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Miles de personas manifiestan su apoyo al expresidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva y a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en la ciudad de Sao Paulo, Brasil. (TRF) de Brasil. (Foto Diario Co Latino/Xinhua/Rahel Patrasso)

La izquierda brasileña, con Lula al frente, sale a la calle a defender a Rousseff

Por Natalia Ramos/Rosa Sulleiro

Sao Paulo/AFP/www.telesurtv.net

El expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva volvió a vestirse el viernes de líder obrero, cialis para denunciar en una manifestación en Sao Paulo un intento de «golpe» contra su sucesora Dilma Rousseff, purchase amenazada por un juicio de destitución.

Las manifestaciones, convocadas por el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), la Central Única de Trabajadores (CUT) y diversas organizaciones sociales, movilizaron a 267.000 personas en todo el país, según la policía, y a 1,2 millones según los organizadores.

«No vamos a aceptar que haya un golpe», lanzó Lula, de 70 años, con una voz más rasgada que nunca, ante decenas de miles de personas que vibraban a cada una de sus frases.

El ícono de la izquierda latinoamericana, nombrado jefe de gabinete de Rousseff, demostró que su carisma sigue intacto para buena parte de la población, pese a las denuncias de corrupción de que es objeto.

«Fue maravilloso lo que dijo, toda la energía, aliento y esperanza que transmitió al pueblo para que continuemos en la lucha», dijo María Cicera Salles, una funcionaria de 60 años.

«La gente de dinero no soporta al Lula obrero, al trabajador, y nunca consiguieron hacer lo que él logró. Quieren acabar con él porque temen que se presente en 2018 y les gane. Lo están masacrando. Es un crimen», agregó.

En su discurso, Lula denunció a quienes «tratan de anticipar elecciones dando un golpe contra Dilma».

«Tenemos que decirles que quienes estamos en esta plaza hemos luchado para derrocar al régimen militar, para conquistar la democracia, y que no vamos a aceptar que haya un golpe», proclamó.

Las principales marchas se llevaron a cabo Sao Paulo (80.000 manifestantes) y en varias ciudades del empobrecido noreste, un bastión de Lula, como Salvador de Bahía (60.000 manifestantes) o Natal (17.000), de acuerdo con el cómputo policial.

La crisis política que azota a Brasil y la recesión económica desgastaron la popularidad de Rousseff y opacaron la imagen de un país emergente pujante, deseoso de celebrar sus conquistas en los Juegos Olímpicos de Rio en agosto próximo.

Manifestaciones vs. votos

«¡Lula, guerrero, del pueblo brasilero!», coreaban los manifestantes en la avenida Paulista, en pleno centro financiero de Sao Paulo.

Ambiente de fiesta y hasta un concierto de reggae se escuchó en la Paulista. «Quieren arrestar a nuestro Mandela», dijo el cantante del grupo, al referirse a la posibilidad de que el antiguo tornero convertido en presidente acabe en la cárcel.

La polarización de la sociedad brasileña crea temores de que las cosas se les escapen de las manos a todos.

«No creo que el gobierno caiga, pero si eso ocurre va a haber violencia en las calles. No se pueden invalidar los votos de 54 millones de brasileños por un millón que salga a la (avenida) Paulista», dijo a la AFP Joao Francisco Brum, un abogado de 30 años, vestido de rojo con una pegatina en la camisa que decía «Abajo el golpe, No al impeachment».

Contrarreloj contra el impeachment

La crisis se aceleró esta semana tras la designación de Lula como jefe de gabinete de Rousseff.

Lula fue llamado a ayudar a su heredera política y sucesora a recomponer la base aliada, que hace aguas, para bloquear el proceso de destitución en el Congreso.

La Cámara de Diputados realizó este viernes la primera sesión de las 15 previstas, para que una comisión especial recomiende la apertura o el archivo de un pedido de impeachment.

El presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, dijo que la Comisión podría dar su parecer en unos «30 días».

La «operación retorno» de Lula estuvo además cerca de zozobrar, por sospechas de que el exmandatario se proponía ante todo, asumiendo un cargo ministerial, obtener fueros especiales que lo libraran de las investigaciones del juez anticorrupción Sergio Moro sobre el escándalo Petrobras.

La divulgación de una conversación telefónica pinchada entre Lula y Rousseff avivó esa sospecha y provocó nuevas protestas, principalmente en Sao Paulo y Brasilia.

Rousseff rechazó esa versiones y criticó la divulgación de la conversación por el juez Moro, contra quien tomará «las medidas que correspondan», proclamó en un acto en el estado de Bahia (nordeste).

El gobierno se anotó una breve victoria este viernes, cuando un tribunal anuló la segunda medida cautelar que bloqueaba la toma de funciones de Lula como jefe del gabinete, aunque una tercera cautelar volvió a dejar rápidamente las cosas en el punto de partida.

Lula: aún hay tiempo

El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sostuvo que la democracia es «convivir con la diversidad» y le recalcó a sus seguidores que «hay tiempo suficiente para cambiar la historia de este país». A su juicio, deben sumarse mayores esfuerzos para que el pueblo participe en el Gobierno de manera libre y soberana.

“Yo pensé que nada fuese a emocionarme más. Lo que ustedes están haciendo hoy será una lección para aquellos que no creen en la democracia brasileña, para aquellos que nos tratan como ciudadanos y ciudadanas de segunda clase», dijo Lula ante miles de simpatizantes que se concentraron en la neurálgica avenida Paulist de Sao Paulo en defensa de la democracia.

El líder del Partido de los Trabajadores (PT) destacó que las protestas son necesarias en países libres y soberanos. Recordó que su vida transcurrió entre movilizaciones y luchas por un mejor país.

“Nací en la vida protestando. Pero sepan que estas personas de acá son las que producen día a día el pan», expresó el exmandatario al tiempo que valoró la movilización de las grandes mayorías en defensa de la democracia.

«Aquellos que protestan contra Dilma, no hay problema, pero sepan que en las luchas de antes no tuvieron metro de gratis y no fueron convidados por los medios», dijo.

«Las personas que están aquí saben el valor de la democracia. La bandera verde amarilla está en nuestra conciencia, en nuestro corazón», sostuvo. Advirtió que la alegría del pueblo brasileño está en juego ante la arremetida que adelanta la derecha para derrocar al Gobierno de Dilma Rousseff y generar un ambiente de inestabilidad en el país.

“Brasil tiene el pueblo más alegre del planeta tierra. Tenemos que recuperar la alegría del pueblo brasileño”, insistió ante miles de simpatizantes del PT.

Dio a conocer que aceptó participar en el Gobierno de Dilma Rousseff porque faltan más de dos años para que termine su mandato y «hay tiempo suficiente para cambiar la historia de este país», acotó.

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