Por: Iván Escobar
Colaborador
@DiarioCoLatino
Las grandes urbes a escala mundial tienen como componente central el desarrollo humano de las mismas, junto al crecimiento urbanístico en armonía con el medio ambiente, pero también las hay aquellas ciudades en las cuales solo promueven la parte estética y se deja de lado las necesidades de la personas.
En El Salvador en los últimos días, ha sido frecuente aquellas apreciaciones simplistas: que el “centro ha resurgido de las ventas”, que “viejos edificios han salido a la vista” de las nuevas generaciones y los recuerdos de muchos, entre otros comentarios que no desestimamos, pues son percepciones que se dan luego de comenzar a ver un nuevo proceso de reordenamiento de la ciudad. Y decir, que ya las hemos escuchado en otros procesos de reordenamiento urbano en el pasado.
Y no es que estemos en contra de los procesos de modernización ni revitalización de los centros históricos, al contrario, somos conscientes que estos espacios son la cara visible de una sociedad que aspira a ser mejor cada vez. Pero sí, estamos claros, y de acuerdo a conversaciones con representantes de un sector que literalmente ha sido afectado desde hace más de una semana sin tener a la fecha una opción de sobrevivencia, como son los comerciantes.
Los comerciantes de la calle Rubén Darío y las avenidas aledañas, levantaron sus puestos de “forma voluntaria”, luego de recibir una notificación de la Alcaldía de San Salvador que les dio un plazo de 48 horas, a uno de los eternos procesos de diálogo y reordenamiento que hemos visto en San Salvador en diversas gestiones.
Y sí, se cumplió por parte de los comerciantes a cuenta propia, el despejar la histórica calle de las ventas informales, así como parte de algunas de las avenidas que van desde la 13ª avenida sur hasta el centro, pero con ello dejaron sus más de 20 años, treinta y hasta más de formar parte de un comercio informal que como dicen muchos, “fue la única opción que tuvimos para sobrevivir en todo este tiempo”.
En estas calles, que ahora muchos disfrutan viendo libres y con trabajos de mantenimiento de las autoridades municipales y uno que otro local formal, en ellas se sobrevivió, se pagó impuestos, se educó a generaciones de niños y jóvenes que ahí nacieron y sus padres con sacrificio los han sacado adelante; también sabemos que ha habido desorden y por esos que lo generaron hoy todos deben sufrir las consecuencias.
Ahora, el mayor reclamo de la mayoría de comerciantes, como “Isabel”, una mujer con más de 20 años vendiendo en la zona de la Rubén Darío, es que no se les da una opción para ver dónde poder continuar su actividad comercial.
Se habla del nuevo mercado Hula Hula, pero muchos saben que ahí no dará abasto a la cantidad de comerciantes, y, además, deben reunir una serie de requisitos, y lo principal son los $200.00 de pago por local en ese inmueble. Muchas ventas de día, de canasto y de la calle, tienen más de una semana de no obtener remuneración, pues la venta diaria es la única opción que tenían.
Las calles hoy se limpian, se lavan, se pintan paredes, se admiran locales y fachadas antiguas, y se deja de lado las necesidades de muchas familias.
Pero cómo están estas familias que dependían de la venta, de un trabajo como vigilante en la zona, entre otras labores y que hoy solo tienen la incertidumbre de ver dónde acudir o prestar para volver a comenzar.
Lamentan que la municipalidad a la fecha siga su proceso, y publicite lo estético, pero no se acerca al sector que literalmente quedó en el desamparo. Debemos de tomar en cuenta, que en El Salvador las ventas informales no son un antojo, son: en primer lugar, producto de blandura por parte de las administraciones municipales, que en cada período multiplicaron la presencia de ventas por toda la ciudad; y segundo, del alto desempleo en el país, la gente no tiene otra opción más que vender lo que sea, ante la falta de trabajos formales.
Por ahora, los que fueron desalojados y no tienen opción llevan una semana sin recursos para pagar sus cuartos de habitación, sus deudas, el pago de sus empleados, entre otras necesidades, que no dan tregua, pues están a la orden del día los cobros.
Hoy “Isabel” como otros piden a las autoridades municipales pensar en ellos, pues no solo es de quitar las ventas y apartarlos, son familias con un trabajo, una actividad económica en la ciudad, no pueden invisibilizarse.
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