Erick Tomasino
Tarde para todo
No me gustan los atardeceres. Me siento como un hombre que está a punto de transformarse en bestia. Siempre fui tajante. O se es hombre o se es bestia. Esas transiciones solo se disfrutan al estilo kafkiano pero no cuando todo parece tarde para todo. A esa hora me inmuto y trato de aparentar que no pasa nada.
Iba por la vieja esquina de la panadería apurado para tomar mi primer trago. Había sido un día cansado y nada productivo como siempre. Horas y horas frente al computador y no escribir ni una sola línea y aun con el apuro –otra vez dejando todo a última hora- de enviar algo para la presentación. Llevaba las ideas como basurillas en los ojos y había olvidado mi libreta en la mesa del comedor. Como cualquier escritor de cantina haría mis apuntes en una servilleta. La última vez me robé el bolígrafo de la mesera. Si le pido uno prestado esta vez me va reclamar por el hurto. Si no me dice nada intentaré pedirle algo con qué escribir.
Estaba a solo una cuadra del bar. En momentos así es cuando me habría gustado ser alguien como Usain Bolt. Acurrucarme como si estuviera cagando y al oír el ruido de un arma correr como a quien le ponen una brasa en el culo. Suelo andar como si todo fuera tarde para todo. Pero no soy tan veloz como el rey de la velocidad. Tampoco tengo una verga de negro. Debí hacer algo con mi vida mientras pude. También para eso ya es muy tarde.
En la transición de la vieja panadería al bar te encontré. Te veías tan linda como siempre. Diría que son tus ojos pero confieso que son tus tetas de vegetariana los que me hicieron reconocerte. También se te veía apurada. Ibas con un tipo que parecía apurado, pharmacy como cuando todo parece tarde para todo. Sonreíste nerviosa al verme y yo te ofrecí una de mis muecas, esa que hago cuando quiero sonreír y no puedo porque me parece estúpido sonreír cuando no se tienen ganas. Tampoco tengo la risa honesta de un negro. He perdido buena parte de mi dentadura, nunca hice nada para salvarla. Creo que ya es demasiado tarde para ello.
Al cruzarnos nos vimos obligados a detenernos. Cuando eso pasó, sentí que ya no importaba llegar lo antes posible al bar. De todas formas ya había olvidado lo que quería escribir. Tarde. Si hubiera corrido a lo mejor lo habría recordado, pero no tengo las piernas de Usain, él seguro habría llegado a tiempo en tiempo record. Me preguntaste porqué iba tan apurado como si alguien me estuviera esperando mientras me mirabas con sospecha. Te dije que nadie me esperaba, que suelo ir como si siempre fuera tarde para todo. Sonreíste nerviosamente y yo me quedé frío mirando de reojo al tipo que te acompañaba que en ese momento parecía más apurado que nosotros dos. Sin tener nada más que decirnos nos dimos un beso en la mejilla a modo de despedida y retomamos nuestra carrera en destinos opuestos.
Cuando me di la media vuelta vi como el tipo te metía la mano en uno de los bolsillos traseros de tu pantalón para sentir tus nalgas y pensé: ¿qué haría Usain Bolt en un momento así? Quería tener las piernas de negro para correr o romperle la quijada. Pero no era Bolt. Tampoco tengo unos dientes tan blancos para reír idiotamente y aparentar en ese momento que no pasaba nada. Tampoco sabía para qué regresar y llevarte conmigo si no tengo una verga de negro y pensaba que era demasiado tarde para que lo descubrieras.
Así que resignado a no estar con vos en la transición de la tarde a la noche, esa donde siento que de un hombre voy a pasar a ser una bestia, busqué unas servilletas y pedí algo con qué escribir. Pero no puedo escribir con sentido kafkiano imaginándote lo apurada que vas cuando quieres echar un polvo y más aún cuando todo parece tarde para todo.
Al ver mi rostro la mesera me preguntó si me pasaba algo y le respondí que no pasaba nada. Traté de escribir algo pero solo podía pensar en la mano del tipo metida en el bolsillo trasero de tu pantalón tratando de sentir tus nalgas. Si en ese instante me hubieras dicho que se trataba de un sujeto hurtando tu billetera habría pensado ágilmente en una solución. Pero cuando me lo contaste ya era tarde, como cuando todo parece tarde para todo.
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