César Villalona
El arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas, ha dicho reiteradamente que el salario mínimo no debe ser inferior a los 300 dólares al mes. El Padre José María Tojeira también aboga por un buen aumento del salario mínimo. La opinión de ambos líderes religiosos contrasta con el interés de la ANEP de mantener salarios mínimos de miseria.
Los salarios mínimos actuales son de 252 dólares en el sector servicios (incluido el comercio), 246 en las industrias y 211 en las maquilas. En el campo, donde hay seis salarios mínimos, el mayor es de 171 en los beneficios de café y el menor es de 98 dólares en la recolección de algodón. Se trata de salarios de miseria, pues de acuerdo a la Digestyc el costo de la vida en la zona urbana está en 400 dólares al mes y en el campo en 288 dólares.
La propuesta de la ANEP, apoyada por sus aliados del sector laboral en el Consejo Nacional de Salario Mínimo, deja los salarios casi iguales, pues solo aumentaría 4.5% anual (durante tres años) en los servicios y 5% en los demás de sectores de la economía. En los servicios el salario apenas llegaría a 263 dólares en el primer año. Incluso, al terminar el tercer año no llegaría ni a 290 dólares. En los demás sectores la situación sería peor.
Contrario a la ANEP, el gobierno propone un aumento para un solo año, de 300 dólares en el área urbana y 250 en el campo, bajo una lógica de gradualidad que permita nivelarlos con el costo de la vida en los próximos años. La propuesta del gobierno coincide con la sugerencia de Monseñor Alas en el área urbana pero todavía no llega a 300 en el campo. Sin embargo, es justamente en el campo donde se propone el mayor aumento, pues actualmente ningún salario mínimo rural supera los 171 dólares.
Los salarios rurales están más rezagados porque se mantuvieron congelados durante 13 años, entre 1979-86 y 1998-2003. El Padre Tojeira atribuye la discriminación salarial en el campo, entre otras cosas, a una concepción racista. Y tiene razón, pues para la oligarquía salvadoreña, que siempre ha dominado el Consejo de Salario Mínimo, el campesinado es una clase despreciable, destinada a desarrollarles sus fincas y a vivir en la miseria.
El salario urbano también estuvo congelado en los años 1998-2003. Además, los aumentos que ha tenido son muy pequeños. Por eso también está muy lejos del costo de la vida.
El tema del salario mínimo está llegando a un momento decisivo. La opinión pública rechazó la propuesta que la ANEP quiere imponer. Las opiniones críticas de autoridades de la iglesia, del movimiento popular y de la academia son demoledoras. Pero hay que cambiar la falsa representación laboral en la mesa tripartita, para que aumento sea digno, no de 5, 6 o 7% por año, que es lo mismo.