Carlos Girón S.
Todo el mundo necesita la publicidad, en una u otra forma: para promoverse personalmente o promover un proyecto, una obra ya realizada, o un proyecto, o para dar a conocer cosas nuevas, inventos, descubrimientos. Tal vez sin darse cuenta -inconscientemente- hay muchas personas que están haciendo publicidad, bien para sí mismas, o para establecer una comunicación, dar una noticia o enviar un mensaje. Desde tiempos remotos se ha presentado esta circunstancia.
En este sentido, una de las primeras formas fue la de señales de humo que los pueblos primitivos empleaban para mandar mensajes de bienestar o en casos de emergencia. Los pueblos se mantenían atentos a la aparición de esas señales, que o bien las alegraban con buenas noticias o, por el contrario, les entristecían. Otra forma era la de los sonidos de tambores o címbalos, que con su tan-tan, mandaban noticias sobre las condiciones de tales familias o comunidades. La repetición de esos “tan-tan”, por cierto, fueron las primeras manifestaciones de la música que luego fue desarrollándose en armonías y ritmos hasta llegar a las épocas actuales.
Pero no olvidemos la publicidad que hacían los jefes o personalidades de los reinos antiguos, como fueron los sumerios, que tenían su propia forma. Los egipcios tenían los papiros, las paredes y columnas de sus templos, donde escribanos de los faraones y reyes, así como también de sus grandes guerreros conquistadores, escribían ya fuera eventos de las vidas de ellos o de las grandes obras construidas o sus hazañas guerreras. En esto, Champollion fue el genio que logró descifrar e interpretar las escrituras cuneiformes o de figuras de aquellos antiguos palimpsestos, como en la famosa Piedra de Roseta, que fue la clave para las subsiguientes interpretaciones de tales inscripciones.
Con el pasar de los siglos fueron mensajeros los que iban y regresaban de un lugar a otro, a menudo distantes, quienes llevaban noticias o recados de un rey a otro, o de un general a otro. Se tiene el caso de Efialtes, un pastor deforme, que traicionó al rey espartano Leónidas (en el año 480 a. C.), corriendo una gran distancia para ayudar al rey persa Jerjes I, llevándole el mensaje –o publicitándolo- de cómo encontrar otra ruta alternativa al paso de las Termópilas, donde este fue vencido.
Avanzaron los siglos y nos encontramos luego a los juglares que, a su manera, hacían publicidad cuando en las esquinas de calles de barrios daban a conocer disposiciones de autoridades locales, comunales o regionales para que las cumplieran los vecinos o ciudadanos. Y una remembranza de ellos fueron los “bandos” (publicidad) que, no hace muchas décadas, propalaban a voz en cuello, empleados de gobiernos de los municipios, principalmente y que con frecuencia tenían carácter de obligatoriedad en el cumplimiento de lo que se pregonaba o propalaba.
Siglos más tarde, la invención de la imprenta por Guttemberg fue un paso de gran avanzada en un nueva forma de publicitar algo mediante la impresión de lo que se tratara, en hojas de papel o en libros. Nacieron así los panfletos que evolucionaron a diarios de pocos tirajes, hasta llegar a los actuales con muchas paginas y miles de tirajes.
No se deje atrás a los medios radiofónicos que casi caminaron a la par de los periódicos impresos, teniendo la ventaja de que publicitar anuncios o sucesos a pocos momentos o poco después de que se producían. Y, en seguida, ¡pum! hace su aparición la televisión, campeona no solo en publicitar acontecimientos que se estaban desarrollando, sino mostrando los hechos con cámaras enfocadas en lo que estaba sucediendo.
Si, cierto, pero en este caso es preciso que el televidente esté allí -en esos momentos- para enterarse de la situación, y si no estaba allí, se perdió de conocer lo publicitado o no lo volvería a ver a menos de una repetición horas después. Igual si se trata de anuncios. Aquí, a menos que estos sean subliminales (relampagueantes, que aparezcan por fracciones de segundos –para que calen al subconsciente— y luego desaparezcan) no logran el mismo efecto que si están impresos.
Y, ¡aquí está la gran ventaja y ganancia de los periódicos! Las noticias publicitadas pueden ser leídas en un momento u otro, cuando los lectores tengan tiempo, pero saben que allí están, a la mano, lo cual pueden buscar y encontrar en las hemerotecas. Asimismo, la publicidad, la propaganda de lo que sea, desde venta de inmuebles, ofertas de empleos o productos de uso y consumo, servicios profesionales, viajes, etc., se pueden consultar a cada rato, en cualquier momento, ¡ah, y aprovechar las ofertas que tienen tiempo limitado!
Aquí, pues, está la importancia de la publicidad, y lo bueno que les ha servido a las agencias y empresas que se dedican a elaborarla con los anuncios. Y aquí es de admirar la tremenda capacidad de los creativos publicitarios, que se dedican a imaginar e inventar modos y maneras de presentar al público, toda clase de productos o artículos, incluyendo aparatos eléctricos y electrónicos.
Aparte de eso, que es verdad, puede y debe decirse que todos los periódicos, grandes o pequeños, son importantes porque cada uno -a su manera- cumplen una buena función de servicio a la población. Por lo tanto, todos merecen ser tomados en cuenta para las necesidades de la publicidad privada y gubernamental. Por ello, no se justifican las marginalidades ni discriminación de una ni de la otra parte.
Es impresionante y plausible apreciar el caudal de publicidad que se canaliza a los llamados grandes medios, especialmente los impresos, pero que no es lo mismo con los medios pequeños, que tal vez lo sean precisamente porque no perciben los recursos que aportan las agencias de publicidad, debido a lo cual no pueden tener una gruesas y amplia circulación.
Seguramente ya se adivinó que nos referimos al caso concreto del orgullosamente centenario Diario Co-Latino, fundado por el recordado periodista don Miguel Pinto, con la finalidad y el propósito de estar al servicio de los mejores intereses de todos los salvadoreños. Esa herencia la conservan los miembros de la Cooperativa de Empleados de esta empresa que la sostienen, dirigidos tan acertadamente por el recto, veraz y valiente Lic. Francisco Elías Valencia. Lo penoso es que todos ellos, con su cooperativa, están en un gran riesgo de perder sus puestos de trabajo como consecuencia de que desaparezca el diario, si no recibe el auxilio de la publicidad, tanto la privada, como la gubernamental. No se justifica ninguna discriminación por el hecho de que se apeguen a un principio fundamental de la democracia, como es el de respetar la pluralidad de ideas, de pensamiento y palabra. Si los salvadoreños vivimos bajo el cielo de una democracia, que se comience por darle vigencia, dándole similares oportunidades a quienes trabajan en la construcción y sostenimiento de una Patria como la nuestra.
Este diario, lo repetimos, no merece la discriminación por su orientación ideológica. Con sus noticias, editoriales y comentarios de los colaboradores representa lo que se dice “el otro son de la campana”. Y esto es saludable para un país que se denomina democrático y republicano.
Sería una gran lástima, una gran pérdida si Diario Co-Latino llegara a desaparecer. Creo que eso no lo debemos permitir los salvadoreños que amamos nuestra Patria. Por eso, secundemos el llamado a las agencias publicitarias y al Gobierno, a que canalicen publicidad al mismo en una medida que le ayude a sobrevivir sin angustias y sin necesidad de andar solicitando donaciones o limosnas, como los mendigos…