German Rosa, s.j.
En tiempos electorales nos damos cuenta del poder de la información y también de la desinformación. Informar es dar a conocer a los ciudadanos lo que ocurre con la crisis del agua, las pensiones, los casos de corrupción, la violencia delincuencial, los feminicidios, etc. Informar es un modo de incidir en la política y sus consecuencias en el país. En este período de las elecciones políticas que se avecinan, nos percatamos que las preferencias electorales están cada vez más influenciadas por la inteligencia artificial. Es decir, existe un influjo determinante de las máquinas inteligentes o computadoras que procuran maximizar las posibilidades de éxitos de los candidatos a los cargos políticos y responsabilidades gubernamentales.
En El Salvador la población mayoritariamente está informada a través de la televisión, las redes sociales, los periódicos digitales y también la radio. Los mensajes políticos llegan prevalentemente a través de estos medios de comunicación. Más del 90 % de la población tiene teléfono celular, el 78.8 % de los hogares tienen servicio de internet, el 75.9 % tiene televisión con cable, el 64.7 % de las casas tiene acceso a la computadora. Las cuentas más empleadas en el país son: Facebook (76.6 %), Twitter (37.5 %) e Instagram (42.8 %) (Cfr. Instituto Universitario de Opinión Pública, UCA, Boletín de prensa, Año XXXV, Nº 2). Dada esta realidad, no podemos ignorar que existe un riesgo real del influjo de las noticias falsas (fake news) como modo privilegiado de algunos líderes políticos para acceder al poder.
En los períodos electorales, la informática se emplea para percibir, razonar, aprender de los usuarios sus tendencias y preferencias políticas, de tal modo que se van creando ofertas electorales a la carta con toda la ingeniería de la inteligencia artificial, las redes sociales y las altas tecnologías para estimular las reacciones que se desean de los electores. Evidentemente, a través de estos instrumentos técnicos se pueden generar relaciones emocionales con los usuarios. La tendencia es que las máquinas, las computadoras tengan tal interacción con los electores que puedan predecir sus reacciones y preferencias mediante la intensidad del uso del internet y las redes sociales, y al observar datos y procesos de comunicación política se utilizan algoritmos o cálculos sistemáticos para predecir los resultados del impacto publicitario o de las reacciones de los electores que están siendo manipulados emocionalmente.
La eficacia del uso de la inteligencia artificial es de tal calibre que se logran metas en términos de porcentajes de votos y de resultados electorales. Obviamente, estos instrumentos técnicos sofisticados logran conocer el razonamiento político y modificar las tendencias de las mismas preferencias electorales.
La información, el conocimiento, el saber tienen una gran incidencia política y también una fuerza tremendamente liberadora o terriblemente opresiva. Y todo conocimiento tiene un interés, según la finalidad con la que se pretenda emplear dicho conocimiento, porque puede cambiar la sociedad técnica, científica y culturalmente (Cfr. Jürgen Habermas).
El conocimiento puede llevar al ser humano a optar por los mejores líderes que respondan a sus demandas y necesidades. Y la desinformación puede convertirlo en un mero objeto de control remoto de aquellos que controlan las redes sociales.
Hoy nos percatamos que desafortunadamente con la inteligencia artificial asoma el peligro del control del cual no se puede escapar ninguna persona. Y este control no nace solamente del poder de la información sino también de la desinformación que puede alienar, manipular y dominar comunidades, países y regiones enteras del mundo globalizado con los fines políticos de determinados grupos de poder.
La inteligencia artificial peligrosamente también puede ponerse al servicio de la desinformación. Los avances en este campo han demostrado que se pueden crear audios y videos falsos, fake news, desvirtuando todavía más la diluida frontera entre la realidad y la ficción. Y solamente los propietarios y proveedores de las plataformas de las redes sociales tienen el control para evitar las avalanchas de desinformación que circulan por el mundo entero (Cfr. https://www.eltiempo.com/tecnosfera/novedades-tecnologia/los-pilares-de-la-era-actual-de-la-desinformacion-143180). No hay que olvidar también que la misma inteligencia artificial se emplea para detectar noticias falsas (fake news) y la desinformación en las redes sociales.
En el presente siglo, los procesos políticos electorales han tenido una gran incidencia de Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram, YouTube, etc. El expresidente Barack Obama consiguió que las nuevas tecnologías del Internet, el correo electrónico, los celulares, los blogs, etc., se convirtieran en la nueva forma de hacer política y logró una empatía con la gente y muchos seguidores. La propagación de fake news ha sido empleada por el expresidente Donald Trump, el presidente Jair Bolsonaro, la campaña política a favor del Brexit, etc. La manipulación política de los ciudadanos a través de las redes sociales no es una ficción sino que es una realidad.
Las redes sociales se han convertido en el arma más poderosa de muchos líderes políticos. Twitter es la red social que más gobiernos y Ministerios del Exterior eligen para comunicarse. Según una investigación de Burson-Marsteller en el año 2016, 793 cuentas de Twitter pertenecían a jefes de Estado en 173 países, lo que representaba el 90% de los miembros de la ONU. Juntos tenían 324 millones de seguidores. Además, todos los países de Europa y Sudamérica tenían presencia en la red social y sólo 20 países del mundo, principalmente en África y el Pacífico, no tenían cuentas de Twitter (Cfr. https://cnnespanol.cnn.com/2016/06/01/la-diplomacia-en-la-era-de-las-redes-sociales-los-lideres-que-mas-usan-twitter-los-mas-influyentes-y-los-mejor-conectados/).
La inteligencia artificial mal empleada puede convertirse en una fábrica de ficción y desinformación con fines políticos a tal grado que se ha convertido en un medio de disputa que protagoniza uno de los grandes conflictos globales: “Internet es el nuevo territorio geoestratégico y la tecnología, el campo donde se decide la próxima hegemonía global. Washington y Beijing están en pleno desafío por su control” (Cfr. https://www.politicaexterior.com/actualidad/la-desinformacion-nueva-generacion/).
Las plataformas de las redes sociales están reguladas por quienes las administran. Y la censura puede ser premeditadamente para favorecer una posición política en detrimento de otra postura.
Vivimos en un mundo en el cual abunda la desinformación. La desinformación adormece, embrutece, se impone como un modo específico de pensar, creando un efecto multiplicador como el movimiento de una hélice que da vueltas y la esparce en todas las direcciones con fines instrumentales o maquiavélicos por sectores y grupos de poder.
Es curioso, Nicolás Maquiavelo fue tan genial al desenmascarar la capacidad que tenía quien ostenta el poder para crear falsas impresiones de realidad. Y la inteligencia artificial puesta al servicio de grupos de poder tiene una eficacia impensable. Nicolás Maquiavelo dice claramente que las personas con gran vulnerabilidad obedecen a las necesidades del momento, en consecuencia, aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. Y el maestro del engaño recurre con facilidad a las apariencias y al éxito como medios eficaces para lograr que se imponga la mentira (Cfr. Maquiavelo, N. 2015. El Príncipe. San Salvador, El Salvador: Editorial Jurídica Salvadoreña, pp. 75-77).
En la era de la cultura digital frecuentemente se toman las decisiones equivocadas por la influencia de la desinformación y porque se oculta la información veraz. Lo más preocupante es que la desinformación tiene capacidad de inducir deliberadamente a la población. Podríamos parafrasear al filósofo Jürgen Habermas, afirmando que uno de los peligros omnipresentes es el interés de la desinformación o, viceversa, la desinformación peligrosamente tiene un interés…
El futuro de los movimientos sociales, de las instituciones de la sociedad civil y de la sociedad política dependerá en gran medida de la capacidad de identificar las influencias omnipresentes de la desinformación. Y el éxito de las reivindicaciones de los sectores más vulnerables y de los empobrecidos dependerá de la capacidad de crear los instrumentos necesarios para poder tomar las decisiones políticas identificando la desinformación y apostando por la información veraz.
Las instituciones públicas o privadas, la sociedad civil y la sociedad política, normalmente protegen su propia información y tienen antivirus para conservarla, incluso tienen muros anti-hackers. Sin embargo, todas estas instituciones u organizaciones no tienen el anti-virus para controlar el virus de la desinformación que se está imponiendo en nuestro mundo de hoy.
Los líderes, los cuadros directivos y las personas normalmente toman sus decisiones con la información con la que cuentan, pero no tienen el instrumental adecuado para considerar cuánto de la información que se tiene es una auténtica y verdadera desinformación. La solidez, la estabilidad y la proyección de estas instituciones u organizaciones dependerá en gran parte de la capacidad de tomar decisiones exitosamente teniendo en cuenta la desinformación que ha permeado sus propias instituciones u organizaciones. Y mucha desinformación se difunde porque se emplean eficazmente todos los instrumentos técnicos más avanzados de la inteligencia artificial con una velocidad nunca imaginada.
La desinformación erosiona los liderazgos, las instituciones, desarticula la organización política y los movimientos sociales, y de esta manera se logra imponer hegemónicamente los intereses de los grupos que la difunden. Nunca antes la filosofía de Nicolás Maquiavelo había tenido tanta eficacia universalmente como ahora con el empleo de la inteligencia artificial al servicio de la desinformación en la era de la cultura digital. Tal como se puede percibir en el pensamiento de Maquiavelo: el fin justifica los medios. Y el fin de alcanzar el poder justifica la desinformación. Y la inteligencia artificial en la era de la cultura digital es uno de los mejores medios para lograrlo.