Erick Tomasino
Faltaba música
Cuando Carol apareció de nuevo en el bar, purchase teníamos un poco de miedo que el pasado nos delatara; digamos que en aquella época, ella y yo no habíamos formalizado nuestra relación. Nos tratábamos a la distancia e intentamos -no con mucha fortuna de mi parte- actuar como si de dos desconocidos se tratara.
Manteníamos contacto por correo. Eventualmente contábamos algo de nuestra vida, pero sin brindar muchos detalles, era más bien una forma de mantener la comunicación. Eso era así hasta que le propuse que viniera a visitarme. Eso nos llevó a pensar qué podríamos hacer cuando nos viéramos. La expectativa me llevó a confesarle que me apetecía tener sexo con ella. Lo dije como si fuese mi último deseo. Y ella, sin mucho problema aceptó e inmediatamente planificó su llegada.
Quedamos de vernos una tarde en un sitio a orillas del lago. Cuando se apareció la vi más hermosa de como la recordaba. Venía con su cabello suelto, como siempre suele utilizarlo y sonrió al verme. Por fin, después de tantos correos ya era tiempo de que nos encontráramos. Ha pasado mucho tiempo. Las palabras no me fluían como cuando le escribía. Eres más callado de lo que recordaba. Por eso escribo, para compensar mi silencio. Pues es una lástima, porque escribes bastante mal y si ni siquiera eres capaz de hablar, no será tan fácil que te lleve a la cama conmigo. Quedé callado y mi mirada se congeló en el menú. Había empezado con un punto sensible.
Como no reaccionaba de mi abstracción, Carol ordenó ron y algo para picar. Bebimos y aun no encontraba la manera de llegar al tema principal, es decir, proponerle que nos fuéramos de una buena vez a su hotel y materializar nuestras fantasías expresadas virtualmente.
¿Aún te gusto? –preguntó Carol sin rodeos- Mucho. Me lo imaginaba. Yo no quería conversar; pensaba que cualquier cosa que yo dijese, ella tendría una respuesta nada favorable para mi ego. ¿Has estado solo últimamente? me refiero si has estado con chicas. Es un poco raro, pero mi cama, cuando ve que me acerco con mis propias soledades, como que se arruga, como haciendo muecas de desagrado. Como que ya no le basta sólo dormir. Por eso le sugiero una acompañante para actuar como un sueño que se cumple con la piel. Ella sonrió, sin decir nada y dio un buen trago. Me sentí muy inteligente en ese momento. Por fin le dije algo para impresionarla.
El bar se iba llenando poco a poco, con lo que a mí me desagradan los lugares con mucha gente, le propuse si nos íbamos a otro sitio. “Estoy bien aquí, además parece que habrá música en vivo y tengo curiosidad de escuchar al grupo”. Con lo que a mí me desagradan los músicos que se quedan con todas las chicas, le insistí si nos íbamos de una buena vez. “Podés irte si querés, pero si deseás estar en mi cama esta noche, tenés que esforzarte un poco más”. Cuando me dijo eso, sentí como si me había puesto una cadena para atarme a la silla.
El grupo inició con su presentación. Fatal. Eran tan malos que nadie les prestaba atención, a excepción de mí, irónicamente. “Vaya, vos querías irte y parece que sos el único que está disfrutando la música”. Es que también soy músico, le recordé. “Entonces ve pensando en una canción, así me la dedicás”. Comencé a temblar de los nervios. Es que no he practicado desde hace mucho. Es una lástima, porque si te subes a cantarme una canción, haré todo lo que me pidas esta noche. Al oír eso, me puse a practicar mentalmente, pero no lograba recordar ni una tan sola canción. No es justo le dije. No se trata de justicia, sino de ganas, dijo. Seguía golpeándome. Y por más que me esforcé no me ocurrió nada. Le di un buen trago al ron. Y ella sonrió victoriosa.
Dejamos de hablar por un buen rato. El grupo invitó a uno de los chicos que estaba entre el público a que cantara algunas canciones y él, bastante animado, subió al escenario. Comenzó con su repertorio. Fatal. Ves como este si se animó, y mira su novia está feliz. Bueno, yo también estaría feliz teniendo a este chico a varios metros de distancia –balbuceé-, supongo que ella lo está por eso. No seas tonto. Esa debe ser su manera para expresarle a la chica su amor, si yo fuera, haríamos el amor cadenciosamente al son que me tocara.
Como se acabó la música y estábamos sintiéndonos ebrios, Carol por fin dijo que nos fuéramos a su hotel. Mi sonrisa sugirió lo entusiasmado que me ponía. Pero no te hagas muchas ilusiones, que a lo mejor será solo para dormir. Lo veremos ya estando ahí. Fuimos hasta el hotel y yo trataba de ir calentando la situación, pero ella estaba convencida que no habría nada esa noche, rechazaba mis intentos por besarla y yo me iba sintiendo frustrado. Llegamos y fuimos directo a su habitación. Para mi sorpresa, fue cerrando la puerta y ella se me abalanzó, quitándonos desesperadamente la ropa. Mi deseo fue aumentando y los nervios, de nuevo, querían jugarme una mala pasada. ¿Qué te pasa? ¿No que me deseabas tanto? Claro, pero verte así me pone idiota. Es que nunca cambias, ahora me tienes cerca de ti y te comportas como un adolescente virgen.
Dejé que ella tomara la iniciativa. Por fin ya estábamos desnudos sobre la cama. Carol gritaba no producto del placer que me imaginaba brindarle, sino gritos de reclamos, como que no lo estaba disfrutando y eso generaba en mí, además de desconcentración, que mi deseo se fuera disminuyendo, como recordándome una vieja llaga, tanto que terminé más pronto que de costumbre, pues me sentía desbaratado por no serle complaciente. Luego que me corrí y que no lograra excitarme de nuevo, Carol se arrojó a la cama y se cubrió con las sábanas. Tanta mierda para esto –dijo- mejor durmámonos. Estaba tan molesta que no quiso escuchar excusas y ni siquiera dejó que le abrazara.
La noche se desvaneció lentamente y como sólo quería que todo pasara, me dormí tratando de no recordar lo sucedido. Por la mañana, con mucho dolor en mi ego, traté de reivindicarme. “No hagas nada, que no estoy con ánimo de hacerlo con vos. Mejor levantémonos, te invito a desayunar y luego te vas. No fue buena idea venir a verte, no sé en qué estaba pensando cuando accedí”. Diciendo eso, nos vestimos y salimos. Me sentía incapaz de hacer algo que relajara el ambiente.
Sentados a la mesa, como si de dos desconocidos se tratara, desayunamos y Carol se despidió, le ofrecí que yo pagaría la cuenta. El silencio me otorgaba la oportunidad de no demostrar mi estupidez y vi como ella se iba alejando cual combatiente que ha destrozado a su enemigo. En ese instante, la falta de baño me produjo escozor en los testículos, disimuladamente me rasqué tratando de asegurarme que aun estaba completo. El placer que me daba me recordó una canción. Busqué dinero para cancelar. Había traído las llaves del cuarto conmigo. Di un buen trago a mi café y salí.
De nuevo Ella había aparecido y esta vez traía puestas sus gafas de sol.
Hombre todo
Te abraza y dice que se va. Promete un café diciendo pronto. ¿Desde cuándo pronto se volvió sinónimo de la eternidad? Al final se fue como todas las personas que han pasado por esta caverna. Nunca fuiste bueno poniendo retenes y las ataduras sujetan atorzonadas de hambruna tus demonios bien hechos.
Estás obsesionado con la soledad. Te preocupa más que un desalojo de empalmes. El corazón desahuciado te inyecta dosis de sollozos en los que no te permites ni siquiera abandonar tu estado de sitio. Es peor así.
El aroma del hollín de tu almohada es nauseabundo, no hay una saliva urgente que devuelva el exorcismo placentero de una mujer hecha carne. Te vuelven los escalofríos y pasas las noches en vela pensando qué será de ella que un día por la inercia innecesaria una vez te juró amor eterno.
Mientras el espejo te descifra como un cadáver danzante, rompes la última botella que quedaba y chupas angustioso los cristales de evaporada embriaguez. Adivinas hasta el último rincón de sus marañas determinando que todo ha sido un pasaje itinerante que no terminará más que con tu ausencia.
Y el resto de vos estamos tranquilos. Terminaste siendo víctima de nuestras cicatrices y de esto no tendrás marcha atrás a menos que sea para recoger tus restos. Hombre sombra. Hombre común, corneto, contacto. Hombre solo, solsticio, sol de medianoche. Hombre todo, totalitario, intolerante. Insano hombre habitante de mediocres tumbas. Tambo de combustible de gas, de cámara. Esta es tu hora. Hombre tiempo. Hombre vulgar.
Todas te abrazan diciendo un hasta luego. Prometen porvenires diciendo ya basta. ¿Cuánto de ti hace falta para entender que sos el victimario de tus insípidos finales?