Redipuglia/AFP
El papa Francisco afirmó este sábado que todas las guerras son «una locura» alimentada por la industria armamentística y los intereses geopolíticos, en una ceremonia en Italia con motivo del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial.
«Después de contemplar la belleza del paisaje de toda esta región, donde trabajan hombres y mujeres (…), juegan los niños y sueñan los ancianos (…), sólo se me ocurre una cosa: la guerra es una locura», afirmó el santo padre en el cementerio militar de Redipuglia (noreste).
Este camposanto es el más grande de Italia, y en él descansan los restos de más de 100.000 soldados caídos durante la Gran Guerra.
El abuelo de Francisco participó precisamente en la Primera Guerra Mundial, en las batallas libradas en esta región, cerca del río Piave, entre 1917 y 1918.
El pasado junio, el papa argentino habló de «la enorme tragedia que fue la Primera Guerra Mundial, de la que he oído tantas historias dolorosas en boca de mi abuelo, que estuvo en el Piave».
La ceremonia de este sábado tuvo lugar ante miles de fieles, que acudieron a la cita pese a la lluvia que caía en esta parte de Italia.
El jefe de la Iglesia católica presidió la ceremonia con los cardenale Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, y Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb, en presencia de obispos austríacos, croatas, eslovenos y húngaros.
«La guerra destruye. La guerra lo desfigura todo, incluso el vínculo entre hermanos. La guerra es loca, su plan de desarrollo es la destrucción», añadió el sumo pontífice en su crítica a los conflictos armados, que según argumentó nacen de los intereses económicos de la industria armamentística y de la indiferencia de la gente.
«La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder (…) son motivos que empujan a decidir hacer la guerra, y esos motivos a menudo están justificados por una ideología», afirmó el obispo de Roma.
«Todavía hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial, podemos tal vez hablar de una tercera guerra librada por partes, con crímenes, masacres, destrucciones», agregó el sucesor de San Pedro.
«Aquí hay muchas víctimas. Y desde aquí nos acordamos de todas las víctimas de todas las guerras. Todavía hoy sigue habiendo muchas víctimas (…) ¿Cómo es posible? Es posible porque (…) entre bastidores hay intereses, planes geopolíticos, avidez de dinero y de poder, y está la industria de las armas, que parece ser importantísima», denunció Francisco.
«Y esos planificadores del terror, esos organizadores del enfrentamiento, como también los comerciantes de armas, han escrito en sus corazones: ‘¿a mí qué me importa’?», se interrogó el papa.
«Con ese ‘a mí qué me importa’ que tienen en su corazón los mercaderes de la guerra, tal vez ganen mucho, pero su corazón corrupto ha perdido la capacidad de llorar».
«Lo vemos en la historia que va de 1914 hasta nuestros días. Y también lo vemos en nuestros días. Con un corazón de hijo, de hermano, de padre, os pido a todos, y para todos nosotros, la conversión del corazón: pasad de ese ‘a mí qué me importa’ a las lágrimas», concluyó el papa Francisco.
El jefe del Estado Vaticano, que llegó por la mañana al aeropuerto de Trieste, tenía previsto regresar a sus aposentos después de la ceremonia.