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La literatura social infantil en Latinoamérica (Capítulo 1) final

Sergio Minore

Escritor argentino

 

No cabe duda que la “infancia”, esta infancia de la que tanto se habla y de la que muchos críticos y pedagogos apuntalan tener la última palabra esgrimiendo obras sobre y de niños, es una construcción que nos vino heredada. Esta infancia ideal, inmaculada, inocente, apolítica, ingenua, es una construcción prolija y puntillosa, en la que colaboraron en su realización los detentores del poder real de ayer y siempre. El Estado, ligado a la Iglesia y sus preceptos morales, en un principio, la perpetuación de ambos en la Escuela, propagadora de los idearios de ambos, y el Mercado, luego y finalmente, imponiendo su hegemonía y su homogenización.

En este sentido, un trabajo capital para entender esta relación intrínseca entre poderes concentrados e infancia, es el libro Para leer al Pato Donald, de la dupla Dorffman- Mattelart. En él, los autores desnudan como Disney y sus secuaces, prefiguran un tipo de infancia (la que sus sueños imperiales necesitan para perpetuarse en el reino) mágica, desligada de la realidad, desclasada y “natural”. En ella, influye el cruce de deseos de un mundo adulto, también despolitizado que proyecta en el niño, en ese niño ideal, a sí mismo en miniatura. En esta tónica, los autores afirman:

La literatura infantil, la inmaculada espontaneidad, la bondad natural, la ausencia de sexo y la violencia, la uterina tierra de Jauja, garantizan su propia redención adulta: mientras hayan niños habrá pretextos y medios para satisfacerse con el espectáculo de sus autosueños. En los textos destinados a los hijos, se teatraliza y se repite hasta la saciedad un refugio interior supuestamente sin problemas. Al regalarse su propia leyenda, caen en la tautología: se miran a sí mismos en un espejo creyendo que es una ventana. Ese niño que juega ahí abajo en el jardín es el adulto que lo está mirando, que se está purificando

Esta proyección especular de lo que se fantasea que sería el mundo infantil, es la que se apropia y multiplica Disney en sus publicaciones, cristalizando en el imaginario un microcosmos aparentemente natural e ingenuo.

Sin contradecirlos, sino más bien reconfirmando esta tesis, podemos agregar que esta percepción del niño-consumidor, ya venía siendo formateada desde tiempo anterior, como dijimos, por la Iglesia y los Estados modernos que fuimos teniendo en Latinoamérica. Y podemos sostener, que persistieron y persisten, en menor o mayor medida a lo largo del más de siglo y medio de historia de esta literatura, a la actualidad.

Tener en cuenta tanto la cuestión de la “temática” que debe propiciar la literatura para niños, como la concepción que sobre este último se tuvo y se tiene, será fundamental, para poder trazar el recorrido y los alcances de esta “Literatura social infantil” que intentamos presentar.

La literatura social infantil

Habiendo corrido el obstáculo que representa pensar que la literatura infantil es solamente aquella que se caracteriza por ser evasiva, fantasiosa y de aventuras, ya tenemos un gran paso dado.  Nos permite pensar en todo el otro amplio abanico de temas y situaciones que la misma trata desde otro costado, tantas veces postergado.

Una vez que comprendemos que esta literatura evasiva, propuesta como única alternativa, responde a intereses que trascienden el espíritu infantil, propiamente dicho, no resulta casual caer en cuenta que, a lo largo de los años, toda aquella literatura que se saliera de los modelos de los “cuentos de hadas para nenas y astronautas y pistoleros para nenes” haya sido esquivada, menospreciada, repudiada, y, dependiendo de la época y el marco político,  perseguida, prohibida y censurada.

No resulta raro que, aquella literatura que se acercara al tema de la realidad circundante, inmersa en los problemas del día a día, cuya temáticas u ejes se alejaran de los “moldes” preestablecidos y se adentraran en asuntos alejados de los “finales felices” como ser la injusticia, la desigualdad, la desprotección, el abandono, el dolor, la muerte, haya sido señalada con el dedo y corrida del medio, como algo inquietante.

Literatura en la que niños, lejos de la candidez pretendida, están a la intemperie, se desarrollan en la pobreza y la brutalidad, son golpeados, trabajan, pero que a la vez, la mayoría de las veces, son solidarios, cooperativos, altruistas.

Literatura en la que las niñas, alejadas del eterno estereotipo, del inquebrantable sino dual de ser “princesa o bruja” como únicas posibilidades vitales, muestran la realidad sin máscaras y por ende, se enfrentan a un mundo siniestro muchas veces, donde la miseria no solo es económica sino que arrastra consigo la moral. Niñas que sufren en carne propia la ferocidad del machismo establecido a lo largo de los siglos y de los diferentes sistemas que lo consolidaron, y son ninguneadas, rebajadas, (y por qué no muchas veces también abusadas y violadas) pero que a la par también demuestran entereza y fuerza para poder, dentro de semejantes condiciones redoblar la apuesta e igualar al varón en tanto destreza e imaginación y a su vez ser, no solo liberales, sino también libertarias.

Temas, personajes y situaciones trabajados, a lo largo de los últimos años de nuestra historia, por autores de la talla de José Martí, Carmen Lyra, Manuel Agustín Aguirre, Álvaro Yunque, Horacio Quiroga, Gabriela Mistral, Oscar Alfaro, José Mauro de Vasconcelos, Silvia Schujer, Lygia Bojunja Nunes, Laura Devetach, Elsa Borneman, Nersys Felipe, Juana Neira, por nombrar algunos.

Temas relegados, asuntos tabú,  héroes postergados y menores, que alejados de lo fantástico, bregan en lo que proponemos englobar bajo el rótulo de “social” y conforman lo que definimos como “Literatura social infantil”. Denominación tomada de prestado, o más bien heredada, de uno de los padres fundadores, tanto de la literatura social en la Argentina, sino también de este tipo de literatura con niños: Álvaro Yunque. Etiqueta, que es más bien una marca identitaria, que este querido autor, en su obra titulada justamente La literatura social, determina que “siempre ha existido” , sobre todo a partir de la revolución francesa de 1848, momento que la literatura comenzó a exponer las reivindicaciones proletarias que venían de su mano

Desde entonces, esta literatura social comenzó a recibir distintos nombres. Se la llamó: ideológica, izquierdista, libertaria, tendenciosa, socialista, revolucionaria, dirigida…Para unos no era arte, era solo propaganda.

En este tipo de literatura infantil, muchas veces vapuleada, por su determinante tinte social, vamos a adentrarnos. Intentaremos, de modo similar al que el propio Yunque realizó con la  obra que nos basamos, trazar una suerte de mapa de este género, marcando ciertos hitos, ciertas obras señeras y autores que asumieron semejante compromiso, no solo en Argentina, sino a lo largo y ancho del continente. Siguiendo siempre de cerca la historia, de la cual nunca se escinden estos libros, ya que en muchos casos son hijos directos de la coyuntura del momento que les tocó nacer.

Bajo estas circunstancias, mejor que nunca podemos reafirmar que todo arte es un compromiso entre sujetos y por ende, todo arte es comprometido. Tal como lo señala el propio Yunque:

En la lucha de clases, como en toda lucha, no hay espectadores, no hay neutrales. Los que se cruzan de brazos, los indiferentes, los escépticos, los que huyen, también luchan. Todos están con lo establecido.

De este modo, pretendemos con el presente trabajo, no solo enumerar los libros más importantes, los cuales en muchos casos son más que conocidos, sino también recuperar y desempolvar obras que, sea por la persecución que sufrieron en algún momento o por la distancia impuesta en nuestros países, no llegamos a conocerlas, y así ahora poder hacerlas dialogar unas con otras.

Bibliografía crítica

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Ver también

Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024