Dr. Víctor M. Valle
El 30 de enero último el presidente de Estados Unidos Donald Trump pronunció en la sede del Congreso de su país el acostumbrado informe anual. El esperado discurso –que los traductores llaman Estado de la Unión- tiene una amplia audiencia en Estados Unidos y en el mundo. En el discurso se refirió otra vez a la Mara Salvatrucha (MS), como lo hizo desde el comienzo de su gobierno en enero de 2017.
La MS es utilizada por los discursos presidenciales de Trump como símbolo de la inmigración indeseable y justificación para satanizar los inmigrantes que han llegado a Estados Unidos durante los últimos decenios, sobre todo, si proceden de Centroamérica.
A estas alturas es importante tener claro que estos grupos delincuenciales, gestados en Estados Unidos en los años 80 con jóvenes inmigrantes en condiciones precarias, principalmente de El Salvador, son ahora una organización transnacional de delincuencia organizada que se dedica a todo lo que usualmente hacen las pandillas.
La Mara Salvatrucha y su gemela rival la Pandilla 18 surgieron en los años 80 en Estados Unidos, país que a lo largo de su existencia como Estado ha sido asolado por este fenómeno cuando inmigrantes vulnerables tienen problemas de adaptación y sobrevivencia. Hay películas famosas que ilustran el punto. Se debe recordar la saga de El Padrino que describe cómo inmigrantes italianos pobres devinieron poderosos capos de pandillas crueles y ambiciosas, y también la película de 2002 Pandillas de Nueva York, dirigida por Martin Scorsese con Leonardo DiCaprio, donde se presentan las pandillas de jóvenes de origen irlandés que perpetraban delitos y vandalismo a mediados del siglo XIX.
Ni los italianos ni los irlandeses en Estados Unidos son vilipendiados porque en su pasado tienen esas manchas conductuales. Es más, el actual gobernador de Nueva York Andrew Cuomo y su padre Mario Cuomo, ya fallecido, que también fue gobernador de Nueva York, son de origen italiano. Mario era hijo de italianos que emigraron a Estados Unidos en el primer cuarto del siglo XX. Los irlandeses, que en el siglo XIX tenían sus pandillas, son los ascendientes de la prominente familia Kennedy, de Boston.
Por eso es inexacto y mendaz asociar a la Mara Salvatrucha (MS) exclusivamente con todos los salvadoreños en Estados Unidos. En todo caso, la famosa pandilla, en cuyos orígenes estuvieron jóvenes salvadoreños, en Los Ángeles, California, inmigrantes en los 80 y maltratados por las circunstancias como lo fueron los italianos y los irlandeses, es ahora una organización delictiva transnacional con miembros de diversas nacionalidades y con estructuras organizadas en varios países.
Las operaciones de la MS se extienden desde su cuna-matriz Los Ángeles, California, hasta países del norte de Centroamérica, habiéndose identificado ramales en Washington D.C. y vecindario,
Nueva York y hasta en países europeos. En su evolución han entrado en negocios con organizaciones delictivas transnacionales, como los Zetas, de origen mexicano.
El Salvador y su gobierno hacen ingentes esfuerzos para enfrentar la parte que les toca –y la que no les toca- en este fenómeno de delito y violencia. Es un problema de profundas raíces sociales, económicas y culturales en el que, además, se entrelaza el antiguo e inevitable relacionamiento de las culturas de El Salvador y de los Estados Unidos de América.
Por eso, en la actualidad, funcionarios de ambos gobiernos hacen esfuerzos para tomar medidas correctivas y preventivas que disminuyan los nutrientes de esta delincuencia. El canciller Hugo Martínez, diputados de diversos partidos de El Salvador y otros dirigentes sociales se reúnen con dirigentes políticos y del gobierno de los Estados Unidos para abordar el problema teniendo como norte la protección de los salvadoreños que, por una larga cadena de circunstancias, han emigrado a los Estados Unidos y caído en irregularidades migratorias.
Los casi tres millones de salvadoreños en Estados Unidos son, mayoritariamente, gente honrada y laboriosa, que paga impuestos y tiene residencia legal. Suponiendo que haya unos 3,000 pandilleros de origen salvadoreño allá, eso representa el uno por mil del total de compatriotas viviendo en los Estados Unidos.
El fenómeno de las maras es muy complejo. Su gestación primera tiene que ver con pobreza, marginalidad, maltrato y violencias. Se deben entender las raíces del problema para abordarlas y corregir lo que haya que corregir. Se requiere buena voluntad, lucidez en la acción, visión estratégica, sentido de la historia, amor de patria y, sobre todo, solidaridad con los de abajo, que son las principales víctimas de esta violencia organizada.
Los dirigentes políticos y sociales de los países envueltos en el problema no deben tener pensamiento primitivo y simplista sobre el problema de las maras. Es necesario que entre todos los dirigentes haya altura de mira y profundidad en el análisis de los asuntos esenciales en torno a este fenómeno de violencia y delincuencia. Así se estará en el buen camino.