Alejandra Alfaro
@DiarioCoLatino
Con alegría, entusiasmo y unidad, la comunidad de San Antonio Abad se reunió para conmemorar el 42 aniversario de la masacre de “El Despertar”, donde murieron a manos de la Guardia Nacional el sacerdote Octavio Ortiz Luna, junto a cuatro estudiantes y catequistas laicos: Ángel Morales, David Caballero, Jorge Gómez y Roberto Orellana.
La celebración se realizó durante tres días, finalizando el 20 de enero con una misa celebrada en el lugar de la masacre, por el sacerdote Mauricio Aguirre, párroco de Ateos, acompañado del padre Emilio Melara, párroco de San Antonio Abad, y los sacerdotes Luis Coto y José Ángel Rivera de la parroquia de Cojutepeque; quienes resaltaron que esta celebración no es para llorar su asesinato sino para recordar la resurrección de los mártires de “El Despertar”.
El padre Octavio Ortiz era originario de Cacaopera, Morazán, hijo de Alejandro Ortiz y Exaltación Luna. En 1958 ingresó al seminario menor de Santa Ana, después al seminario preparatorio de San Juan Opico y en 1962 al seminario San José de la Montaña. Fue ordenado sacerdote en 1974 y comenzó su labor pastoral en la colonia Zacamil, viviendo en la Iglesia San Francisco de Mejicanos.
El padre Aguirre cuestionó el sentido del martirio 42 años después. “¿Qué sentido le estamos dando nosotros a los santos mártires salvadoreños, a la memoria salvadoreña de aquellos que nos han precedido con la alegría y con su vida?”, señaló el religioso. Además, hizo un llamado a no tener miedo en el seguimiento de Jesús, ya que, a ejemplo de los mártires, quienes estaban haciéndose discípulos del reino, estos se convirtieron en testigos, porque murieron asesinados dando su vida por la iglesia y por este país.
“No tenemos que olvidar, tenemos siempre que hacer memoria. Para que nosotros ahora valoremos el dolor, el sufrimiento, la angustia y demos nuestra vida por el reino de Dios. Tenemos el deber de seguir y continuar nuestra misión de martirio, en nuestra realidad actual, en nuestro momento histórico actual”, sentenció Aguirre.
Por su parte, el sacerdote Coto, quien conoció a Octavio en 1971, compartió algunas de sus vivencias con el ahora mártir. Recordó, además, una experiencia especial con el padre Octavio. En 1985, se lo encontró en Alemania mientras daba conferencias junto al padre Rogelio Poncele y le avisaron que el último de sus hijos varones había sido asesinado en El Salvador. Alguien de los presentes le preguntó a Ortiz cómo podía seguir hablando del reino de Dios después de la noticia que le acababan de dar a lo que este respondió: “es porque tengo fe”.
El padre Coto instó a los asistentes a que “El Despertar” sea siempre un espacio de acogida, de servicio, de búsqueda, de valentía, de ser buenos y verdaderos testigos. “Hoy, cuando de repente suenan cantos de sirena que dicen que todo ha sido una farsa y no, la historia nuestra y de los mártires no son una farsa, es una realidad histórica de la que nosotros debemos aprender mucho”, expresó.
Los hechos suscitados aquel 20 de enero siguen en la impunidad. Ese día una tanqueta entró a la casa de retiro asesinando con saña especialmente al sacerdote, a quien le desfiguraron el rostro pasando el blindado sobre él. En ese sentido, el padre Melara dijo que es imperativo que las nuevas generaciones conozcan la memoria histórica, “para saber que país somos, de dónde venimos. Nuestros mártires nos enseñaron el camino y nosotros tenemos que continuarlo”.
Melara cerró haciendo presente la vigencia del testimonio martirial de Octavio y sus compañeros, “si la sangre de los mártires corrió en aquel tiempo, ahora la sangre nuestra tiene que correr por las calles con su testimonio, con el sacrificio, con la transformación, porque si algo nos dejaron nuestros mártires es que la transformación cuesta caro”, concluyó.