Erick Tomasino
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Beber y no pensar en el mañana. Beber y estar a tu lado, bebiendo. La insoportable ebriedad de acercarme y no tener excusas para estar. Para hacer que te quedes vestida de ti y de mis brazos, abrazándote. Beber de tu oxígeno lastimado de pasados inconclusos, de ayeres mal encarados, de males no penetrados en el depósito, olvidado.
Tener miedo de ti, bebiendo; de tu mascarada exprimida de verdades, avanzando. Un rayo arrebatador mientras llueve por las calles olvidadas de sobrias apariencias. Beber y no beber de ti. De tus labios como fuego impetuoso. Observando tus distancias, tus promesas, tus respuestas. Algo que no cala en el manual del cortejo. Amaneciendo.
Tus pasos, balanceando mi poco éxito en detenerte, avanzan casi tropezando mis palabras al límite. Naufragar en tus pechos con el pensamiento cuando vuelves a ver para no verme.
Encontrarme en los subterfugios de la noche, mientras el frío cala mis huesos. Fumando la angustia de no estar de nuevo ni como piedra en el abismo ni como un globo sin lastres. Odio gentil que manipula el sabor de unos labios voraces por arrancar de ti tu inmortalidad. Profunda mirada que insertas atravesando una mirada que no es la tuya. Todo esto que pienso, bebiendo.
Hacer de toda la ciudad una imagen que se desliza por tu espalda, bailando. Preguntar sin eco por tu tacto; los vaivenes que me dejas al abrir los ojos de madrugada. Nombrarte y no saberte, palpitando de interrogantes para que me encuentres en otras contingencias. Beber y no pensar en el mañana, sediento de ti. Soñando.