Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Todos sabemos que los orígenes de estas se suceden en las calles de Los Ángeles y como consecuencia de la presión ejercida por otras estructuras del mismo corte en contra de la comunidad inmigrante salvadoreña que se refugiaban del conflicto que entonces se sucedía en el país.
El conflicto en cuestión se inició con el magnicidio de San Arnulfo Romero, en marzo de 1980, que cerrará todos los espacios de diálogo entre la sociedad civil y la anacrónica y decadente oligarquía y sus aliados militares; sin embargo, las raíces de estas estructuras se encuentran más atrás en el tiempo, en conflictos Inter comunidades y familiares, por diferencias pueriles asociadas tanto a la orientación política como a temas familiares.
El punto es que tales nos conducen a la desestructuración familiar derivada de la desintegración de la misma, como consecuencia de la ausencia de la figura paterna y los consecuentes conflictos de carácter civil derivados de ello.
El conflicto armado entonces vino a profundizar el fenómeno, pues las comunidades del interior fueron objeto de la represión armada, donde el estado no solo asesinó impunemente a familias y comunidades completas, lo que a la fecha sigue impune; también secuestró, torturó, violó, lo que fuera atestiguado por menores, entonces de entre 3 y 17 años, quienes crecerían con profundos traumas que jamás fueron tratados debidamente.
Muchos de estos niños se refugiarían más tarde en los Ángeles precisamente, donde pronto se integrarían a las estructuras citadas.
Entonces, a los traumas provocados por el estado salvadoreño y la violencia social y civil padecida en el país, aquellas incipientes estructuras sumaban los enfrentamientos a sus iguales de otras nacionalidades, también establecidas en Los Ángeles, así como la persecución de las autoridades migratorias estadounidenses, con apenas algunos pocos y muy contados casos de algunos de sus miembros rescatados por entidades privadas.
Entretanto llega la década de los 90’s al país, y con la paz la esperada reacción del estado salvadoreño quién de acuerdo a las obligaciones contraídas durante las negociaciones de paz, debía orientar fastos recursos a temas sociales, entre los cuales se encuentra la recuperación de los segmentos juveniles abandonados tanto por las propias familias como por el estado, durante el conflicto ya pasado entonces.
Empero, en vez de asumir sus responsabilidades de paz contraídas, el estado salvadoreño dirigido por la ultraderecha se embarcó de lleno en la generación del “estado mínimo” mediante la privatización que supuso la erogación de hasta $50, 000, 000, 000. 00 que terminaran en manos privadas, mientras el estado se empobreció, incapacitándolo y anulando por completo su participación en la cosa pública, lo que brindó a las tales estructuras los espacios ideales para desarrollarse y finalmente no solo reptar al margen de la ley, sino enfrentar al estado sobre el terreno.
Entonces estas son un subproducto social, que se suman a la absoluta desidia del estado salvadoreño, que siempre deriva reprimiéndolas, sin anticiparse o prevenirlas integralmente, al abordarlas como lo que son: “un fenómeno que es consecuencia de”, y no la causa.