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LA LEY DE LA √n DE SCHRODINGER Y LOS DIPUTADOS
Por Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
Erwin Schrodinger fue un eminente filósofo austriaco, nacido en Viena, en donde estudió física teórica, filosofía y poesía. Fue laureado con el premio Nobel en 1933, junto con el inglés Paul Dirac. Enunció su famosa “Ley de la √n” en su libro “¿Qué es la vida?”, de acuerdo con la cual un organismo debe tener una comparativamente gruesa estructura para poder gozar los beneficios de leyes cómodamente exactas, tanto para su vida interior como para su interacción con el medio ambiente.
En otros términos, si el número de partículas que intervienen en una acción es pequeño, la “ley” será muy inexacta. Entre más partículas intervienen en una acción, más exacta será la ley. Esto se expresa por medio de su conocida “Ley de la √n”, que para el físico austriaco es una ley de la naturaleza.
Schrodinger definió el grado de inexactitud de toda ley física y la denominó con ese nombre. Esta ley puede leerse de la forma siguiente: “Las leyes físicas y fisicoquímicas son inexactas dentro de un probable error relativo del orden de 1/√n, donde n es el número de moléculas que cooperan en la formación de la ley, para dar lugar a esa validez en las regiones de espacio o tiempo (o ambos) que nos interesan en vista de determinadas consideraciones o para algunos experimentos particulares.
Según esto, si n=100, √n = √100 = 10, 1/√n = 1/10; 0.1 (Error relativo = 10 %)
Si n=1,000,000, √n = √1,000,000 = 1,000; 1/1,000 =0.001 (Error relativo= 0.1%)
Supongamos que la población de El Salvador es de siete millones de personas, (considerando aquí la población en el exterior), y que cada poblador es una partícula del todo; si todas ellas participaran en la toma de decisiones nacionales, la probabilidad de equivocarse sería de 0.0378 %. Es decir, sería muy difícil que se equivocaran.
Pero si ochenta y cuatro de estas personas-partículas se abrogaran el derecho de decidir por todos, la probabilidad de que se equivocaran sería del 10.91 %. Si ya no fueran ochenta y cuatro sino sesenta los elegidos para decidir por esos siete millones de personas, la probabilidad de que estos elegidos se equivocaran sería del 13 %. Y si, ya en un caso muy grave, estas ochenta y cuatro o sesenta personas votaran recibiendo orden de una sola persona, entonces la probabilidad de equivocación sería del, ¡Qué barbaridad!, ¡100 %!
Eso dice la Ley de la √n de Erwin Schrodinger, este físico y filósofo austriaco, premio Nobel, conocido por su famosa Ecuación de Onda, y que además era un tanto poeta. Viniendo de quien viene, hay que respetarla entonces, y tomarla en cuenta cuando alguien o algunos tomen decisiones por nosotros, decisiones que afectan o puedan afectar nuestras vidas.
Schrodinger, además de un genio, era muy ocurrente y a veces cáustico en sus opiniones. Cuando el mundo de la física, en el siglo XX, se debatía en el asunto de la continuidad o discontinuidad de la materia, (¿ondas o partículas?), él trató de ridiculizar las interpretaciones que se daban, e ideó su famoso gato, el “Gato de Schrodinger”, gato que, dependiendo de cómo se hiciera la observación, estaba muerto y estaba vivo; a grado tal que Stephen Hawking decía que “cuando aparecía en la discusión el gato de Schrodinger, yo corro a tomar mi escopeta”. Hawking, sin embargo, dejó entrever su posición cuando afirmó que “Dios no sólo juega a los dados, sino que los lanza a donde nadie los puede ver”.
Bien, esos ochenta y cuatro, o sesenta, o uno, ¿Cuál es la probabilidad de que se equivoquen? ¿Jugarán a los dados, pero de tal forma que no podemos ver donde los tiran? Porque, de ser así, estamos como el gato de Schrodinger, medio vivos o medio muertos, y lo peor es que no lo sabemos. Entonces, lo mejor, y haciendo caso a Hawking, es que corramos a tomar nuestras escopetas.
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