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LA JUVENTUD Y LA EDUCACIÓN EN EL FUTURO PRÓXIMO

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Según Naciones Unidas, entre 15 y 24 años las personas son jóvenes; en nuestro país, por reforma legal de la actual Asamblea Legislativa, jóvenes son quienes están entre 15 y 35 años.

Pero si la juventud es la etapa para formarse una visión de la sociedad, del mundo y plantearse hacerlo mejor, ¿qué será del futuro en nuestro país, si ser joven se ha convertido en “sospechoso de algo malo”?

Se ven jóvenes en las calles, vestidos de verde olivo, con fusiles, convertidos en soldados, acompañando a policías para vigilar a otros jóvenes y capturarlos, apresarlos, acusarlos sin pruebas, amparados en una ley que se renueva cada mes para mantenernos sin las garantías constitucionales.

Se sabe que la mayor parte de personas detenidas bajo esa ley son jóvenes.

Y ahora sabemos que instituciones creadas para apoyar a los jóvenes, como INJUVE, desaparecen, y desaparece también INSAFOR, que daba oportunidad de aprender un oficio a muchos jóvenes.

Cuántos carpinteros, albañiles, electricistas se han formado mediante la articulación de entidades no gubernamentales, fundaciones preparadas para formar en oficios varios con INSAFOR, sin duda, en algún archivo que desaparecerá está esa información.

La juventud que no alcanza a llegar a una universidad necesita esos apoyos, como los que en un momento dio INJUVE para emprendimientos, para capacitaciones, para actividades deportivas en espacios creados para favorecer a jóvenes en las áreas geográficas con mayor vulnerabilidad.

Se terminó, en la práctica, las oportunidades que Ciudad Mujer daba a las mujeres en general, pero también a mujeres jóvenes; se ignora qué pasó con el financiamiento a la Universidad de El Salvador (UES) para garantizar la gratuidad y becas especiales a jóvenes.

La UES se mantiene con su infraestructura central cerrada, ocupada por otras entidades gubernamentales; con ello se rompe la interacción entre jóvenes, y se les condena a seguir sus carreras por internet, pudiendo hacerlo en forma presencial.

Muchos jóvenes emigran por falta de oportunidades en el país y también para evitar ser capturados, encarcelados y hasta muertos en los centros penales; todo esto desdice la propaganda de un país seguro, como se trata de hacer creer fuera del país, a nuestros propios compatriotas y a otros pueblos.

La importancia de ver esta realidad y proponerse un cambio, es tarea de muchos, pero la deben tomar en serio quienes aspiran a ocupar un espacio de gobierno en el futuro.

No puede ser que el primer o único empleo sea ser soldado, no puede ser que escapar del país sea el sueño de los jóvenes, no puede ser que aprendan a someterse como robot los que quieran adquirir o mantener un empleo.

El futuro de la juventud salvadoreña debe ser mejor de lo que ahora vive, su formación debe hacer de ellas y ellos personas de bien, con capacidad de desarrollo personal, aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a ser, como definían los desafíos para la educación del presente siglo, desde la UNESCO y la comisión creada por ésta y presidida por el francés Jacques Delors.

Y a esa labor debe contribuir la familia, la escuela, la comunidad donde se desenvuelven y también los partidos políticos y las iglesias. Soñar, con los pies en la tierra, supone mirar lejos conociendo las dificultades en que se vive en el presente.

Son admirables los esfuerzos de jóvenes organizados en defensa del agua, del medio ambiente, promotores del deporte, las artes, todos desafiando los obstáculos que las políticas gubernamentales imponen.

A pesar de los espacios cerrados por decisiones políticas, por los afanes concentradores del actual gobierno, es necesario plantearse esforzarse en la formación de la juventud, para recuperar en el menor tiempo posible lo arrebatado; como decía un cartel en la marcha del 15 de septiembre pasado, “aquí han matado a la democracia”, pero solo animando al pueblo y especialmente a los jóvenes, se podrá recuperarla.

La educación encierra un tesoro, dijo ese informe de la UNESCO, para plantear, desde una visión más amplia, la búsqueda del tesoro que cada uno tiene, y no solo como la transmisión o adquisición de conocimiento o estabilidad económica.

Es propicio, desde un espacio como ciudadanos y ciudadanas, expresar lo que esperamos de los aspirantes a gobernarnos y, en esa lógica, demandarles una mirada diferente para un país mejor, que sobreviva a las crisis políticas, a las amenazas de guerra y violencia y a la perspectiva de destrucción del ambiente.

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