José M. Tojeira
Le estoy llamando “generación Bukele” a las personas, y especialmente políticos, que andan entre los 30 y los 40 años, poco más o poco menos. Y le llamo así porque efectivamente han sido personas de esta edad las que han barrido políticamente con las generaciones mayores de 40 años que nos habían gobernado desde 1989. Generaciones que todavía tienen peso y que probablemente aún darán que hablar, pero que están claramente llamadas al retiro político y que, ciertamente, no ofrecen novedad a un El Salvador demasiado cansado de la desigualdad y de la lentitud con la que camina nuestra democracia. No quiere decir esto que entre las personas mayores de 40 años no haya gente interesante, capaz, que piensa con autonomía y que puede aportar ideas y valores a la vida del país. Pero sí quiere decirse, al hablar de la generación Bukele, que el triunfo electoral del actual presidente marca un antes y un después generacional. Se podrá discutir si Bukele es mejor o peor que los políticos anteriores. Pero es evidente que se ha producido un cambio generacional que difícilmente tendrá marcha atrás.
En esta realidad es importante analizar la diversidad de la generación Bukele para poder conocer de un modo adecuado las perspectivas del futuro. Y sin más pretensión que el animar a otros a hacer un estudio mas sistemático del asunto, damos en este breve artículo algunos datos de lo que podemos observar. Tenemos en esta generación un grupo -dominante hasta el presente- que se ha aglutinado en torno al actual presidente de la República y su entorno de jóvenes parientes y amigos. Es un grupo con un lenguaje populista, con un estilo de mando empresarial tradicional, con una clara “experticia” en el manejo de las redes y los escenarios, y con un lenguaje agresivo dirigido hacia quien no piensa como ellos, que crea dificultades para el diálogo político.
De la misma generación ha surgido un grupo distinto, aglutinado en el partido Nuestro Tiempo, fundado por dos diputados disidentes de ARENA. De tendencia económica conservadora, pero de mentalidad más abierta que la de la derecha tradicional, muestra que dentro de la que llamamos “generación Bukele”, el grupo del presidente actual no es el único con perspectivas políticas de futuro. Este otro sector de la misma generación tiene mayor capacidad de diálogo y negociación, pero de momento le pesan sus vínculos con las generaciones empresariales anteriores, claramente desgastada por su apoyo al partido ARENA y por su poca conciencia social.
Y aunque supongo que, al igual que a los de Nuestro Tiempo, no les gustará para nada que los nombremos como “generación Bukele”, hay otro sector generacional joven con claras ideas reformistas de orientación social y en clara enemistad con la desigualdad existente. Se trata de un sector de jóvenes intelectuales, profesionales y personas de mentalidad crítica, que no están asociados políticamente (al menos en un partido), pero que tienen ideas muy claras de las reformas que necesita El Salvador y las expresan con potencia intelectual en los medios de comunicación. Para quienes esperamos cambios en la línea de la justicia social, derrota de la pobreza y universalización de servicios básicos para el desarrollo humano y sus capacidades, constituyen una esperanza. El hecho de que no haya surgido entre ellos la tendencia a organizarse políticamente juega en contra de su futuro. Pero dada su juventud hay que contemplarlos todavía como parte de un futuro abierto.
Y finalmente los partidos tradicionales. Seguirán existiendo, dados los fuertes vínculos, tanto históricos como culturales, que mantienen con parte de la población. Pero se extinguirán lentamente en la medida que quieran domesticar a los miembros de las nuevas generaciones que entren en sus instituciones. Su oferta política está agotada o no es creíble. Solo un cambio de mentalidad bastante radical, tanto hacia una derecha con mayor dimensión social como hacia una izquierda democrática seria, podría hacerlos resurgir de sus cenizas. ¿Es la realidad tal y como la he descrito en este artículo? No lo sé. Pero es importante para vislumbrar el futuro de El Salvador que mejores cabezas y plumas analicen y discutan este tema.