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La independencia en su mes

José M. Tojeira

Pronto celebraremos el día de la Independencia. Por eso conviene revisarla. ¿Tiene sentido hablar hoy de independencia nacional? ¿Hemos avanzado en el sentido ético que la independencia debe tener? ¿O simplemente le llamamos independencia a la ley del más fuerte? Son preguntas necesarias tanto para evaluarnos a nosotros mismos como país como para entender qué significado puede tener hoy a nivel nacional la palabra independencia. Si recordamos la Independencia de 1821 veremos que fue prioritariamente Centroamericana y secundariamente nacional. Hoy vivimos esa realidad exactamente al revés. Nuestra independencia es prioritariamente nacional y muy secundariamente Centroamericana. El retroceso que ha significado esta disgregación en pequeños estados es evidentemente un deterioro de la primera independencia, marcado muchas veces por guerras sangrientas entre nuestros países, junto con dictadorzuelos y militares golpistas. La unión centroamericana, a pesar de algunos ligeros avances, está hoy en los límites más bajos de posibilidad real, si tenemos en cuenta que al menos tres países del área, Guatemala, Honduras y Nicaragua, tienen gobiernos autoritarios, anti democráticos y marcados por la corrupción.

A partir de 1821 hemos podido observar dos modos de manejar la independencia. La primera la que impusieron los que en ese momento tenían poder. Fue la independencia de los poderosos, que trató de dejar fuera los intereses populares. Así quedó reflejado en el Acta de Independencia firmada en Guatemala cuando los “notables” afirman textualmente que proclaman la independencia “a fin de prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Es la independencia de los poderosos, que quieren mantener sus privilegios e intereses. Pero ya convocada la primera Asamblea Constituyente de Centroamérica, en la que se ratifica la independencia, aparece otra tendencia, manera y modo de ejercerla, mucho más apegada a los derechos universales de la persona humana. El sacerdote salvadoreño José Simeón Cañas, rector que fue la Universidad San Carlos de Guatemala, es un claro ejemplo de esta tendencia. Su discurso exigiendo la abolición de la esclavitud en Centroamérica muestra un nuevo camino de igual dignidad y solidaridad con todos los habitantes del nuevo y amplio país. Ya la Comisión de gobernación de aquella Asamblea Constituyente había sentenciado que “en la sociedad natural son desconocidos los nombres de superior e inferior, de esclavo y de señor. Todos los hombres son iguales en esta sociedad”. En su vibrante solicitud de abolición de la esclavitud, José Simeón Cañas pide que se declare la libertad de los esclavos “sin discusión y por general aclamación”. Y continúa: “Si la nación toda se ha declarado libre, lo deben también ser las partes que la componen”.

El principio de universalidad que manejaba este prócer debe ser también en la actualidad la medida de la Independencia. Si la pobreza es una forma de esclavitud, debe ser abolida a través de los mecanismos de trabajo, salario digno, redes de protección social con los que hoy funciona el Estado. Si en una nación libre no hay superiores ni inferiores, cómo es posible que se mantengan unas desigualdades que claman al cielo. Pensar que somos independientes porque tenemos unas fronteras bien delimitadas y una Constitución vigente es un error. La no dependencia, que eso significa independencia, exige personas libres, con el suficiente apoyo para desarrollar lo más plenamente posible las propias capacidades. La libertad no se escribe con sangre ni con guerras civiles, sino con solidaridad estatal, apoyo familiar y esfuerzo personal. En ese sentido tenemos en los Derechos Humanos una guía para la auténtica libertad nacional.

Y en Centroamérica el marco regional para la constitución de un Estado realmente independiente. La violencia, la desnutrición, las desigualdades, las violaciones de los Derechos Humanos no son muestra nunca ni de libertad ni de independencia. ¿Queremos celebrar la Independencia? Hagámoslo, pero insistiendo y trabajando en la construcción de una sociedad libre de violencia, de desigualdad y de pobreza.

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