En la homilía del 20 de agosto de 1978, el ahora Beato Oscar Arnulfo Romero contó la siguiente experiencia: “Porque me decía un pobrecito una frase que no se les va a olvidar a ustedes, como no se me olvida a mí: es que la ley, Monseñor, es como la culebra, solo pica a los que andamos descalzos”.
Y esta frase, que se popularizó en El Salvador como una realidad de aquel momento, se puede aplicar para la justicia en general en la actualidad.
Traemos a cuenta esa frase tras conocerse la sentencia en el caso conocido como “Destape a la Corrupción” o el “Caso Saca”, pues ha sido indignante que al mayor responsable de uno de los casos de corrupción, es decir, al expresidente de la República Elías Antonio Saca, lo condenen a diez años de prisión, cinco años por cada delito, mientras que un empleado contable de Casa Presidencial que recibió órdenes de su superior, es decir, simplemente obedeció, ha sido condenado a 16 años de prisión, ocho años por cada delito.
Es cierto que la ley otorga beneficios como la reducción de la pena en una negociación con la Fiscalía General de la República, y dado que el principal responsable del acto de corrupción tenía dinero, tuvo la mejor asesoría de los abogados, mientras que el otro no, y por eso, más que creía en su propia inocencia, prefirió no negociar con la Fiscalía, en espera de que la justicia lo absolviera.
Nos referimos al exempleado de Casa Presidencial Pablo Gómez, quien confió en su inocencia, primero, y luego en la justicia. Porque quienes se encargan de hacer cumplir la ley e imparten justicia consideraron que a alguien debería dársele un escarmiento, para que acepte en el futuro cualquier negociación con la Fiscalía, de lo contrario les caerá el peso de la ley.
Más allá de la legalidad de la negociación entre el delincuente y la Fiscalía, lo que debe perdurar en todo momento es la justicia, que en el caso de Pablo Gómez, por ser el eslabón más débil, le aplicaron la famosa frase de Monseñor Romero: “La justicia es como la culebra, solo pica a los descalzos”.