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La Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”: la alegría del amor para el pueblo de Dios y para la humanidad

German Rosa, s.j.

La Exhortación Apostólica Amoris Laetitia es el fruto que recoge el Papa Francisco del Sínodo de la Familia que se realizó en dos asambleas generales: una extraordinaria, en octubre de 2014, y otra ordinaria, en octubre de 2015. En la etapa preparatoria a las mismas, se tuvo una participación consultiva y ampliada de la Iglesia universal. Amoris Laetitia significa La Alegría del Amor. Reflexionemos sobre la cosecha que hace el Papa Francisco del Sínodo de la Familia.

1) Amoris Laetitia actualiza el espíritu del Concilio Vaticano II

La Exhortación Apostólica “La Alegría del Amor”, recoge los clamores de la familia de hoy, y de esta manera se inserta en el contexto amplio de los documentos del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo moderno. La Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, nos invita a vivir los gozos y las esperanzas de la humanidad, y en su primer párrafo dice lo siguiente: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón […] La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”. Por eso la Iglesia hoy al tratar el tema de la familia asume sus clamores en su gran peregrinación hacia la felicidad. Esta no es otra cosa que aprender a enfrentar los problemas de la familia de hoy, asumiendo sus desafíos y sus dificultades para resolverlos. Así se logra la vida digna en plenitud para cada persona, desde el más pequeño hasta el más grande en el hogar. Y como dijo el comediante Publio Terencio, “Homo sum, humani nihil a me alienum est” (“Hombre soy; nada humano me es ajeno”), por eso los problemas que afectan a la familia en el mundo de hoy no son ajenos ni son extraños para la Iglesia universal.

La situación de la familia hoy constituye un verdadero poliedro, figura geométrica compuesta de muchas caras, porque presenta una variedad de situaciones, dificultades y problemas tan diversos y plurales según los contextos y culturas particulares (Cfr. AL, Nº 4).

La Exhortación nos presenta los problemas más frecuentes, las dificultades, las crisis y las rupturas, el impacto de los cambios culturales y la falta de horizontes para muchos. Por eso la Iglesia debe ser luz ante tantos problemas humanos y familiares, canal de la luz de Jesucristo en la historia. Así está expresado en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” (Luz de las naciones), del Concilio Vaticano II, en su primer párrafo: “Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia”.

La Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (AL), es el fruto también del pueblo de Dios que aportó sus reflexiones sobre la familia, sobre sus problemas existenciales, y que retomó las angustias y las esperanzas que vive en la actualidad. Este es el espíritu del concilio Vaticano II.

2) La alegría del amor se siembra en la práctica pastoral y en el acompañamiento del pueblo de Dios

Amoris Laetitia es una exhortación eminentemente pastoral que plasma con habilidad la doctrina cristiana sobre la familia, pero lo hace pastoralmente. Es un documento orientador, provoca el debate público sobre los temas más importantes de la familia hoy, anima a la reflexión dentro y fuera de la Iglesia. Y en todo el documento hay referencias continuas al Sínodo de la Familia, a la tradición y a la doctrina cristiana. Da lineamientos prácticos para el acompañamiento pastoral de la familia. Este acompañamiento comienza con la formación y la catequesis para la identidad cristiana, para llegar a la preparación y la realización del sacramento del matrimonio, luego continúa el seguimiento de las parejas para superar las dificultades, las crisis, hasta llegar a la madurez en la relación y en la constitución de la vida familiar. El documento lo dice en estos términos: “Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios, como la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a compatibilizar las diferencias y desprenderse de los padres; o la crisis de la llegada del hijo, con sus nuevos desafíos emocionales; la crisis de la crianza, que cambia los hábitos del matrimonio; la crisis de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías, desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre sí; la crisis del ‘nido vacío’, que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a sí misma; la crisis que se origina en la vejez de los padres de los cónyuges, que reclaman más presencia, cuidados y decisiones difíciles. Son situaciones exigentes, que provocan miedos, sentimientos de culpa, depresiones o cansancios que pueden afectar gravemente a la unión” (AL, Nº 235). A estas crisis se suman también las crisis personales de las parejas, aquellas causadas por las dificultades económicas, laborales, afectivas, sociales, espirituales (AL, Nº 236).

En Amoris Laetitia la Palabra de Dios ilumina los problemas de la familia, y estos a su vez iluminan la Palabra de Dios. El anuncio de la palabra de Dios se hace de manera inculturada, adecuada a los tiempos y lugares de la familia de hoy. La Exhortación lo expresa en estos términos: “Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y de transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida” (AL, Nº 59). Este documento da pautas para resolver los problemas de la familia pastoralmente e inculturadamente. Es decir, la Palabra de Dios encarnada en la propia cultura de la familia.

El documento plantea la teología del matrimonio a partir de la Sagrada Escritura, la doctrina cristiana y el magisterio de la Iglesia. La familia es un lugar fundamental para que se realice la historia de la salvación. La Exhortación retoma la familia desde el libro del Génesis, trata el tema de la Sagrada Familia y tiene como horizonte el fin de la historia. La familia es el núcleo donde nace la fe y recibimos la primera catequesis cristiana. La familia es el medio en donde todos vivimos las primeras batallas de la vida en el proceso de madurez humana y de la conversión personal y social. En este sentido la Sagrada Familia es el medio dónde Jesús de Nazaret nació, creció, maduró, y se preparó para su misión. La luz de la salvación universal resplandece desde el seno de una familia humilde y sencilla de Nazaret (AL, Nº 65 – Nº 66).

3) La alegría del amor nace del discernimiento personal y comunitario

La Exhortación Apostólica nos introduce en el camino del discernimiento personal, comunitario y eclesial, para realizar lo que Dios quiere en el seno de la familia.

Discernir es sentir la llamada de Dios en el pedestal de la conciencia humana, tal como lo expresa la Exhortación Apostólica en el Nº 222, la conciencia es “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella” (Gaudium et spes, Nº 16).

La descripción de la Iglesia que encontramos en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia es la de una figura geométrica poliédrica, porque es universal, compleja y plural. Por ejemplo, “la familia” no significa lo mismo en todas las comunidades eclesiales. Existen diferencias ideológicas, diversas sensibilidades espirituales y pastorales, diversas posiciones y posturas para enfrentar los desafíos de la familia de hoy. Por eso la Iglesia es poliédrica. La Iglesia discierne como pueblo de Dios en la que los pastores forman parte del pueblo, lo acompañan, disciernen juntos las situaciones particulares considerándolas en su complejidad (AL, Nº 79). Dicho brevemente, con esta exhortación apostólica, el Papa integra satisfactoriamente esta diversidad desde la clave de la comunión, tal y como él mismo había expresado con la imagen del poliedro en Evangelii Gaudium (Cfr. Dirección, C.d. (Nº 1411 – 1412 mayo – junio 2016). Editorial: Amoris Laetitia: el poliedro de la familia. Razón y Fe, 405).

El discernimiento es fundamental para tratar todas estas situaciones humanas que hacen sufrir mucho a la familia, y el Papa lo dice claramente: “Esto nos otorga un marco y un clima que nos impide desarrollar una fría moral de escritorio al hablar sobre los temas más delicados, y nos sitúa más bien en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar. Esa es la lógica que debe predominar en la Iglesia, para ‘realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales’[366]. Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor” (AL, Nº 312). El proceso del discernimiento nos induce a la liberación de los afectos desordenados para elegir y optar por aquello que más le complace a Dios en la vida concreta de cada persona con su propia historia y sus circunstancias, pero ordenado hacia el logro del bien común (Fares, D. (14 maggio 2016). “Amoris Laetitia” e il rinnovamento del linguaggio ecclesiale. La Civiltà Cattolica, 220). El discernimiento en el seno de la familia conduce a realizar personal y comunitariamente la voluntad de Dios para cada persona y para cada cristiano o cristiana, y el fruto de un verdadero discernimiento es el regalo de la alegría y la felicidad personal y familiar.

El Papa Francisco lo dice así: “De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena” (AL, Nº 303).

Este proceso es tanto personal como social. Se discierne lo que se debe hacer para adecuarse a la vocación humana y cristiana, teniendo como fundamento el amor auténtico y verdadero.

El Papa habla concretamente de la dinámica del discernimiento para asumir los retos pastorales en el capítulo 8 de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia: invita a acompañar a la familia, discernir sus problemas e integrar sus fragilidades (AL, Nº 291 -312); no presenta una visión romántica de la familia, ha ponderado los problemas reales y por eso propone el principio de la gradualidad pastoral (AL, Nº 293); la gradualidad es un camino de plenitud hacia el amor (AL, Nº 295), pues los problemas que sufre la familia no se resuelven de una sola vez, sino que se van encontrando las soluciones poco a poco. Por esta razón también destaca que hay que considerar siempre en la pastoral las circunstancias atenuantes (AL, Nº 301), y todo ello lo plantea dentro del contexto del año de la misericordia y su profundo significado.

Acompañar la familia, incluirla y no excluirla de la Iglesia, dar lugar a su participación activa en ella y caminar juntos humildemente como pueblo de Dios, ésta es la consigna que se puede inferir de este documento. Los temas más delicados de la familia son tratados con misericordia en él.

La Exhortación Apostólica está escrita de manera fluida, con un lenguaje sencillo, accesible y claro que todos podemos entender. Trata cuestiones importantes como las siguientes: ¿Cómo enfrentar las crisis que llevan a la ruptura matrimonial? ¿Qué hacer pastoralmente con las personas divorciadas, con las personas que tienen una nueva familia? ¿Cuáles son las indicaciones a tomar en cuenta en caso de nulidad matrimonial? Estas preguntas y muchas más tienen respuestas muy orientadoras en la Exhortación Apostólica (Cfr. AL, Nº 241 – 247).

Las soluciones cristianas auténticas y verdaderas ante los problemas de la familia son aquellas plenamente humanas, selladas con el espíritu del Evangelio. Dicho de otra manera, no hay nada que sea verdaderamente cristiano que sea ajeno o indiferente a los problemas humanos, y en este caso se trata de resolver los problemas que afectan a la familia.

El tema fundamental de la Exhortación es la alegría del amor en la familia. Si Dios es amor (1Jn 4,8), el contenido y el significado del amor en la familia es el que se expresa en el himno del amor en la Primera Carta a los Corintos de San Pablo (1 Cor 13,4-7). Esto se resume en sentir y realizar el bien mayor al ser amado (AL, Nº 94). La experiencia del amor primariamente no se explica. El amor primero se vive y se practica para luego reflexionar sobre el mismo.

En un mundo dividido por las guerras, la violencia, la pobreza, la desigualdad y la exclusión, el Papa Francisco retoma el lenguaje del amor y recuerda uno de los símbolos universales que dan testimonio del amor: Martin Luther King, quien explicó la fuerza poderosa del amor con estas palabras: “Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese sistema […] Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal […] Alguien debe tener suficiente religión y moral para cortarla e inyectar dentro de la propia estructura del universo ese elemento fuerte y poderoso del amor” (AL, Nº 118).

Es interesante que la Exhortación Apostólica habla de la familia en su sentido nuclear y también en su sentido amplio.

Un aspecto novedoso que podemos encontrar en el documento es que no pretende fomentar una educación controladora, habla más bien de dar orientaciones prácticas para educar a la niñez y la juventud: “Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía. Sólo así ese hijo tendrá en sí mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con inteligencia y astucia en circunstancias difíciles” (AL, Nº 261). Lo importante no es saber dónde está el hijo o el joven, sino dónde está su alma y dónde están realmente en su camino.

Amoris Laetitia es un documento que vale la pena leer, pero pausadamente. Leer reflexionando y dialogando en la familia, en la Iglesia y en la sociedad, los distintos temas tratados en los diferentes capítulos. Algunos esperaban que el Papa Francisco fuese más allá de las recomendaciones del Sínodo de la Familia, introduciendo algunos avances normativos respecto del matrimonio y a la familia. Pero la propuesta del Papa va más allá de la normativa jurídica – canónica actual, tal como aparece en Amoris Laetitia, Nº 300: “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que ‘el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos’[335], las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas”. Amoris Laetitia es una exhortación que busca el encuentro entre el derecho y la pastoral, y el punto de encuentro es la misericordia y el amor por la verdad, que nunca es abstracta, pero que se integra en el itinerario humano y cristiano de cada persona.

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Papa ha asumido las recomendaciones de la Asamblea del Sínodo y las ha incorporado al magisterio pontificio. Decisión espiritual, inteligente y audaz porque refuerza el proceso deliberativo y al mismo Sínodo, y le da pleno reconocimiento a la Colegialidad Episcopal (Dirección, C.d. (Nº 1411 – 1412 mayo – junio 2016). Editorial: Amoris Laetitia: el poliedro de la familia. Razón y Fe, 405).

El diseño de la Iglesia en la Exhortación Apostólica es de una Iglesia madura, en la que se respeta la conciencia de los cristianos, en donde existe la comunión entre los laicos y los líderes pastorales y religiosos, en la que se le da protagonismo a la Iglesia local, y también existe el pleno reconocimiento de la responsabilidad de las Conferencias Episcopales respetando la Colegialidad del Episcopado en unidad con el Papa. Tenemos esperanzas que esta exhortación se convierta en una buena noticia que regale la alegría al Pueblo de Dios y a toda la humanidad.

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