LA LECCIÓN DEL POETA Y EL TITIRITERO
Por: Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y editor
Suplemento Tres Mil
Curioso día para celebrar a dos hermanos, pensé. El 21 de marzo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró ese día en honor a la poesía, y la Unión Internacional de Marioneta (UNIMA) lo conmemoró como el día mundial del títere. La poesía y los títeres unidos en un día para recordar su magia. Así quedan hermanados mi padre poeta Mauricio Vallejo Marroquín y su amigo titiritero Roberto Franco, así como los diversos cultores de esas artes.
Tanto la poesía como los títeres me parecen oficios maravillosos. De niño jugaba con mis juguetes imitando los espectáculos que vi desarrollar a Narciso “Chicho” de la Cruz y Dimas Castellón. Ambos eran amigos de mi padre, y cuando a uno se le muere un progenitor como el mío termina buscando en sus amigos un trozo de su alma. Así que los títeres me siguen encantando, incluso por influencia del titiritero Donald Paz elaboré de esponja, alambre y tela algunos que una persona decidió un día que estorbaban en casa y sin mi consentimiento los arrojó a la basura. Desde ese día, del cual han pasado más de quince años, abandoné la idea de elaborar títeres de nuevo hasta hoy. En cambio con la poesía, me ha acompañado desde mi adolescencia hasta la fecha con alguna alternancia porque no existen caminos rosas. Escribo, aunque leo más atendiendo el consejo de Jorge Luis Borges. Un buen poema puede ser el consuelo suficiente para seguir vivo.
Mi papá y Franco fueron amigos. Ambos ayudaron a Donald Paz a exiliarse en México en 1980, ambos fueron desaparecidos, ambos fueron parte de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y del Movimiento de la Cultura Popular (MCP). Mi papá fue secuestrado el 4 de julio de 1981, mientras que Franco desapareció el 26 de noviembre de 1983. Hasta la fecha no sabemos el paradero de ninguno. Se construyen historias acerca de lo que pasó e incluso se revelan datos interesantes que enriquecen la memoria, pero la justicia y la verdad siguen ausentes. Aunque lo hermoso es que siguen vivos en sus amistades y seres queridos.
Buscaba hermanarlos más que los testimonios de sus colegas y amigos, incluso que las fotografías que tomó Luis Galdámez y son un testimonio maravilloso de esas décadas. Y fue hasta este año en una función del titiritero José Amaya en la Galera, sentado junto a Dimas Castellón que llegué a comprender el hado del destino: un día para recordarlos a ambos.
Este 21 de marzo me hice la promesa de regresar a ese amor de mi niñez y a darle fuerza a ese amor que está conmigo desde la adolescencia. Pero lo más importante, brindarle total validez a esa frase influencia de Epicúreo: “lo importante es ser feliz”. Y la felicidad implica hacer lo que uno ama y no traicionarse a sí mismo.
La cotidianidad nos encierra en la desesperanza, tanto que nos embarga un sentimiento de resignación que nos repite como un goteo que el tiempo de la felicidad se fue junto a la infancia. Sin embargo, la felicidad está en uno y consiste en ser fieles a nosotros mismos. Pasamos los años alimentando las ambiciones y ansiedades de otros, ¿Por qué no hacer lo que amamos? Unos minutos al día pueden ser suficientes y después igual al arroyo tomaremos nuestro camino.
Aquella tarde cuando terminó el espectáculo de títeres me quedé conversando de poesía con el poeta Roberto Laínez. Su conversación me alimentó. La poesía es fundamental, es algo invaluable para el ser humano. Para otros no tendrá importancia, pero igual por eso su vida tendrá algo de vacío. La poesía lo llena todo, de igual forma que los títeres y el arte. Roberto vive para lo que ama y es inmenso su ejemplo.
Y volviendo a casa junto a la noche saqué mi maleta llena de libros mientras sonreía recordando la valiosa lección que me acababa de dar mi padre poeta y su amigo titiritero.
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