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La juventud se vuelca con el papa en Polonia

Por Kelly Velásquez

Cracovia/AFP

La juventud de todo el mundo se volcó con el papa Francisco en el primer acto oficial de la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia durante el cual instó a los jóvenes a «rebelarse», a cuestionar, a soñar, a evitar «los vendedores humo» y de «falsas ilusiones».

«Es lindo, y me conforta el corazón verlos tan revoltosos», clamó el papa latinoamericano, al dirigirse en italiano a los cerca 600.000 jóvenes reunidos en el céntrico y enorme parque de Blonia, en el corazón de Cracovia.

«Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar», confesó ante una multitud variopinta, que escuchaban la traducción en auriculares.

«Las cosas se pueden cambiar. ¿Verdad?», preguntaba el papa a los jóvenes, que en coro respondían «sííí», «sííí».

Como ha ocurrido en otras ocasiones, el papa se inspiró al célebre discurso de Martin Luther King «Yo tengo un sueño» a favor de los derechos para los negros, para sacudir las conciencias de los jóvenes de los cinco continentes e invitarlos a «soñar».

«Ustedes ¿son capaces de soñar?», improvisó el pontífice que habló también del dolor que le genera encontrar jóvenes «que se han jubilado antes de tiempo», que «tiraron la toalla antes de empezar el partido», que están «entregados antes de jugar», que «están aburridos y aburren», confesó.

En su discurso, el papa pidió a las nuevas generaciones que elijan «una vida plena» con Jesucristo en lugar del «vértigo alienante» y las «falsas ilusiones», que «en mi tierra natal diríamos ‘vendedores de humo'», explicó sin precisar si se trataba de traficantes de droga.

«Al final terminan pagando y pagando caro», advirtió.

El papa llegó a la alegre ceremonia de bienvenida a bordo de un tranvía eléctrico con un grupo de niños discapacitados, bajo una persistente llovizna.

Desde un enorme palco blanco y frente a un gigantesco reproducción de Jesucristo, el papa entabló una suerte de diálogo con los asistentes, pidiendo en varias ocasiones a los jóvenes que respondieran y de alguna manera se comprometieran con sus pedidos.

«La Iglesia de hoy, es más, el mundo los está mirando», clamó ante los jóvenes que ondeaban banderas de 187 países, según explicó el Vaticano, inclusive de varios en los que los católicos son una minoría como China, Israel, Vietnam.

«Un corazón misericordioso se anima a salir de la comodidad (…) un corazón misericordioso se abre para recibir al refugiado y al migrante», volvió a pedir el papa desde Polonia, país que se niega a recibir la cuota de refugiados que le impone la Unión Europea, lo que suscita muchas críticas y tensiones en el viejo continente.

Para reza por víctimas en Auschwitz

El papa recorrió en silencio este viernes el campo de concentración de Auschwitz, donde rindió homenaje a las víctimas del nazismo y se reunió con supervivientes del Holocausto.

«Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor perdón por tanta crueldad», escribió en español Francisco en el libro de honor del museo de Auschwitz.

Durante la visita, de casi dos horas, el papa no pronunció ningún discurso y se reunió con diez supervivientes de este campo de exterminio así como con 25 «Justos de las Naciones», personas que salvaron judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

El papa argentino llegó en automóvil desde Cracovia, entró a pie y atravesó solo y en silencio la puerta de entrada, sobre la cual reza la inscripción en alemán Arbeit macht frei (El trabajo hace libre), con la que los nazis recibían a los deportados.

Después se sentó en un banco y se sumió en un largo silencio, con los ojos cerrados, por unos diez minutos.

Con el rostro serio y sobrecogido, Francisco se trasladó en un coche eléctrico al llamado Muro de la Muerte, donde los nazis ejecutaron a miles de prisioneros con un disparo en la cabeza.

Allí fue recibido por la primera ministra polaca Beata Szydlo, quien le besó la mano, inclinándose con reverencia.

El papa se reunió después con un grupo de doce supervivientes del campo de exterminio, entre ellos nueve polacos, dos judíos y un gitano.

Francisco, que proviene del país de América Latina con la comunidad judía más numerosa, intercambió unas palabras con cada uno de ellos, y luego encendió una vela ante el muro, que tocó con la mano.

Un gesto simbólico seguido de una oración en la celda subterránea donde murió el santo polaco Maximiliano Kolbe, franciscano como él, quien dio su vida para salvar a un padre de familia.

La visita del papa coincide con el 75 aniversario de la sentencia a muerte a Kolbe.

El pontífice latinoamericano visitó después el campo de exterminio de Birkenau-Auschwitz II, donde murieron la mayor parte de las víctimas en cuatro hornos crematorios y donde estaban ubicadas las mujeres.

El gran rabino de Polonia, Michael Schudrich, elogió la decisión del papa argentino de permanecer en silencio durante su recorrido al campo.

«A menudo la gente viene a Auschwitz y guarda silencio sobre el holocausto judío por el resto de sus vidas. En cambio hay que pasar el resto de nuestras vidas, gritando y luchando contra todo tipo de injusticias», comentó.

Gesto del papa con los sobrevivientes

El pontífice transitó también a lo largo de los carriles construidos por los nazis para permitir que los trenes llenos de deportados llegaran directamente a las cámaras de gas y a los crematorios.

«Estoy muy emocionada. Es el primer papa que habla con nosotros, que vino por nosotros. Tenía la impresión que los otros papas venían a visitar el campo y luego a los supervivientes», comentó a la AFP Janina Iwanska, de 86 años, deportada a este campo en agosto de 1944 tras la insurrección de Varsovia.

Algunos de los asistentes llevaban pañuelos con rayas en alusión a las ropas que tenían que vestir los prisioneros.

Algunos aspectos del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial siguen siendo un tema difícil para Polonia, donde los casos de asesinatos y denuncias contra los judíos por parte de la población fueron revelados hace relativamente poco tiempo.

La ceremonia se concluyó por el canto del Salmo 130 cantado por el rabino Schudrich en hebreo, que fue sucesivamente leído en polaco por un sacerdote de una ciudad donde toda una familia católica fue exterminada por haber acogido a judíos.

Antes de irse, el papa saludó y entregó las medallas del pontificado a unos 25 católicos polacos que arriesgaron sus vidas para ayudar a los judíos durante la ocupación nazi, llamados «Justos entre las naciones» por el Instituto Yad Vashem de Israel.

Se trata del tercer pontífice que visita Auschwitz después del polaco Juan Pablo II en 1979 y del alemán Benedicto XVI en 2006.

Alrededor de 1.100.000 personas murieron en Auschwitz-Birkenau, entre ellas un millón de judíos.

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