La educación es fundamental en la vida de todos los pueblos, mediante ella se facilita el conocimiento, la comprensión, asimilación y práctica de principios, valores y regulaciones de convivencia social, así como mantener y desarrollar la cultura de los pueblos. En la Ley de Educación de El Salvador no hay nada que contradiga el carácter laico del Estado establecido en la Constitución, en ningún momento contempla una base o lineamiento de carácter religioso; en dicha Ley pueden encontrarse las siguientes disposiciones que son la apertura a una Educación Laica, garantizada por el Estado salvadoreño:
Artículo 1, inciso primero. La educación es un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes.
Artículo 2. La Educación Nacional deberá alcanzar los fines que al respecto señala la Constitución de la República: b) Contribuir a la construcción de una sociedad democrática más próspera, justa y humana; c) Inculcar el respeto a los derechos humanos y la observancia de los correspondientes deberes; d) Combatir todo espíritu de intolerancia y de odio.
Esto quiere decir que el Estado tiene como objetivos desarrollar el potencial físico y mental de cada persona, de cultivar el hábito de pensar y planear, y el de promover las relaciones individuales en un equilibrio equitativo con los derechos y deberes humanos.
Dentro de sus finalidades, y tal como lo dispone la Constitución, prevalece el principio que la enseñanza impartida por el Estado de El Salvador es democrática, al reconocer la Ley que el sistema educativo contribuye a construir una “sociedad democrática”. De igual forma es de observar que busca erradicar “todo espíritu de intolerancia y de odio”, aspecto relevante en las sociedades que practican la laicidad y que evitan la discriminación de cualquier índole.
(Información tomada de la investigación “Garantías de la legislación salvadoreña que inciden en el carácter laico del Estado”, realizada por Fidelina Martínez Castro –integrante del MCL–, publicada en el año 2010).