Kilis/AFP
Fulya Ozerkan
Cuma Kilicioglu miraba la televisión con su mujer cuando un misil lanzado desde el lado sirio de la frontera se abatió sobre su inmueble de tres pisos. «Pareció como si el mundo nos cayera encima» musita.
Para Cuma y los demás habitantes de Kilis, ciudad turca situada en la frontera siria, los disparos de cohetes se han convertido en rutina cotidiana desde que se lanzara, el sábado, una ofensiva por parte de Ankara en la región de Afrin, al noroeste de Siria, contra una milicia kurda.
El martes por la noche, «mirábamos la televisión, que mostraba cómo caían los cohetes, y me dije que eso no podría pasarnos. Pero en ese momento preciso, (el proyectil) nos alcanzó» relata a la AFP Fevziye, esposa de Cuma. «Tenemos mucho miedo».
Kilis, localidad situada a cinco kilómetros de la frontera siria, es esporádicamente alcanzada por disparos desde hace varios meses. Pero los ataques se han intensificado desde que Ankara lanzara su ofensiva contra la milicia kurda siria de las YPG.
El miércoles, dos personas resultaron muertas y 11 heridas en esta localidad, cuando un cohete disparado desde Siria se abatió sobre una mezquita en el momento de la oración. Las autoridades turcas atribuyen los disparos a las YPG, que niegan atacar a civiles.
«Me levanté como un rayo de mi cama y salí corriendo. Tenía tanto miedo» cuenta Alaadin, que vive en una casa vecina de la mezquita.
Tras cada disparo de cohetes desde Siria, la artillería turca desplegada en la frontera replica con salvas de obuses, cuyas sordas detonaciones resuenan en todo Kilis.
La ofensiva turca en el norte de Siria, bautizada «Rama de olivo», está dirigida contra las YPG, una milicia kurda considerada «terrorista» por Ankara pero que es apoyada por Estados Unidos en la lucha contra el grupo Estado Islámico (EI) en el norte de Siria.
Destino ligado a Siria
El destino de Kilis ha estado siempre estrechamente ligado al de Siria. Antes de la guerra, el comercio transfronterizo, en particular el contrabando, era floreciente.
Pero desde el inicio del conflicto, en marzo de 2011, afluyen refugiados y combatientes rebeldes. Hasta tal punto que la población de Kilis, oficialmente de 100.000 personas, se ha duplicado, y que el número de sirios es superior al de turcos.
Uno de los dos hombres muertos el miércoles por el cohete que alcanzó la mezquita era un comerciante turco de 72 años, y el otro un sirio de 27.
Pero pese al miedo y a la cólera, numerosos habitantes se declaran dispuestos a permanecer en Kilis, y expresan su apoyo total a la ofensiva en Siria.
Varias banderas turcas cuelgan de los balcones, o han sido colocadas en taxis o ante las tiendas. Todo ello, en una demostración de orgullo nacional.
«¿Qué podemos hacer? Es el destino de los que vivimos en la frontera» asegura Erdinç Toprak, propietario de una pastelería.
La ciudad fronteriza turca de Reyhanli, situada a 150 km de Kilis, es también regularmente blanco de disparos de cohete.
Según el portavoz de la presidencia turca, Ibrahim Kalin, la frontera turca ha sido objeto de «700 ataques» desde la región siria de Afrin, en lo que se lleva de año.
Ante estos incidentes que se multiplican, las autoridades tratan de tranquilizar: «Los habitantes de Kilis van a seguir viviendo aquí, pese a las dificultades», asegura el gobernador local, Mehmet Tekinarslan.