Gaza / Ranalá / AFP
Adel Zaanoun / Joe Dyke
Los habitantes de la Franja de Gaza, bajo bloqueo israelí desde hace más de una década, ven con ironía el confinamiento impuesto en muchos países para contener la propagación del nuevo coronavirus, pero temen que la pandemia llegue al enclave palestino.
Casi totalmente aislada del mundo, la estrecha franja de tierra encajada entre Israel, Egipto y el mar Mediterráneo no ha registrado hasta la fecha ningún caso de contagio.
«Querido mundo, ¿cómo va el confinamiento? Firmado: Gaza», escribe irónico un internauta. «La gente ve en Gaza el lugar más seguro del mundo, ‘lol'», dice otro.
Dejando de lado la ironía, la irrupción del COVID-19 en este enclave superpoblado sería especialmente devastador debido a un sistema sanitario deficiente, advierten los expertos.
De forma preventiva, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en Gaza, que gestiona las escuelas de más de 250.000 alumnos, ya instauró medidas de distanciamiento social.
– Como un barco de crucero –
«El bloqueo puede ayudar a contener el coronavirus pero, si se declara, la situación será comparable a la del barco de crucero frente a las costas de Japón», explica un responsable de UNRWA, Matthias Schmale, en alusión al «Diamond Princess», a bordo del cual el virus se propagó rápidamente a principios de febrero, contaminando a más de 700 personas de los 3.700 pasajeros.
«Es ilusorio pensar que se puede gestionar una situación así en un espacio cerrado como este», afirma.
En su pequeña cocina en Gaza, Mariam Al Jatib, de 80 años, acumula latas de conserva y productos de limpieza.
«No he vivido nada así en toda mi vida. Todo el mundo tiene miedo», comenta a la AFP. «Si el coronavirus llega a Gaza, muchas personas morirán».
«Es peor que una guerra», advierte esta mujer, que ha sufrido varios conflictos, entre Israel y el movimiento palestino Hamás, que controla el enclave desde 2007.
Israel impone el bloqueo desde esa fecha, con la ayuda de Egipto, alegando que es necesario para contener a Hamás, considerado como «terrorista» por Israel y varios países occidentales. Para los detractores de la medida, se trata de un castigo colectivo.
Desde el lado egipcio y después de años de un cierre casi permanente, las autoridades abrieron en mayo de 2018 el puesto fronterizo de Rafah, al sur de la Franja, el único acceso al mundo de los gazatíes que no está en manos de Israel.
Según datos de la ONU, 61.000 personas salieron de Gaza vía Rafah en 2018, a menudo para llegar a El Cairo a través de la península del Sinaí. No obstante, para salir de Gaza hacia Egipto también se necesita un visado, un permiso de trabajo y a menudo pagar una elevada tasa.
Mustafá, el hijo de Mariam Al Jatib, entiende «lo que la gente siente en el mundo: desde 2007, nosotros vivimos casi en cuarentena».
– «Desastre de proporciones gigantescas» –
Los gazatíes se están preparando sin embargo para el nuevo coronavirus, después de que se registraran 529 casos en Israel, al otro lado de la frontera, y 47 en Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel pero separado físicamente de Gaza.
Las escuelas de Gaza están cerradas y más de 2.700 personas ya están confinadas en sus casas, la mayoría tras su regreso de Egipto.
En el sur de la Franja de Gaza, cerca de la frontera con Egipto, Hamás construye un centro con 1.000 habitaciones de aislamiento.
Pero, por el momento, el enclave solo dispone de 60 camas para cuidados intensivos, y sufre de falta de personal cualificado, alerta Gerald Rockenschaub, que dirige la oficina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los Territorios Palestinos.
«El sistema sanitario se ha degradado debido al bloqueo. Esto se traduce en falta de electricidad, medicamentos de base y mano de obra», explica. «Más del 90% del agua considerada potable en Gaza no es apta para el consumo humano», añade.
Israel, por su parte, asegura que hace todo lo posible para garantizar que el material médico llegue a Gaza y dice haber facilitado el envío de 500 kits de diagnóstico.
Actualmente, autoriza la salida de algunos gazatíes que padecen cáncer u otras enfermedades graves que requieran tratamiento en fuera de la Franja. Pero no está claro si esta autorización se mantendrá en caso de que llegue el COVID-19 a Gaza.
Matthias Schmale advierte: «si a raíz de la epidemia se necesitan más de 60 camas para cuidados intensivos, la situación será muy difícil y podría convertirse en un desastre de proporciones gigantescas».
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