German Rosa, s.j.
El Covid-19 nos ha hecho sentir que todos estamos globalizados. La pandemia y otros problemas globales requieren necesariamente la cooperación de todos los pueblos para sus soluciones.
La volatilidad del Covid-19 fue impresionante. El contagio se esparció velozmente en un parpadear de ojos desde la ciudad de Wuhan, hacia las regiones de Asia, Europa y otras partes del mundo, hasta convertirse en una pandemia. Fueron casos incontables de contagiados y centenares de fallecidos diariamente. Las relaciones y la movilidad internacional son incontenibles, y nos damos cuenta que estamos entrelazados unos con otros en todos los aspectos de la vida humana.
En distintos contextos se ha impulsado la cooperación global para controlar y terminar con el Covid-19. En algunos casos con más éxito que en otros. Hoy es urgente la cooperación global no solamente para afrontar el Covid-19 con sus variantes, sino también para resolver graves problemas que nos involucran a todos los habitantes y las especies del planeta.
La globalización significa interrelaciones en todos los ámbitos: tecnológicos, económicos, institucionales, culturales y geopolíticos.
Hoy tenemos el gran desafío de buscar soluciones en una globalización con una gobernanza multilateral. Hoy asistimos a una nueva configuración de poderes globales y la solución de los grandes problemas pasa por la cooperación global.
El siglo XX fue testigo de caída de los imperios europeos. Tal como ocurrió con Roma que fue derrotada por las tribus germanas, los bizantinos por los otomanos, los chinos por los mongoles y Asia por Europa, también Europa experimentó un choque decisivo a partir de 1914 que volvió a cambiar el mundo y fueron destronados los imperios europeos de la cúspide del poder mundial (Cfr. Sachs, J. D. 2020. The Ages of Globalization. New York: Columbia University Press, p. 156). Pero esto dio lugar a la hegemonía del nuevo poder global de los Estados Unidos en el siglo XX que se fue consolidando después de las dos guerras munidales.
En el presente siglo veremos el desarrollo de varias tendencias poderosas si no cambian dichas tendencias observables: el ascenso económico continuo de China e India, el declive relativo de los Estados Unidos en la producción mundial y el poder global, el incremento de la población y el crecimiento económico rápidos de África, y el aumento de la urbanización, junto a la expansión de las tecnologías digitales y sus usos. Una de las claves que explican la continua vitalidad y el rápido crecimiento económico de China es que esta convirtiéndose en el país con mayor innovació tecnológica y un exportador con sus propias patentes. Nuestros sistemas sociales y políticos estarán bajo gran presión debido a los dramáticos cambios que se avecinan (Cfr. Sachs, 2020, pp. 170-180).
La nueva era de la globalización está mostrando profundos cambios de poder geopolítico y estos típicamente ocurren acompañados de la guerra. Nunca antes la humanidad había tenído tanta capacidad bélica destructiva como hoy en la era de la globalización de la cultura digital. Esto nos sitúa ante la realidad de la fragilidad de la paz en el mundo.
La justicia y la paz son fundamentales en nuestro mundo cada vez más violento. En el 2022 existen graves conflictos regionales por resolver. La tensión entre Occidente y Rusia por Ucrania, el futuro de Afganistán tras el regreso de los talibanes, la crisis endémica de Haití, el pulso entre EEUU y China, la expansión del Yihadismo en el Sahel, son algunos de los conflictos que centraron la atención mundial en 2021 y que continuarán en primera línea en 2022 en busca de soluciones. Sin olvidar los conflictos en el Medio Oriente y el ascenso del terrorismo yihadista en África (Cfr. https://www.forbes.com.mx/estos-son-los-conflictos-que-el-mundo-deja-al-2022/).
La galopante industria militar y los riesgos de conflictos armados entre grandes potencias con armamento nuclear se adiciona a los conflictos regionales existentes. En este contexto, es fundamental la cultura de la paz y la cooperación para resolver las diferencias y ver en conjunto las grandes tareas globales por realizar porque todos pagaremos la factura de una confrontación bélica entre las grandes superpotencias.
Jeffrey D. Sachs en su agudo análisis sobre los antecedentes historicos, el proceso y las etapas de la globalización, expresa que hace dos mil años, ya se alcanzó el potencial de gobierno multinacional a gran escala. Se puede decir que Europa buscaba gobernarse al modo de la Pax Romana, pero sin guerras imperiales y sin el chovinismo de un pueblo dominando al resto. China aspiraba igualmente a la paz interna en la dinastía Han y con el notable espíritu innovador de la dinastía Song. El mundo islámico actualmente está fragmentado, pero en la Edad de Oro del Islam bajo el califato Abasí de Bagdad fue una época en la que los eruditos islámicos lideraban el mundo del conocimiento y la ciencia. Ese noble esfuerzo salvó gran parte de la herencia clásica para las generaciones posteriores, incluida la nuestra (Sachs, 2020, p. 94). Sin embargo, hoy estamos vivendo cambios profundos en los patrones de las actividades de la economia global, estilos de vida y a nivel geopolítico.
En los dos último siglos, hemos sembrado las semillas de la crisis medioambiental mediante el uso de los combustibles fósiles, la producción agrícola, el transporte y la producción de la industrialización. Todo esto ha contribuido para el recalentamiento global, el efecto invernadero, el aumento masivo del dioxido de carbono emitido por el uso de los combustibles fósiles, la pérdida masiva de la biodiversidad, al menos un millon de especies están bajo la amenaza de extinción, la megacontaminación del aire, la tierra, de las fuentes de agua y los oceanos, el impacto de los desechos químicos y plásticos, y el aumento de la producción y el consumo nos están llevando al borde de abismo.
Hoy necesitamos ascelerar la transicion hacia la energía renovable, una agricultura sustentable, y una economía circular que recicle los materiales desechables. Hoy sufrimos las amenzas de la crisis medioambiental globalmente.
En el año 1,800 la población mundial era de 990 millones de habitantes. En el año 2020 aumentó a 7,7 billones de habitantes con la perspectiva de un crecimiento de 75 a 80 millones cada año. Se estima que para el 2050 tendremos una mega población de 9,7 billones de habitantes (Cfr. Sachs, 2020, pp 2-13). El crecimiento demográfico puede agudizar la crisis del medio ambiente si no se realizan los cambios necesarios.
La era digital de la globalización ha causado cambios tecnológicos impensables. Facebook, Goglee y Amazon se han convertido en pocos años en empresas consideradas entre las más poderosas del mundo. Recordemos, además, el rol y el impacto de la inteligencia artificial para afrontar la pandemia, o también como la cultura digital ha influido en nuestros tiempos en los procesos políticos y electorales. Pensemos también cómo en estos tiempos suman 5,190 millones de usuarios de teléfonos celulares, esto cubre el 67% de la población. Actualmente existen más de 7,950 millones de números de teléfonos, dando un promedio de 1,53 número por usuario móvil, pues en los equipos se permite tener 2 chips de telefonía similar o diferente (Cfr. https://yiminshum.com/mobile-movil-app-2020/).
Paradógicamente con todo el crecimiento que ha propiciado la cultura digital, se mantienen las brechas de la desigualdad y la falta equidad en el mundo. Incluso en Estados Unidos, China y los países más desarrollados. Se avisora un futuro difícil porque la tecnificación y la robotización digital está suplantando ingentes cantidades de trabajadores que quedarán excluidos del mercado laboral. Imaginemos la proyección del crecimiento poblacional con las tasas de desempleo y subempleo en pocos años. Esto incrementará la desigualdad y la falta de equidad en el mundo. Las desigualdades están aumentando en la era de la globalización digital por las diferencias existentes entre los trabajadores con altas y bajas habilidades de la cultura digital.
Todos estos problemas antes enunciados impulsan a ingentes y masivas migraciones continuas…
Si vemos la trayetoría de la historia nos damos cuenta que cada época ha inventado también nuevas formas de gobierno con sus aciertos y también con sus graves errores y fracasos. El Paleolítico forjó los fuertes lazos de los clanes nómadas locales. El Neolítico trajo la vida de las aldeas y la política local. La Edad Ecuestre trajo los primeros estados. La Edad Clásica dio lugar a los primeros imperios multiétnicos. La Edad de los Océanos posibilitó el surgimiento de los imperios mundiales que se extendían por los océanos. La Edad Industrial propició el inicio de la gobernanza mundial, incluido el nacimiento de las Naciones Unidas, así como de dos potencias hegemónicas, el Reino Unido y los Estados Unidos. Ahora, la Era Digital nos pide que inventemos formas más eficaces para gobernar un mundo globalmente interconectado (Cfr. Sachs, 2020, pp. 195-196). Y nuestro aporte es apostar con la razón práctica en el quehacer de la política por la cultura de la paz, la justicia, el diálogo, el encuentro y la cooperación entre los pueblos, para lograr una era con seguridad ambiental, sin pobreza y con equidad, en la que se priorice a la educación y la salud. Pensemos, por ejemplo, en los objetivos ambiciosos del milenio de la Organización de las Naciones Unidas para el 2030. Y eso puede darnos esperanza. Juntos podemos soñar y construir el mejor de los mundos posibles aprendidendo las grandes lecciones de nuestra historia.