Por Benjamin Massot
Calais/AFP
La llamada Jungla de Calais, donde se hacinan más de 6.000 migrantes en una decena de hectáreas, se formó al comienzo de 2015. Su desmantelamiento comienza el lunes.
Calais, la ciudad de Europa continental más cercana a las costas inglesas, ya estuvo en el ojo del huracán en los años 1990 con el campamento de Sangatte, que reagrupaba esencialmente a familias de kosovares. Se cerró en 2002.
En el verano de 2013, al menos 500 migrantes se refugiaron en la zona portuaria de esta ciudad de 75.000 habitantes. Su meta: llegar a Inglaterra para reunirse con familiares o encontrar trabajo.
A finales de 2014, había algo más de 2.000, sobre todo hombres solteros procedentes de África, Siria y Afganistán. Frente a esta afluencia, que suscita un creciente malestar entre la población, las autoridades abrieron en enero de 2015 un centro de acogida diurno, con la distribución gratuita de comida, a una media hora a pie al este del corazón de la ciudad, cerca de las dunas.
Como este centro era difícil de encontrar, los migrantes comenzaron a instalarse en los alrededores, en lo que dieron en llamar la «new Jungle», tolerada por las autoridades. Las oenegés denunciaron «un Sangatte sin techo», alejado de todo, en medio de una landa azotada por el viento.
La evacuación de dos «microjunglas» del centro de la ciudad obligó a los migrantes a ir al «campamento de la landa», el nombre oficial.
Al comienzo de junio estallaron las primeras refriegas entre las distintas comunidades de esta seudociudad levantada en desorden, con sus iglesias, mezquitas, tiendas y restaurantes.
Verano complicado
En el terreno, la situación se crispó, como preludio de un verano complicado. Las muertes de migrantes se multiplicaron en la vía de circunvalación pero también en el túnel del Canal de la Mancha, donde algunos intentaban subirse a las naves de transporte. Se contabilizaron hasta 2.000 intrusiones por noche.
El ministro del Interior. Bernard Cazeneuve, y su homóloga británica de entonces Theresa May visitaron Calais el 20 de agosto. Su mensaje: ¡no se pasa!
Los migrantes empezaron a tener más dificultades para cruzar y la cifra se duplicó: a mediados de octubre había 6.000.
A finales de octubre, la alcaldesa de Calais Natacha Bouchart reclamó en vano la intervención del ejército. Varias asociaciones recurrieron a los tribunales, que impusieron al Estado varias remodelaciones sanitarias. La prefectura empezó a enviar migrantes a centros de acogida y de orientación.
En noviembre estallaron enfrentamientos entre migrantes y policías. Las autoridades denunciaron que había activistas de extrema izquierda No Border implicados. Para apaciguar los ánimos, se decidió mejorar las condiciones de alojamiento con un centro de acogida provisional (CAP) con capacidad para 1.500 personas.
Menores solos
Paralelamente se decidió desmantelar, a finales de febrero de 2016, la zona sur del campamento. Unos iraníes se cosieron la boca en señal de protesta.
Cansados de ver que su ciudad acaparaba titulares, 500 habitantes de Calais se manifestaron en marzo en París.
En este contexto, los migrantes sufrieron agresiones nocturnas. Otros se solidarizaron con ellos, como los artistas Jude Law, Jordi Savall y Banksy.
En primavera las cosas no mejoraron. En las carreteras se levantaron barricadas con troncos de árboles para bloquear los camiones que iban a Inglaterra.
Después del verano, los problemas se acumularon. Transportistas, agricultores y comerciantes llevaron a cabo una protesta en Calais y se construyó un muro «antiintrusión» en la circunvalación.
El 26 de septiembre, el presidente François Hollande anunció el desmantelamiento para «antes de finales de año». Un tribunal le dio luz verde el 18 de octubre.