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La magia de la página en blanco

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador

Suplemento Tres mil

No puedo dejar de escribir en papel. Antes que encender la computadora prefiero dibujar letras en un cuaderno, discount en una hoja suelta. Así en cada momento que surge o decido comenzar a escribir. Aunque la modernidad me obligue a teclear letras y escribir viendo una pantalla, mind no dejo de sentirme vivo al mover mi mano al sujetar el lapicero mientras las letras surgen en el papel. Incluso cuando lo hacía en máquina de escribir, order aquella blanca que un ladrón hurtó de mi casa un día, junto a todas mis otras cosas a excepción de libros, y que desde entonces jamás volví a sentir los pasos de las teclas mientras se daba el génesis de la palabra. Sólo el teclado y mi mano.

Escribo viendo que no se salgan de la línea mis palabras, que las márgenes sean las que son y a veces olvidando todo eso hago: puntos, líneas, letras, garabatos, trazos rápidos para que no se escabulla la idea hasta que surja el párrafo. Emerge y vuelve a surgir hasta que la página está completa.

Me embebo en la palabra que arriba, que me llena si me satisface; que me inquieta si me resulta inconforme. A veces somos nuestros peores verdugos o demasiado benevolentes. Tendemos a fallar cuando la experiencia no es suficiente o la guía ha sido imprecisa, así de delicado es el oficio de escribir.

Luego comienza la aventura de la corrección o de la conformidad. Ambas son parte de la vida, procurando que las cosas sean completas, como si no fueran en algún momento oportuno cambiarlo todo, porque la vida es así: inconclusa.

Y en la hoja de papel el escrito se ve sometido a tachones, a círculos, enmendaduras. Se crea en él algo que no fue, algo distinto. Se crea un hibrido entre el ser y lo que debe ser. Ya no está lo espontáneo, la corrección ha llegado a generar otro escrito a partir del que fue. Quizá así como es la vida, surge al nacer y la corregimos conforme vivimos hasta que llega la muerte y no hay forma de seguir enmendando.

La benevolencia en cambio nos vuelve conformistas, nos acomodamos al primer aliento, considerando que es el idóneo. Pero en el arte de escribir no siempre lo espontáneo es lo que debe ser, se debe procurar el producto que trascienda y como no todos hemos nacido para hacer desde el principio, comienza el rumbo de corregir.

La hoja de papel es maravillosa, un universo que espera ser llenada de líneas y puntos. Quizá es parecida a la sensación que recuerdo cuando niño, el papel era mi amigo y ahí cabe todo. Aún ahora que los años van procesándose lentos sigo sintiendo lo mismo y escribir resulta el alivio de un alma, la mía.

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