LA FACULTAD DE LA EXPERIENCIA
Por Wilfredo Arriola
Sabato tenía razón en que «siempre es levemente siniestro volver a los lugares que
han sido testigos de un instante de perfección». Luis Mora, en esa misma devoción de lo
perdido argumentaba: «Se derrumbó la noche aquella tarde. Y nosotros no estábamos en los
ojos de nadie». Para continuar en su clara osadía del dolor, seguían llegando escritores, para
dar su cuota de legitimidad. Balzac sentencio, en tono desahogado y sublime: «cada mujer
de la que te enamoras es una novela menos que escribes». Otro poeta ante lo sucedido y con
el rostro un poco conmovido dijo: «Libertad, no conozco sino la libertad de estar preso en
alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofríos». Luis Cernuda siempre lo ha sabido…
Esa misma gente, de la que hablas es la misma, de la que siempre hablo yo, «Esa gente
hermosa que camina sin esquivar la lluvia». Los caminos, tantos caminos dijo Bolaños,
como «El camino de los perros, ahí donde no quiere ir nadie. Un camino que sólo lo
recorren los poetas. Cuando ya no les queda nada por hacer…»
En defensa claro a lo sucedido, Los Sufis entre voz cabizbaja y el suelo como único
forma de paraíso replicaron: «Lo único que es tuyo es aquello que no puedes perder en un
naufragio». Ovidio reaccionó: «El que ha naufragado tiembla incluso ante las olas más
tranquilas». Confucio deliberó ante tanta nostalgia, «antes de salir a tomar venganza cava
dos tumbas». Lichtenberg llegó empático, adueñándose de cada frase, para mostrar un poco
lo suyo, le bastó una para tratar de abonar a la causa, si es que era posible. «Se ahoga más
gente en un vaso de agua que en los ríos». Todos ahí, unos más entregados que otros, otros
volviendo al tema que mejor les pareciese. Luego el Tao Te Ching atribuido a Lao-Tse
desde su esquina, sereno, dando golpes con su pluma en la mano, con su simbología
agrego: «Un hombre sin espíritu es como un poso en lodo, nadie quiere beber de él».
Muchos se acordaron de tantas polémicas comparaciones por la falta de moral, de los
mismos principios del hombre. Parecía ya un laberinto como dijo Bertolt Brecht: «Las
grandes revoluciones siempre empiezan en un callejón sin salida», puesto que «la franqueza
siempre es otra forma de crueldad». También lo dijo otro poeta.
«Que dignidad más asombrosa la del derrotado que no se vuelve cínico». Continuó otro y
así muchos poetas también llegaron a la justa a decir con sus palabras algo que conmoviera
la situación, la misma historia, unos tristes apuntaban : «Triste es morir un día antes del fin
del mundo». Tanto como decir: «Se puede fabricar un dios con todo lo que te quise».
Depende, dijo otro, porque «hay dos tipos de personas: las que buscan a alguien para poder
ser ellas mismas y las que buscan a alguien con quien poder dejar de serlo. La gente que
tiene poder elige la segunda». Era demasiado en tan poco espacio para poder digerir tanto.
Vino otro con tono revolucionario y casi gritado, se pronunció: «Nada más íntimo que el
dolor, aunque recuerden, los juicios malversan identidades». Uno con tono más suave con
la sabiduría del caso, y sin ser invitado a la fiesta dijo: «No necesito invitación porque los
poetas son ciudadanos del mundo», sólo diré: «Que en ocasiones hay que pagar un alto
precio por lo que no te ha costado nada».
Estos mismos cuestionaban a los que no habían llegado: «El silencio de los que
callan sin guardar secretos no tienen que ver con la sinceridad, sino con el miedo». Era una
fiesta de las letras, de dar puntadas por todos lados, no sabías adonde llegar, adonde
quedarte para parecer certero con tus acciones, porque «hay libertades que sólo alcanzan a
vivir en el borde de la catástrofe». Muchos escritores, muchos poetas y una sola vida.
Tantas vidas necesarias para poder vivir todo. De los labios de un hombre de cabello cano
se alcanzó a escuchar al fondo: «Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los
débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la vergüenza de los cobardes». Vaya ser
testigo de todo esto, entre risas uno sentenció: «En este mundo todo cambia muy rápido
para que alguien pueda tener una segunda oportunidad». Sin embargo, alguien pensó sin
decirlo: «Desdeña el bien que posee por el que tarda en llegar». Su compañero de lado
acusó ante lo dicho, no lo olvides: «Cuando el carácter de un hombre no está claro para ti,
mira a sus amigos». Así como los poemas siempre se leen por última vez hay personas que
las escuchas por última vez, y eso es terriblemente doloroso, ya sin nada por decir Pasolini
murmuró yéndose «La muerte no consiste en no poder comunicar sino en ser para siempre
incomprendido».
Y siguieron llegando los escritores…