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La integración: oportunidades y costos

Jorge Gómez Barata

La fallida tentativa de rebelión de Grecia contra el poder global representado por la “Troika”, clinic ilustra el camino mediante el cual el estado nacional, treat una entidad geopolítica que ha durado unos 300 años, comienza a contraerse al integrarse estructuralmente a organismos mayores, cediendo cuotas de soberanía y autonomía. Por ese camino, con el tiempo, dejará de existir. Para Europa, la novedad no es el proceso que ya ocurrió antes, sino la escala. El feudalismo europeo duró unos mil años y su desintegración condujo a  unificaciones que combinando procesos económicos y políticos, incluso militares, dieron paso a las monarquías absolutas y a la formación de estados nacionales. De aquellos anales formaron parte, conquistas, desplazamientos poblacionales y episodios como la reconquista española, la colonización del Nuevo Mundo, las revoluciones del siglo XVIII en Francia y los Estados Unidos, las guerras napoleónicas, la independencia hispanoamericana y naturalmente la Revolución Industrial.

Así nació una estructura geopolítica global que favoreció las hegemonías y que comenzó a configurarse cuando en 1898 los Estados Unidos debutaron derrotando de modo relampagueante y con escasas bajas, no solo a España, sino a toda Europa, que dejó sola a la Corona española. La andadura dio lugar, entre otros fenómenos, a dos guerras mundiales, ambas iniciadas en Europa y rematadas por la superioridad económica y militar norteamericana.

En ese proceso rodaron testas coronadas, se liquidaron, por la fuerza, por la razón o por una combinación de ambas, los principados europeos, los estados pontificios y las colonias americanas. En el quehacer hubo fracasos, uniones mal soldadas y éxitos como la unificación de las 13 colonias de América para crear los Estados Unidos y la integración de los principados que condujo a la formación de Alemania.

A lo largo de sucesivas invasiones, que tuvieron lugar a lo largo de 20 años, Napoleón Bonaparte impuso a los principados alemanes los criterios burgueses de las leyes francesas, que implicaban la abolición de la servidumbre y el fin de la fragmentación feudal; a su vez la resistencia germana y austriaca frente a la invasión contribuyó poderosamente a la unidad.

Con la derrota de Napoleón en Rusia en 1812, en Alemania no se restableció la situación anterior sino que se avanzó hacia la integración con la formación de la Confederación Germánica, que de unos 360 principados se redujo a 36 que en 1834 constituyeron la Unión Aduanera de Zollverein. Así nació el imperio alemán, que duró hasta el fin de la Primera Guerra Mundial cuando se creó la República de Weimar, liquidada en 1933 cuando Hitler asumió el poder y creó el Tercer Reich. Forzando las analogías, la unión de Europa recuerda la de Alemania.

Aunque hubo varias experiencias fallidas y otras se sostienen de modo precario, la creación de asociaciones y uniones de países, mecanismos de integración económica y concertación política, tratados de libre comercio, zonas económicas, parlamentos, bancos comunes y otras organizaciones estatales o paraestatales, es la tendencia internacional predominante, no sólo en Europa sino en todo el mundo, especialmente en América Latina.

No obstante la necesidad de la integración económica y política que se impone como tendencia y sus beneficios, es preciso comprender que también entraña riesgos. Ningún país puede integrarse sin ceder prerrogativas y todos deben saber que a más integración, menos soberanía.

Las asimetrías, el desigual desarrollo, así como los precedentes históricos,  no son datos irrelevantes. Grecia acaba de recibir una lección que lamentablemente tendrá una larga, dura y probablemente trágica zaga. Es probable que este episodio retrase otros empeños análogos.

No quisiera extraer conclusiones apresuradas pero es probable que, al trascender a los estados nacionales, principal categoría geopolítica de la era moderna, la civilización occidental rebase también el horizonte liberal y las nociones vigentes acerca de la democracia. Volveré sobre el asunto. El tema es infinito pero el espacio no. Allá nos vemos.

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