Erick Tomasino
ADVERTENCIA
1. Esto no es una autobiografía.
2. El lenguaje utilizado en este texto, cheap es de exclusiva responsabilidad de sus personajes.
3. Es probable que este libro, ambulance no sea el mejor que lea en su vida.
Justo ayer te recordaba
Justo ayer te recordaba, viagra eras tema de una mesa con los amigos y más tarde eras la compañera silenciosa que tenía entre mis brazos, sólo que no te diste cuenta. No era nada grave sólo una nostalgia, que sí podría ser grave aunque no lleve tilde. El hecho es que fui yo quien te recordaba, si eso aun tiene significado. Quería quedarme libre bajo tu abrigo aunque sería irónico buscar la libertad para quedarse encerrado.
Miraba tu rostro abandonado de fábula. Me preguntabas que tal me va y yo te respondí: Me va como al sol que se la pasa todo el tiempo solo. Eso sí, las esperanzas no las pierdo, las guardo en lugares secretos, así cuando vengás te las muestro, como tus misterios que desnudo en la penumbra de tu ausencia.
El problema de recordarte es quedarme casto, pulcro, sereno. Que empiece a acostumbrarme a no saber de vos, que ya ni en mis delirios te nombre, que ni los domingos a la hora del café te suspire como quien sopla una taza solo que a la inversa.
Justo ayer te recordaba y quizá hoy mismo también esté recordándote sin que te enterés, pues no hemos aprendido a cruzarnos la melancolía.
Deberías ser más creativo
No pude más y esta vez yo le llamé. Creo que me estoy sintiendo solo –le dije- pero sabés que es lo que más me preocupa; me he dado cuenta que estoy enamorado de mí, me la paso bien conmigo, aunque cuando me desvisto de mi propio ser, me vea en una esquina llorando tu abandono.
Soñé con vos anoche, era un sueño raro. Soñaba que te mordía las nalgas, no era una mordida agresiva, era más bien como si pellizcara tu piel sutilmente con mis dientes.
Sos un pervertido –me dijo-
No, la pervertida sos vos, vos que te aparecés en mis sueños repentinamente. Los subvertís, me provocás, me sugerís. No me dejás dormir y aun más, ni siquiera los hacés realidad. Eso es perversión.
“También soñé con vos. Soñé que cumplía tus sueños, que salía de una cueva y te embestía como una fiera que va morir de madrugadas; no sé, desde que tocamos estos temas sin estar juntos francamente me ha dado por recrear mis fantasías en un estado completamente onírico. No te alegrés, no sos exclusivo, me podría pasar con cualquiera”.
Dejáme hacerte unas fotos. Quiero comerte con la cámara, vamos, desnudate quiero ahogarme en tu origen para inspirarme, abrazá con tus pechos esta fiebre que llevo como a un sombrero. ¿Te da vergüenza? Te preocupa lo qué voy hacer con las fotos. Me las voy a comer. Cada vez que me cambie el estado de ánimo cogeré una foto y la tomaré como píldora. Como el viejo remedio que no te gusta pero que con sollozos lo vas pasando…
Estás enfermo –me dijo-
No entiendo a las mujeres. Primero se quejan de que un hombre les miente, se deprimen, van al terapeuta, comen chocolate pensando no engordar, salen con sus amigas y destrozan todo aquello que huele a recuerdo. Pero si uno dice la verdad se ponen a la defensiva, encubren su intimidad y desvían lo dicho donde se pierda en solitario.
No me reclamés, a los hombres les pasa exactamente igual.
Sí, pero estamos generalizando. Quizá sólo me refiero a vos.
En efecto, quizá seamos nosotros hablando de nosotros dos.
Al menos yo estoy conforme que seás feliz y vengás a quejarte de tu pareja conmigo, me regalés tus risas, tus llantos –y a veces- tu desnudés, tus abrazos, tus sueños… hacés que pase más tiempo en mi cuarto, lo arregle y lo desarregle. Lo acomode solo para vos. Aunque ni tomés en serio que soñé que te mordía las nalgas. Que…
Que las pellizcabas con tus dientes, como un mordisco.
¿Me pusiste atención?
“Deberías ser más creativo. Aunque no lo creás, mientras me desprendo de mí y de mis miserias para venir a estar con vos un rato, también te escucho. Y a veces te odio. Pero como me has enseñado, uno puede amar a tantas personas a la vez así como se odia en colectivo, se odia en desbandada, se ama con el mismo estilo. Ya no me causa molestia”.
Por lo menos amá en la misma proporción de la que odiás.
Tendría que amar a la mitad del mundo entonces.
Empezá por mí.
Sos un pervertido, estás enfermo y además… no has dejado de ser ingenuo.
Hay algo extraño que me impide ser vulgar
Hay algo extraño que me impide ser vulgar. Debe ser algo serio. Para que a estas alturas de mi vida me preocupe, debe ser serio. Leer a Madiedo es realmente serio. Casarse antes de cumplir los treinta años no lo es. Fumar y emborracharse es algo placentero, no lo catalogaría como algo serio. Quizá el hecho de ser vulgar es una cuestión de moda. Sin embargo nadie sabe quien inventa las modas como para reclamarle seriamente esta súbita preocupación por no ser vulgar.
Las modas las inventan personas que no tienen nada que hacer. Pero lo hacen bien. Invierten su no tener nada que hacer para que yo esté ahora preocupado. También me casaría, pero prefiero tocarle las nalgas mientras la abrazo. Pedirle que frote mi pequeño miembro, ésta deprimida cosa que no quiere salir a la luz. Esta es otra tonta forma de evitar ser vulgar.
Decir cosas sucias a su oído, podría volverse serio, siempre que no sepa explicarme. No sé si habría de explicarle algo. No le he dicho nada aún, no quiero que me arroje al suelo, tome sus cosas y se vaya para siempre. Al menos, no ahora. Eso sí que sería serio. Mejor abro la botella de vino, emborracharme y justificarlo todo por los efectos etílicos. Ahora me sonríe, creo que también es alcohólica.
Mierda. Ahora que veo sus nalgas me dieron ganas de morderlas. Qué serio. Tenerlas a unos cuantos centímetros de mi boca y no poder tocarlas. Ahora sueno como aquella vieja canción de la Sonora Dinamita. Si no hubiera algo extraño en mí que me impide ser vulgar la cantaría en este momento.
Toda esta preocupación ya se está poniendo seria. Vivir en una ciudad y no tener nada más que hacer. Agotar todas las ganas de quedarse, es serio. Decirle que se quite la ropa mientras llueve y se viene un viento frío también lo es. Penetrarla cuantas veces pueda, debería ser excitante. No lo catalogaría como algo serio. Quedarme sentado viendo cómo se va, es tan serio como esta extraña sensación que me impide ser vulgar. Quedarme escribiendo mientras bebo la última gota de vino, debe ser algo serio.
Si me quedara escribiendo y si aún quedara una gota de vino.
Es de sentido común
Hora y media, y sigo esperando. Cualquier ser humano con sentido común se hubiera largado. Pero imaginármela tendida, en eso que yo insisto en llamar cama, motiva que cada cinco minutos le siga esperando cada cinco minutos más. Y de eso ya pasó hora y media de la hora acordada. El sentido común nunca ha sido mi fuerte. Sobre todo si veo sus piernas acercarse a mí y ella diciendo “hola amor, disculpá la tardanza”. Tranquila, también acabo de llegar. Pura imaginación.
Que alguien se siente a la par mía y se queje del mundo, de lo mierda que es cada cinco minutos, no es de sentido común. Es decir, en estos tiempos es común, pero no le encuentro sentido. Prefiero estar imaginando sus menudas piernas –las de Adriana- que vienen hacia mí para que las bese de abajo hacia arriba y ella diciéndome “tranquilo cariño”. Que no pasa nada. Pura frustración.
Ver una película mientras retozamos, en eso que yo insisto en llamar cama, mientras me frota con sus pequeñas piernas para excitarme, es más de sentido común que estar ya más de hora y media esperándola y escuchando a este tipo quejarse de lo mierda que es; lo peor que yo hago una sonrisa como de tranquilo no pasa nada y el insiste en hablarme como si me importara. Puro desahogo.
Pasar dos horas sentado en un banco en el parque, imaginándome que ella llegará en cualquier momento, mientras no puedo quitarme de la cabeza aquella canción maldita de la cual nunca he aprendido la letra. Tranquilo, ya llegará. Y me digo ¿Quién? Ella o la letra de esta canción que no tiene ningún sentido. Sobre todo si junto a la canción la veo a ella bailar y yo con una erección destevuelo, no es agradable sobre todo con este tipo que está a la par quejándose ya no se de que.
Saber que está por llover; veo un mensaje en mi teléfono: “cariño, tranquilo pero llego más tarde de lo pensado. Besos”. Verme quejándome con el aparato no es de sentido común, es más lógico que le siga esperando aunque ya hayan pasado más de dos horas. Eso si es de sentido común como quien se va a cubrir de la lluvia tomando un café, cagar, fumarse un cigarro o ver una película y decirle a ella tranquila no pasa nada, si es que algún día llega para besarle las piernas de abajo hacia arriba aunque sea en esa cosa que yo insisto en llamar cama. La pura mierda del sentido común.
Vos y la lluvia
La lluvia me aparece como un acta, como un memorándum, como un listón en el diafragma; se aparece, para que evoque en mí, momentos especiales y no tanto, simpáticos y no tanto, alegres ¿Quién sabe cuánto? La lluvia me invita a dormir, para que en sueños nuestra conversación se extienda.
Por ejemplo anoche tuve un sueño digamos que surrealista (como un corto de Jodorowsky dirías): vos y yo seguíamos conversando en una especie de sofá móvil, con rueditas y banderas de muchos colores, recorriendo un puente también de muchos colores y sonidos de aplausos. Al mirarte a los ojos, me dieron ganas de darte un beso y te lo di, los aplausos sonaban en una sola algarabía. Los aplausos sonaban como a rio, como lluvia intermitente, como cuando los sueños se juntan.
Quizá no te guste que sueñe con estas cosas, quizá a mí tampoco me gusta que llueva cuando no estamos cerca. Quizá la lluvia y los sueños no quieren que te vayas y por eso irrumpen este espacio que te reservo. ¿Qué se puede hacer con estas cosas que están fuera de uno y dentro de los dos?
La lluvia lejos de tu abrazo me suena hueca y me sabe a incertidumbre; cerca de tu abrazo aunque sea fría me es excusa para tomarte de la mano y mirar tus ojos. Tus ojos me invitan a seguir soñando. Seguir soñando, me convoca a volverte a ver. Aunque ahora esta ausencia me sepa a defunción, a ultimátum, a una soga en la esperanza.
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