La infidelidad

Santiago Vásquez

Escritor ahuachapaneco

 

Sentado frente a la computadora, viagra escribía y escribía hasta el cansancio, sin faltar una taza de café para espantar el sueño, cuando éste pretendía robarle la inspiración.

Su  mujer no le parecía tanto aquel abandono al que había sido sometida, víctima de aquella necedad, que hasta llegó a creer que era una grave situación enfermiza, aunque comprendía la necesidad de aquel hombre por convertirse en un famoso y célebre escritor, aún a pesar de entender que el oficio de escritor los mantendría siempre en una estrecha, difícil y paupérrima situación económica.

Un día de tantos, ansiosa por conocer las historias contadas por su marido, tomó algunas notas impresas para leerlas pero, al seguir con mucha atención aquellas líneas, descubrió el inmenso amor que revestía el alma de aquel hombre cuando leía entre líneas

“Tus labios me llenan de esperanza cuando me besas, tus ojos, encienden la prisión oscura a la que he sido confinado por un crimen que no he cometido, sin embargo, acepto este castigo porque sé muy bien que me amas y mi corazón te pertenece eternamente, he comprendido que desde antes que nacieras, el destino me tenía atado junto a ti; las horas pasan y mi pensamiento no puede apartarte de ni un solo instante, esperando el momento de nuestra intensa  entrega, donde nuestros cuerpos se funden en al más profundo fuego de nuestro deseo”

Al leer cada una de aquellas delicadas líneas del nuevo libro, la curiosidad le invadió inmensamente el ser y siguió buscando la continuación de aquella sublime historia jamás contada, de pronto, la atención fue distraída por el grito de su hijo, quién desde el patio de la casa le llamaba insistentemente, las páginas que había tomado del escritorio, las colocó cuidadosamente en el mismo lugar, tomó un folder de unos recibos que había olvidado en la mesa del comedor y salió corriendo.

-¿Qué pasa muchacho?

-Es que me acaba de morder Chiripa, la chucha de la niña Clelia.

-Y qué diablos andas haciendo metiéndote en casa ajena, ven, voy a colocarte limón en la mordida, el muchacho, se sentó en la primera grada que conducía a la segunda planta de la casa de los Estrada y la madre, como toda una enfermera, lo curó con aquellas sublimes y delicadas  manos que muy bien definiera un poeta lleno de mucha sensibilidad y lirismo en un poema muy bien logrado titulado “Las manos de mi madre”.

La tarde parecía corretear sin rumbo por todo aquel vecindario hasta cubrirla completamente de tristeza,

Aquella duda de las líneas que había leído en los escritos de su marido, le inquietaban incesablemente hasta hacerla entrar en verdaderos ataques de celos enfermizos.

Aquel hombre no se quitaba de la computadora, era difícil seguir descubriendo aquella historia que escribía, una madrugada, aturdido por aquel encierro de muchos días y muchas noches sin tan siquiera ver la luz del sol, salió para un café que era frecuentado por poetas, novelistas, cuentistas, periodistas, pintores, músicos y uno que otro aficionado a la literatura, entró al establecimiento donde colgaban de las viejas paredes, retratos de los hermanos Machado, Rubén Darío, Pío Baroja,  Don Miguel de Unamuno, además de algunas pinturas clásicas.

El hombre se quedó mirando los retratos, como añorando no poder ver el suyo al lado de aquellos grandes escritores, pidió una taza de café y se integró a la tertulia que sostenían entre humo de cigarrillos, carcajadas, lectura de fragmentos escritos entre el delirio y la pasión de un verdadero amante de las letras

En la casa, su mujer aprovechó el momento para seguir descubriendo aquella historia de amor que le intrigaba tanto, entre sus líneas, descubrió lo siguiente:

“Últimamente, las misteriosas y turbulentas olas del mar embravecido de la soledad, me han llevado a sufrir profundamente por tu amor, cuando estoy contigo, todo se vuelve eternamente azul, más, cuando te vas de mi lado, la vida se me escapa en mil pedazos hasta dejarme profundamente inerte…no puedo ya… vivir sin ti…”

La mujer, no terminaba de creer lo que estaba leyendo y ansiosa por encontrar el nombre de aquella mujer a quien estaban dedicados aquellos hermosos textos, decidió seguir  buscando el desenlace de aquella historia hasta que al fin logro encontrar lo siguiente:

Estela, la que me ha entregado todo sin esperar nada a cambio, la que me ha llenado de dicha y placer los días de mi juventud, Estela, la mujer que siempre amaré por resto de mis días, Estela, llévame en el torrente sanguíneo de tu ser, como un náufrago sin rumbo, buscando el puerto más cercano de tu corazón, Estela… Estela… Estela…”

Aquella mujer, enloquecida por la furia de los celos,  le retumbaba el nombre de Estela en sus oídos y eso no lo podía soportar más y en un arrebato de la más profunda cólera, tomo el rollo de páginas, se dirigió a la cocina, y les prendió fuego, se fue a la computadora y la destruyó por completo, de tal manera que aquel nombre mencionado insistentemente desapareciera por siempre por todos los rincones de este mundo y que no se escuchara nunca más, entró al dormitorio y se tiró sobre la cama llorando inconsolablemente.

Su marido, como presintiendo algo extraño, no llegó durante tres días, al cuarto día por la mañana, alguien llamo a la puerta preguntado por el Señor Estrada Vicente, oportunamente, al momento que lo buscaban, se encontraron en la puerta, la mujer se les quedaba mirando a los hombres que muy sonrientes le explicaban que la dichosa visita se debía a un recado urgente que le traían de España.

-Es usted muy afortunado Señor Estrada, ha sido uno de los pocos ganadores del Concurso de novela de la Editorial “Letra Negrita”, ya que últimamente por falta de calidad literaria, el certamen ha sido declarado desierto, pero en esta oportunidad usted ha sido el ganador.

El señor Estrada se sostuvo de la puerta y con un frágil aliento que casi le ahogaba se dijo así mismo:

-No puede ser.

Al mismo tiempo que le explicaban los pormenores, le entregaban un sobre y le hacían ver que su novela había sido merecedora de un premio de 25,000 dólares y que pronto iba a ser publicada por una Editorial de prestigio.

En este sobre están todos los detalles y en este otro los boletos del viaje para la premiación.

Muy entusiasmado y casi perdido, abrazó a su mujer, recibiendo un ejemplar que le traían como un recuerdo de bienvenida al difícil mundo de la Literatura.

Tomó aquella elegante y fina Edición de su novela y pidió a uno de los visitante que leyera la última página a lo cual accedió inmediatamente

“ESTA NOVELA ESTÁ DEDICADA CON MI MÁS PROFUNDO RESPETO, AMOR Y ADMIRACIÓN A MI AMADA ESPOSA ROSMERY DE ESTRADA, QUIEN A SACRIFICADO PARTE DE SU VIDA AL LOGRO DE ESTE TRIUNFO; POR TANTAS HORAS DE SOLEDAD, TUS BESOS SIGUEN SIENDO MI REFUGIO A MI ETERNA LOCURA.

ESTELA, ERES MI ADORADA ROSMERY.

Atentamente. El Autor.

La mujer, se abalanzó a los brazos del Señor Estrada Vicente y le explicó los profundos celos que sentía al ver aquella historia de amor dedicada a una mujer llamada Estela, afortunadamente, la novela ya había sido enviada con anterioridad, logrando salvar una verdadera historia de infidelidad literaria.

El hombre sonrío con un profundo aire de satisfacción y murmuró:

No puede ser, destruyó mis manuscritos.

Siempre lo sostuve

Verdaderamente

Existen las historias de amor.

 

 

¡

 

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