Carlos Castillo, arzobispo de Lima: “Nos enseñó no solo a amar a nuestro pueblo sino a mirar desde él, no solo nos abrió los ojos para ver la realidad sino para mirarla con los ojos de los pobres”.
Arzobispado de Lima
Recientemente la Universidad Ricardo Palma otorgó la distinción de Doctor Honoris Causa al padre Gustavo Gutiérrez Merino O.P: «Necesitamos conocer, reconocer, esta patria nuestra en sus alturas y en sus profundidades, en sus anchuras y en sus estrecheces, en sus posibilidades y en sus callejones sin salida. No olvidemos que el futuro no llega, se forja con las manos, la mente y el corazón», dijo durante su discurso.
En el marco de sus cincuenta años de creación, la Universidad Ricardo Palma otorgó el máximo grado académico al filósofo y teólogo peruano, padre Gustavo Gutiérrez Merino O.P. por sus aportes académicos y sociales en favor de los menos favorecidos de nuestro país y Latinoamérica.
El discurso de orden del padre Gustavo Gutiérrez Merino O.P. como flamante miembro académico de la Universidad Ricardo Palma fue denominado: “No hay nada más concreto que una buena teoría”.
«Quiero agradecer muy sinceramente al rector, Iván Rodríguez Chávez, el inmerecido honor que me hace la Universidad Ricardo Palma al otorgarme un doctorado honoris causa, comentó al inicio de su discurso.»
No hay nada más concreto que una buena teoría
«Tenemos en común el compromiso de lograr que todos los nacidos en esta tierra la reconozcan realmente como su nación, lugar en el que, respetados sus derechos, puedan vivir y realizarse como personas –prosiguió– como la Biblia lo dice a cada paso, y lo dicta el sentido común, no hay paz auténtica sin justicia, sin respeto por los derechos humanos y, claro está, por el primero de ellos: el derecho a la vida. No estamos ante un asunto que pueda ser dirimido únicamente en el campo de las políticas por aplicar o de los factores económicos a tener en cuenta. En la raíz hay una cuestión ética, de sentido de la persona humana, del por qué de la vida en sociedad».
«No hay nada más concreto que una buena teoría, parafraseándolo podríamos afirmar en el Perú de nuestros días que no hay nada más político (en tanto construcción de la polis, la ciudad, la nación) que un buen y exigente comportamiento ético. Las variadas formas de corrupción (el dinero fácil, el juego de influencias, la embriaguez del poder, el uso sistemático de la mentira) corroen la vida social y la credibilidad de quienes tienen importantes responsabilidades en ella», indicó.
En otro momento, el padre Gustavo Gutiérrez señalo que «ya no es necesario hacer largos viajes para hallar el «Perú profundo» de que hablaba Basadre, las entrañas de la nación -con su cortejo de hambre y marginación, pero también de posibilidades y de energías- irrumpen crecientemente el conjunto del territorio y vienen a nuestro encuentro. Hoy el Perú profundo está en todas partes. Lima, la capital que ha vivido de espaldas al país, es hoy la ciudad con mayor número de quechua-hablantes del Perú. Por otro lado, en los últimos años hemos asistido al creciente protagonismo de las poblaciones amazónicas, en defensa de su territorio y otros derechos».
Encontrar los caminos de una auténtica democracia
«Aceptar el desafío a la creatividad que nos viene de la situación que se dibuja, de este tocar tierra en cuanto al conocimiento del país, supone encontrar los caminos de una auténtica democracia –continuó el teólogo Gutiérrez– discernir en la crisis actual, percibir su hondura más allá de la coyuntura, y saber salir de ella con imaginación implica liberarse de una de las peores lacras que enferman y envenenan la relación entre peruanos. Nos referimos a lo poco que parece valer la vida humana entre nosotros».
Necesitamos conocer, reconocer, esta patria nuestra en sus alturas y en sus profundidades, en sus anchuras y en sus estrecheces, en sus posibilidades y en sus callejones sin salida.
«En este saber el papel de la universidad es insustituible. De su calidad académica, científica y técnica depende que pueda cumplir la tarea que el país necesita –precisa Gutiérrez – debemos tener abiertas las universidades a los jóvenes de todas las capas socio-económicas del país. Debemos exigir al Estado que cumpla con su responsabilidad en un campo decisivo del quehacer nacional».
El profundo desdén por la condición humana de la mujer
Gustavo Gutiérrez también se refirió a la situación de la mujer en nuestra sociedad, que pese a ciertos «pasos positivos», aún se halla en una «escala de valores que evidencia un profundo desdén por su condición humana, a quien se le niega la plenitud de sus derechos como personas, a ellas corresponderían las tareas inferiores en la familia, en el trabajo, en la organización social, en la Iglesia. Pero es claro que ese menosprecio es -sobre todo- una degradación del varón como ser humano. La comprensión de que la mujer tiene iguales derechos que el hombre no es un favor, es el reconocimiento de una necesaria equidad».
Competencia profesional, solidaridad en la construcción de una sociedad justa son tareas de la formación universitaria. Pero lo es también el ayudarnos a todos a mirar lejos, a no caer en actitudes nostálgicas que nos fijan al pasado y nada construyen, a no encerrarnos en el momento presente, a tomar conciencia de nuestras energías y posibilidades como pueblo.
«Debemos hacer que la luz del conocimiento pueda iluminar nuestro caminar histórico y que no agregue paradójicamente más obscuridad a un pueblo pobre que lucha valientemente por su dignidad y su supervivencia –dijo antes de finalizar– el gran reto de la juventud es asumir su tarea ante los espinosos problemas del país, ante el sufrimiento y las expectativas de tantos de sus habitantes; no traicionar su responsabilidad con el pueblo al que pertenece».
«No olvidemos que el futuro no llega, se forja con las manos, la mente y el corazón», concluyó.
Mirar con los ojos de los pobres y amar a nuestro pueblo
Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima y primado del Perú también tuvo unas palabras de agradecimiento por las enseñanzas del padre Gustavo Gutiérrez a lo largo de su vida: «nos enseñó no solo a amar a nuestro pueblo sino a mirar desde él, no solo nos abrió los ojos para ver la realidad sino para mirarla con los ojos de los pobres», expresó.
«Como comunidad nos acompañaste y nos inspiraste permanentemente con tu palabra basada en la Palabra de Dios y en la palabra del pobre, y hay algo que nos ha marcado definitivamente: la firmeza y a la vez la delicadeza con la cual nos explicabas las cosas. La firmeza porque nunca te rendiste ante la injusticia, y la delicadeza porque supiste tratarnos», resaltó.
La Teología de la Liberación es meternos en la vida de los pobres, caminar con ellos, escucharlos y reflexionar críticamente sobre la experiencia. Una reflexión, una idea, que pudiera acompañar oportuna y creadoramente a la gente.
«Hoy que estamos en este país desgarrado que tú nos has descrito, lo más importante es que no apostamos solo por la democracia, sino por la anchura de la democracia. Esa es nuestra apuesta, anchar las posibilidades de entendernos y sanar las heridas históricas entre nosotros con lucidez y con profundidad de amor», comentó el arzobispo de Lima.
«Gracias Gustavo, la vida que ahora te falta, es la vida que nos diste», finalizó.
Debe estar conectado para enviar un comentario.