Por Pedro García Hernández
Damasco/PL
La dramática estela de muerte en algo más de cinco años de la guerra impuesta a Siria constituye algo sin precedentes en la región del Medio Oriente, una de las más convulsas históricamente en el mundo.
Los ángulos de ese terrible rastro de sangre sobrepasan actualmente la espeluznante cifra de más de 500 mil personas muertas, mutiladas o desaparecidas en las peores condiciones de enfrentamientos descritas como ‘crímenes de lesa humanidad’.
El Acuerdo o Carta de París del 8 de agosto de 1945, que estableció el Estatuto del Tribunal de Núremberg, englobó en ese concepto el ‘asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de guerra’.
Pocas veces respetado en las múltiples guerras convencionales o no que conmueven al mundo desde hace muchos años, en Siria adquieren una dimensión pocas veces vista y en la que se involucran, de una u otra forma, las potencias internacionales con responsabilidades definidas y demostrables en la triste y objetiva realidad.
El tema adquiere una brutal connotación presuntamente prevista pero ahora demostrable, cuando recientes informaciones señalan el descubrimiento por el Ejército sirio de fosas comunes en las zonas de Daraya, Moadamiyeh, Al Tel y Al Drusha.
Todas, cercanas a Damasco y actualmente liberadas de la ocupación terrorista, demuestran el inhumano accionar de esas agrupaciones, obligadas a la rendición o el abandono de sus intenciones ante la aplicación de una sensata política de reconciliación nacional que abarca hasta ahora a más de mil 100 localidades en todo el territorio de este país del Levante.
El presidente de la Asociación General de Medicina Legal de Siria, Husein Noafal, afirmó en recientes declaraciones que se prepara una primera fase para la identificación de los cuerpos que aclare, al menos, el destino de muchos sirios que se encuentran en paradero desconocido.
‘No podemos decir el número exacto de personas cuyos restos están ahora enterrados en fosas comunes en Siria. Los terroristas siguen controlando muchas áreas y no sabemos cuántas tumbas hay,’ precisó el experto.
A este rastro de muerte deben agregarse situaciones similares en Alepo, recién liberada por el Ejército sirio y milicias aliadas, las ciudades de Homs, Palmira o Deir Ezzor y Raqqa, la ‘capital’ del Estado Islámico, Daesh, en el norte de Siria.
La lamentable cifra de víctimas, computadas por diversas fuentes y por otro lado muy difícil de comprobar en los escenarios de combate, incluye a 85 mil civiles, de los cuales 14 mil 711 son menores de edad.
Intentar destruir a una nación a tan alto costo humano sobrepasa con creces, en solamente cinco años, cualquier holocausto promovido con perfidia y sadismo desde los mayores centros de poder del mundo occidental.