Néstor Martínez
@marven
Aún no tienen edad para votar, clinic pero estaban más animados que los que sí pueden. Dispuestos para la tarea y a desvelarse. Con un ¡ya regreso mamá!, store se marchó tras estar entretenido, junto a sus dos amigos, en un juego de computadora. Las 11 de la noche. Mamá ya no concilió el sueño.
Bajo la ventana rugió el viejo motor del “pick-up”, que luego de pasar bajo las luces anaranjadas se lo tragó la oscuridad. A su costado flotaba la bandera del FMLN.
Un par de horas después volvió a rugir, junto al bullicio de los jovencitos. El crujir de la pesada puerta de metal despertó a mamá, quien salió a ver aliviada que regresaban los muchachos con un cargamento de sillas, jugos, gaseosas… el garaje fue convertido en centro de acopio y limpiado de hojas secas, por los jóvenes.
No durmieron. A las tres volvió a la casa el jovencito, muy alegre. ¡No te volvás a ir!, fue la bienvenida. ¡Ya mamá!. fue la respuesta y tras ella la quietud de la madrugada.
No permaneció mucho tiempo en casa. Una hora después volvió a salir para regresar con una camiseta roja en cuya espalda decía en gruesas letras blancas: ORIENTADOR.
¿Vas a desayunar? No mamá, nos van a dar refrigerio… tras estas palabras gritó hacia afuera: ¡Ya voy!
Ya era hora. En la afueras del Centro Escolar de la Colonia Amatepec, le esperaba la mesa cubierta con un mantel rojo, dos computadoras portátiles, botellas con agua, el refrigerio, papel, bolígrafos rojos y los otros compañeros jovencitos.
Poco a poco empezaron a llegar los votantes. Unos saludan a sus conocidos, otros se quedaban conversando, algunas madres y padres cargando a sus hijos aún de brazos. Los jovencitos entonces empezaron con su labor: ¿le ayudo? luego le entregan un papelito con el número de mesa electoral.
Llegan otros jovencitos hasta sumar nueve. Unos atentos con la gente que “anda perdida”, otros operando las computadoras o anotando en papelitos las consultas.
“Cuando vi a mi papá y a mi mamá y a mis hermanos mayores, me dieron ganas de votar, pero como no tengo la edad, me uní a mis amigos sin pedir permiso. Yo pienso que es bueno que nosotros participemos de una u otra manera, que no piensen que solo somos buenos para jugar en la computadora o chatear con los celulares”, dice una jovencita.
Una madre se acerca a su hijo. ¿Ya comiste?, pregunta. No mamá. Ni tengo hambre. Allí tengo el refrigerio completo. Me pusiste panes como para un ejército- dice el jovencito haciendo reír a su madre.
Disculpa – dice- me pueden llamar la atención. Se retira a seguir con su labor.
– ¿Les pagan? -, pregunto. No -replica un jovencito- lo hacemos de corazón.
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