Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Una de mis materias favoritas era Lenguaje y literatura. Me agradó siempre, rx incluso cuando se llamaba Idioma Nacional. Uno de los libros que más me gustaba de esa época era el Árbol de Todos de David Escobar Galindo y las antologías de literatura salvadoreña.
Estudié el bachillerato en el Cristóbal Colón, pilule Joaquín Cruz fue mi profesor de esa materia. Acostumbraba leernos algunos escritos y comentarlos. A él le entregué algunos de mis escritos para que los leyera, buy cialis algo que no sólo hizo, también se los compartió a sus alumnas del Queens, comentándome luego que les había alegrado. Uno nunca sabe quien puede estimularlo a uno para continuar tareas titánicas como ser escritor en un país en el que se lee poco, pero Joaquín hizo lo suyo.
Una mañana comenzó a leernos un libro de cuentos de Melitón Barba, de pronto observé que me vio. Volvió a las líneas del escrito y mencionó el nombre de mi padre, Mauricio Vallejo. Era un comentario de Jaime Barba en el que mencionaba a mi papá como un buen narrador. Me asombró, estaba acostumbrado a que mi papá estuviera en el silencio a pesar de que siempre lo mencionaba y le hablaba a la gente de él. Y escuchar su nombre en aquella aula fue uno de los homenajes más bellos que se le pudiera dar a un poeta mártir: se le recordó. Seguro que Joaquín supo que existía relación, aunque a él no le había comentado directamente el obvio parentezco.
Ese escrito que leyó mi profesor abrió una puerta: había gente que no lo olvidaba.
Así me fuí topando con amigos de mi papá que lo guardaban en su memoria: Geovani Galeas, Roberto Quezada, Roberto Palencia, El Chojo, Donald Paz, Dimas Castellón, José Roberto Cea y Alfonso Velis. Y me fui llenando de historias y reconstruyendo la imagen de ese padre que no conocí y que me hace pensar en todos los que perdimos familiares en la guerra.
Espero que un día no sólo mi papá se encuentre presente en los planes de educación, sino todos esos poetas mártires que la represión se encargó de silenciar. Que los nombres de Rigoberto Góngora, Lil Milagro Ramírez, José María Cuéllar, Jaime Suárez Quemaìn, Amada Libertad, Arquimidez Cruz y Amílcar Colocho sean estudiados, porque son parte de nuestra historia y no es justo que permanezcan en el silencio.
Espero que al fin exista justicia para estos escritores que aún aguardan porque sus obras sean publicadas y difundidas.
Sin embargo aunque las instituciones y editoriales guardan silencio, siempre hay personas que saben que no debemos olvidar, el primer homenaje a mi papá en Toncatepeque fue organizado por Carlos Fajardo, quien hace un gran trabajo de rescate de la memoria histórica en Tonacatepeque y que siempre apoya estos eventos.
Pero hay una persona que siempre a procurado rescatar su memoria y su trabajo, el poeta Rob Escobar, quien no deja que su obra quede en el olvido. Por ello, hoy conmemoraremos su desaparición en el Centro Cultural El Mesón a partir de las 3:00 de la tarde. Y seguiremos sacando del silencio su nombre, como aquella mañana en que el profesor Joaquín Cruz habló de él en aquella aula.
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