Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Esto de madrugar sí que es un sacrificio, click un suplicio – expresaba uno de mis alumnos –, sale me gusta amanecer tumbado en mi cama hasta el mediodía. Qué agradable es no pensar, el tiempo no existe.
De igual manera piensan otros jóvenes y adultos en pleno siglo XXI. ¿Por qué no se levantan temprano?
Mi padre, en Cojutepeque, allá por la década de los años cincuenta, me levantaba a las cinco todos los días, sin contemplación. Pero durante los exámenes trimestrales o finales me despertaba a las tres, con el frío de mi pueblo entre las neblinas, y nos juntábamos con algunos compañeros a estudiar, arrimados a los postes, bajo las luces opacas de aquella época. Echábamos humo cerebral. A las seis finalizábamos y regresábamos a prepararnos. La primera guacalada crepitaba en mi cabeza, estaba caliente, y vaporizaba aún más con las neblinas.
–Arriba, arriba – nos decía –. «El que madruga Dios le ayuda».
A veces no quería levantarme y le respondía con una frase que había escuchado.
–«No por tanto madrugar amanece más temprano». – de inmediato me replicaba:
–«El que madrugó un talego de oro se encontró».
Para no quedarme callado le respondía.
–«Pero más madrugó el que lo perdió».
Entonces se enfadaba y nos gritaba con el cincho en la mano:
–El que manda soy yo. Arriba, arriba.
Con mi hermano Roberto dábamos un brinco de la cama para iniciar la jornada del día, con el frescor de la mañana y el tiempo suficiente. Pero eso sí, nos acostábamos a las ocho de la noche, lo más tarde. No dejaba que ya acostados estuviéramos platicando. Apagaba las luces y sonaban los grillos con su monótono cri… cri… cri…
Hoy, durante el período de exámenes, los estudiantes prefieren estudiar de noche, un día antes, para «calentar conocimientos». Algunos llegan al aula a dormirse, atolondrados, somnolientos. Han bebido café a cada rato o tomado pastillas antisomníferas. Se les ve nerviosos: por decir no dicen sí, por poner madrecita ponen mothercita, por escribir gimnasia escriben magnesia, y otras incoherencias.
En una universidad, durante las pruebas de fin de ciclo, uno de mis estudiantes se durmió sobre el pupitre. El supervisor se aprestó a despertarlo y le sugerí que lo dejara descansar.
–Pero esto es indisciplina – me dijo.
–No lo es – le repliqué –, en el reglamento no dice que dormirse sea falta. Además el joven necesita descansar un rato porque llegó a su límite de resistencia.
–Pero es mi obligación llamarle la atención – insistió.
–Si se le despierta podría caer fulminado y usted sería el responsable – le aclaré.
Lo dejamos dormir y despertó cuando finalizaba la prueba.
–¿Qué va a decidir? – me preguntó.
–Nada, has estado ausente, en otro mundo.
–Lo realizaré en el período de exámenes diferidos – dijo.
Los diputados no se quedan atrás. En las sesiones plenarias, durante la noche, toman café y beben pastillas, además de responder el celular o facebookcear, y al pasar de medianoche se convierten en madrugadores, y en un ¡zass!… aprueban algunas leyes o resoluciones. Los medios de comunicación aseveran que han dado un «madrugón». Algunos se sorprenden por lo que han aprobado, pero no hay vuelta atrás.
Los medios de comunicación deberían agradecer por estos madrugones porque les proveen temas para sus debates, entrevistas, conversatorios, «talk show», y así surgen muchos «expertos» que hablan y hablan, parecen felices con su verbalismo que con frecuencia deriva en verborrea.
En épocas anteriores, otros personajes anochecían discutiendo sus planes y después de medianoche, en la madrugada, daban algún golpe de Estado. El pueblo amanecía con otro gobierno escuchando discursos, proclamas, promesas de un futuro mejor con el reciente madrugón.
Pero no se debe olvidar que habrá que madrugar para llegar temprano al trabajo, al colegio, al aeropuerto y así tener tiempo para hablar y hablar, por supuesto que sin dialogar ni mucho menos negociar, esto está prohibido.