón se abren a la belleza de esta vida. Esta esperanza nos hace más fuertes para soportar el dolor, la desilusión, las preocupaciones, etc. Quien pierde el amor por la vida, en un contexto de violencia como el que vivimos, se convierte en una persona insensible e indiferente. Todo le da igual. No disfruta ni es capaz de llorar. Pasa al lado del mundo como que no existiera, como si fuera un zombi, un cadáver ambulante, un ser humano psiquiátricamente marchito que tiene los sentidos apagados, no reconoce los colores, nada tiene sabor, sus sentimientos están como muertos. El amor incondicional por la vida despierta el placer por vivir, podemos reconocer de nuevo la belleza del mundo, escuchamos y gozamos de la música. Se despiertan los sentidos y nace una nueva sensibilidad (Moltmann, J (2011). Etica della speranza, 131-132).

2) Una ecopolítica global es imprescindible de cara a la carrera industrial del mercado para conservar el medioambiente

La violencia está presente entre los seres humanos, pero también se expresa en la relación depredadora hacia la naturaleza.

Una ecopolítica global de cara a la carrera industrial del mercado es necesaria. Las crisis ecológicas demandan cuidar la tierra y protegerla, sin perder la perspectiva que esto significa: amar sus habitantes y la riqueza de los ecosistemas. Muchas personas viven amenazadas en estado permanente de violencia en zonas de alto riesgo ecológico, también en un contexto contaminado por la violencia social. Estos compatriotas son los que sufren y padecen los efectos de los terremotos, los deslizamientos de tierra, las inundaciones, etc.

La justicia no solamente se realiza entre los seres humanos, también se necesita establecer una relación de justicia de los seres humanos con la naturaleza, con la creación que nos da sus frutos para salvarnos del hambre y de la muerte (Cfr. Is 45,8). Convertir el desierto producto del deterioro medioambiental en un jardín es hoy más que una necesidad. Es una emergencia global. En un futuro se juzgará a quienes destruyen el medioambiente atentando contra la vida de la población por crímenes en contra de la naturaleza, así como ocurre hoy con los juicios por los crímenes en contra de la humanidad.

Cuidar la tierra es condición de posibilidad para la sobrevivencia humana. El trabajo y el consumo no son posibles sin el cuidado de la tierra. El derecho humano al reposo tiene su correlato con el derecho al reposo de la tierra, sólo de esta manera se conserva fértil y productiva. Si no se cuida ni se protege, la tierra se convierte en infructuosa e infértil.

Una prioridad de suma importancia es convertirnos en verdaderos jardineros de la naturaleza conviviendo con ella, no abusando de la misma. La crisis ecológica muestra la crisis de la civilización del capital de la que habló Ignacio Ellacuría sobre la cual hemos tratado en otra reflexión publicada en el diario Colatino con el título: La civilización de la pobreza de Ignacio Ellacuría, un desafío actual ante la globalización neoliberal y excluyente (ver https://www.diariocolatino.com/la-civilizacion-de-la-pobreza-de-ignacio-ellacuria-un-desafio-actual-ante-la-globalizacion-neoliberal-y-excluyente/).

Hoy debemos pensar globalmente para resolver los problemas localmente. El estilo de vida personal tiene consecuencias globales y los cambios en la vida global tienen repercusiones en la vida personal. Vivir ecológicamente significa adoptar un estilo de vida alternativo. Esto en concreto es renunciar al derroche, limitar el consumo y reducir la producción de desechos. El resultado de esto es causar menos deterioro y desgaste ecológico, menos violencia en contra de la naturaleza y una vida más sana. Producir sanamente es practicar una agricultura biológica contrapuesta a la producción industrial que emplea procesos químicos e incluso genéticamente alterados.

En síntesis, querer que el mundo siga como está es querer acabar con él para que no exista. Necesitamos “ecologizar” al ser humano, si se nos permite crear una palabra podemos decir que necesitamos una ecoantropología.

3) Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son necesarios para frenar el darwinismo social y el deterioro ecológico

Asistimos hoy a un debate importante que plantea reivindicar los derechos humanos pero también reconociendo los derechos de la naturaleza y estableciendo los límites adecuados que tiene que asumir el ser humano con respecto a ella. La Carta Mundial por la Naturaleza acordada en la ONU el 28 de octubre de 1982 es el primer paso en esta dirección y expresa que toda forma de vida es única y tiene su valor independientemente de su utilidad por los seres humanos. No se puede prescindir de la moralidad para relacionarse con la naturaleza, así lo expresa explícitamente esta Carta: “El hombre, por sus actos o las consecuencias de éstos, dispone de los medios para transformar a la naturaleza y agotar sus recursos y, por ello, debe reconocer cabalmente la urgencia que reviste mantener el equilibrio y la calidad de la naturaleza y conservar los recursos naturales” (Cfr. http://www.jmarcano.com/educa/docs/carta_mundial.html).

Reconocer los derechos de la naturaleza es reconocer también su dignidad. Los derechos humanos tienen que conciliarse con los derechos de la naturaleza, el ser humano es parte de ésta, debemos desarrollar una cultura de cuidado y de armonía con ello, por eso es necesario un marco jurídico que establezca una comunidad de vida entre los seres humanos y el medio ambiente.

Dios crea por amor en comunión perfecta en la relación intratrintiaria del Padre, el Hijo y el Espírito Santo. Este proceso se opone a una evolución concebida como un tipo de darwinismo social con el predominio de un individualismo voraz fundado en la lógica de la competencia entre los seres humanos, en el cual sobreviven los más competentes y los otros son desechados o excluidos. Esta es la lógica que predomina muchas veces en las relaciones del mercado y el comercio, y también en la política, pero que desgasta grandemente la naturaleza. Cuando Dios creó la humanidad lo hizo para desplegar de manera sucesiva los distintos estados de su evolución insertos en un dinamismo de amor, de solidaridad y comunión. Este es el dinamismo social que espera Dios se concrete en la sociedad con el diseño y la aplicación de modelos, y formas de organización, que respondan a esta lógica de la solidaridad y la comunión social, conservando una armonía ecológica.

Esto está expresado de manera insuperable en las Bienaventuranzas. La primera de las bienaventuranzas es dedicada a los pobres quienes sufren el impacto del deterioro medioambiental más grande. Esta es una invitación clara para quienes no somos materialmente pobres a hacernos cargo de ellos y revertir el mal de la pobreza inhumana e injusta. Dios está presente en toda la creación, pero también la trasciende, está en los rostros de todos los seres humanos, pero existe una identificación especialmente con los rostros de los pobres porque Jesucristo fue pobre. En cambio el darwinismo social los condena a vivir en su estado de pobreza y exclusión, pero el compromiso cristiano es precisamente acompañarlos en el largo camino de lograr la justicia distributiva en la sociedad y en la historia, para salir de su estado de perenne exposición a los peligros de las catástrofes naturales.

El darwinismo social no es parte del proceso concebido por Dios en las distintas etapas evolutivas de la historia. El modelo del proyecto evolutivo concebido en la creación es la comunión intratrinitaria y el proceso de la solidaridad humana, expresada sociohistóricamente en armonía con el medioambiente. No legitima la ley del más fuerte, sino que restablece la dignidad de los más débiles, así está demostrado en la historia de la salvación. En la historia existen concomitantemente el bien y el mal. Sin embargo, el proyecto de Dios es la plenitud del bien para toda la realidad creada, tanto para los seres humanos como para la biodiversidad de los ecosistemas.

Las bienaventuranzas también se dirigen a los que tienen hambre y sed de justicia, y éstos son bienaventurados porque serán saciados. Esta es una promesa que ofrece la esperanza indispensable para salir de la resignación y de la desesperación. Estos bienaventurados se convierten en protagonistas en un mundo violento e ingrato donde está muy presente la injusticia. El sediento y hambriento de justicia se compromete a fondo para hacer posible los derechos humanos políticos, civiles, socioeconómicos y culturales, pero también los derechos de la naturaleza y de los ecosistemas. Es importante aclarar que no utilizamos a Dios para cambiar el mundo, pero sí cambiamos el mundo porque le agrada a Dios (Cfr. Moltmann, J (2011). Etica della speranza, 86).

Esta lucha es un verdadero compromiso por la paz con la práctica de la resistencia activa no violenta. El hambriento y sediento de justicia no se limita a denunciar el problema del mal, de la injusticia, sino que elimina las causas que los generan.

Existe una bienaventuranza para los misericordiosos. La misericordia nos hace capaces de tener compasión, de perdonar. Sin embargo, el maltrato y el carácter depredador del ser humano con la naturaleza nos revelan la carencia de la misericordia y de respeto en la relación con ésta. La injusticia no es solamente un fenómeno social, sino también que es de carácter ecológico que se muestra en la relación inhumana que establecemos con la misma naturaleza y la dureza con la que la tratamos.

La profundidad de la misericordia la podemos ver en el rostro de Jesucristo crucificado que muere por amor a nosotros, pero también amó la creación entera. Este es el mayor amor, un gesto de perdón y de incondicional solidaridad con los pueblos crucificados, que también son afectados por las crisis medioambientales. A los misericordiosos se les promete la misericordia.

Otra bienaventuranza directamente relacionada con el tema de la comunión como proyecto de solidaridad y organización social, es la que Jesús dijo a los constructores de paz porque serán llamados hijos de Dios. La paz de la que habla Jesucristo es espiritual y material, terrenal y celestial. Hay una relación intrínseca entre la paz y la naturaleza, y se trata de la relación amigable del ser humano con ésta. En este caso ocurre la paz social y ecológica. Es la paz unida a la justicia de carácter social y ecológico. Nace en el corazón humano, se hace cultura, se practica socialmente y se ora y celebra religiosamente. La paz se extiende a todos los sectores de la vida y de la sociedad, y debe llegar a cada persona. La paz es don de Dios que se convierte en un compromiso y en un trabajo urgente en la sociedad hoy, que está contaminada de las distintas formas de violencias. Por eso también se ora por la paz para que se haga realidad (Cfr. Mt 5,1-12).

La esperanza siempre nos despierta la sensibilidad para descubrir nuevas posibilidades en nuestro gran compromiso por revertir la violencia para establecer la paz, celebrar los logros alcanzados y fortalecernos para seguir luchando, resistiendo activamente y de manera no violenta al mal de la violencia. No se trata solo de tener esperanza, sino de ofrecerla y compartirla, para que se convierta en una pequeña luz como la de la luciérnaga que ilumina en medio de la oscuridad, es decir, en medio de la noche oscura de la violencia para que todos encontremos el camino de la paz, siendo conscientes que siempre viviremos nuevos estadios de ésta en medio de los conflictos.

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