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La Eurocámara aprueba acuerdo comercial de la UE con Canadá

Por Clément Zampa/Toni Cerda´

Estrasburgo/Bruselas

La Eurocámara aprobó este miércoles el acuerdo comercial de la Unión Europea con Canadá al término de un duro debate, abriendo paso a una próxima puesta en marcha provisional de este espacio de libre comercio de unos 550 millones de personas.

Por 408 votos a favor, 254 en contra y 33 abstenciones, los eurodiputados han dado su aprobación al acuerdo conocido como CETA, y cuyos partidarios buscan convertir en «el patrón de oro para los futuros acuerdos comerciales», en palabras del ponente parlamentario, el conservador Artis Pabriks.

Bruselas busca que este tratado comercial, negociado durante siete años, se convierta en el modelo de los futuros acuerdos, como el negociado con Mercosur, en un contexto de incertidumbre en el comercio internacional tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Trump retiró a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y anunció su intención de renegociar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), al considerarlo especialmente beneficioso para México.

En su intervención ante los eurodiputados, la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, reiteró los  beneficios del comercio internacional en la economía y el comercio, al tiempo que defendió los valores compartidos con Canadá, como la tolerancia, los derechos humanos o la lucha contra el terrorismo.

«Construir muros no funciona», dijo Malmström en una referencia velada a Trump.

«La vía son acuerdos comerciales justos y equilibrados con socios que piensan como nosotros», añadió la responsable de las negociaciones por parte del ejecutivo comunitario.

La derecha y los liberales expresaron su apoyo al acuerdo, frente al rechazo de verdes, la izquierda radical y la ultraderecha. El grupo socialdemócrata votó dividido, lo que le valió las críticas de su principal rival, el PPE (derecha).

Tras la votación, el jueves llegará el turno del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien subrayará ante la Eurocámara reunida en Estrasburgo (noreste de Francia) «el carácter singularmente progresista del acuerdo», según su oficina.

‘¿Desmantelar la democracia?’

El ‘sí’ de la Eurocámara abre la vía a la aplicación provisional de este acuerdo, en principio a partir de abril, que dejaría fuera algunos de los aspectos más controvertidos como el mecanismo de resolución de litigios que facilita a las multinacionales denunciar a los Estados si consideran sus políticas contrarias a sus intereses comerciales.

Aunque Bruselas defiende que este tratado comercial suprimirá el 99% de los aranceles e implicará el ahorro de 500 millones de euros para los exportadores europeos, sus opositores consideran que el acuerdo es peligroso para el medioambiente y los agricultores europeos, y demasiado favorable a las multinacionales.

Varias decenas de opositores al tratado, tanto miembros de oenegés como de partidos de izquierda, bloqueaban acostados en el suelo el acceso a la sesión plenaria, cuyo inicio tuvo que retrasarse algunos minutos.

«Decir sí al CETA es pisotear al pueblo» o «¿Desmantelar la democracia? ¡De ninguna manera!», rezaban algunas de las pancartas que portaban los manifestantes. Unas 700 personas protestaron además por las calles de Estrasburgo, según la policía.

Varios estudios contestan los aparentes beneficios del acuerdo, como el de la universidad estadounidense de Tufts, cerca de Boston, que estima que el CETA «implicará la pérdida de 230.000 empleos de aquí a 2023», 200.000 en la UE.

Para su entrada en vigor completa y definitiva, el acuerdo deberá ser ratificado por los parlamentos nacionales y algunos regionales de los 28 países de la UE, un largo trámite de años con final incierto, visto el veto durante días impuesto en octubre por la región belga de Valonia antes de la firma final.

El parlamento valón reclamaba entonces más garantías respecto al tribunal de arbitraje del CETA, pero con la mente puesta en el más contestado acuerdo negociado entre la UE y Estados Unidos (TTIP) y que, ahora, la llegada de Trump parece haber puesto «en el congelador», en palabras de Malmström.

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