Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
El odio es irracional, pero la gente lo ve como normal y lo justifica como sea.
La matanza de indígenas de 1932 y el holocausto judío por la Alemania Nazi durante la segunda guerra mundial tienen en común ser una demostración de cómo la intolerancia llega a convertirse en odio, me recuerda que el mundo es vulnerable de convertirse en escenario del crimen sólo porque a alguien se le antoja odiar. Vulnerable de cambiar en poco tiempo todo lo bueno por lo malo, de culpar a una etnia o a una religión por todo lo “malo” y buscar destruirlo, perseguir para satisfacer el canibalismo de criminales.
Creo que nadie imaginó que Maximiliano Hernández Martínez ocuparía el levantamiento de 1932 para ordenar que miles y miles de indígenas fueran asesinados y que por años fueran perseguidos, vistos con desconfianza y obligados a dejar de lado sus costumbres e idiomas, porque el odio es así: intolerante. Y nuestros hermanos indigenas no son los únicos, durante siglos los Afrodescendientes sufrieron la esclavitud de las potencias europeas, y aún hoy son víctimas de racismos. Ser diferente es un delito para algunos.
Acaso no recordamos lo que tuvieron que pasar nuestros abuelos los Bnei Anussim (Hijos de judíos obligados a convertirse al catolicismo), Judios que fueron obligados a convertirse para no convertirse en cenizas gracias a los inquisidores y a guardar silencio de sus tradiciones costumbres durante siglos. Teniendo que ser criptojudíos por el temor de ser señalados como “asesinos de Cristo” o “judaizantes”, solo por defender su tradición y hacerlo aún en secreto.
Porque la persecución es normal y cíclica, el odio contra los judíos no es cosa nueva, así como por los indígenas o las múltiples minorías. Después del ataque a las Torres Gemelas en el 9-11 se comenzó a señalar al Islam de todo lo malo, sin reparar en qué era la verdad y que no, solo se señaló a todos.
Adolf Hitler culpo de todas las desgracias a los judíos y los fue arrinconando en guetos, para después llevarlos a campos de concentración y convertirlos en pantallas para lámparas, botones y jabón. Algo completamente irracional, pero mientras sucedía nadie decía nada. Nadie dice nada mientras no le moleste directamente, la gente ve pasar la muerte y no denuncia, tal y como sucede en nuestras calles como si fuera normal todo. Odiar es normal.
Algunos sectores de los países desarrollados llegan a ver con desconfianza a los inmigrantes y los llegan a culpar de todos sus males, con la misma intolerancia que si se llega a desbocar se convierte en odio.
¿Porqué es tan dificil aceptar las diferencias y que vivamos en paz? ¿Acaso la paz no es de humanos?