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La maravillosa navidad

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

Una de las épocas más esperadas del año, es la navidad. Para nosotros, situados en el corazón del trópico, este mes, reviste una especial fascinación. Fascinación por el entorno climático y místico que se aviva singularmente, como en ningún otro tiempo.

Cielos abiertos de Cuscatlán, intensamente azules, con un lujo de nubes, de atardeceres rosas, de frescas brisas y de estrelladas noches. Todo parece entonces, adquirir un brillo, un estado íntimo de felicidad y placidez. Desde luego, esta magia anual, tiene su gran conexión con el viaje solar, que hace llegar sus efluvios bienhechores a todo el orbe.

Esta es una época hermosa para abrir el corazón, para dejar que nuestro ser interno fluya en amor, amistad, perdón, y solidaridad con el otro, sobre todo, con el más necesitado.

Los romanos celebraban este solsticio de invierno con solemnes ceremonias. Para ellos, era la fiesta del “Natalis Solis Invicti” (el Nacimiento del Sol Invencible), una tradición que tomaron de los persas. La gloriosa victoria de la luz sobre la oscuridad, que luego el catolicismo convirtió en la Natividad de Jesús, situándola el 25 de diciembre. Esta es la razón por la cual, los grandes avatares, nacen en estas fechas. Así, Jesús, Buda, Krishna, Zoroastro, Mitra, Horus-Osiris y otros, vienen al mundo en esta época.

Yendo a la infancia, ¡cómo recordamos la tradición de los nacimientos instalados en la mayoría de los hogares! Milagros delicados de la alfarería de Ilobasco. Ahí el misterio de San José, la Virgen, el Niño, entre la mula y el buey; el pesebre, acolchonado con musgo, y los pastores, con sus trajes de algodón y sus cayados, apacentando decenas de ovejitas; los reyes magos sobre sus pintorescos camellos. Y luego, todo un entorno de personajes: las vendedoras del mercado; las sirenas y los patos en el espejito, o en el plateado papel que simulaba un lago, o un río; las molenderas, los guardias nacionales, la siguanaba, la banda de músicos, la gente humilde del pueblo haciendo sus compras; y el infaltable diablo, rojo y negro, blandiendo su tridente amenazador.

Importantísima era la gastronomía: no había fiebre de pavos de importación, era el “chumpe” criollo, la gallina y el lomo relleno; los ricos tamales de carne de ave y de cerdo; los tamales de azúcar; el arroz especialísimo y las ensaladas al gusto; el chocolate, el café, los refrescos, acompañados de marquesote y variado “pan dulce” en las cantarinas posadas; y, por supuesto, el ponche con piquete y las bebidas espiritosas siempre presentes.

Qué esta navidad haga posible nuestro pleno renacimiento a todo lo noble, para que así, renovados con el mayor regalo espiritual que nos trajo el Maestro Jesús – el amor que todo lo transforma-  podamos vivir en paz y en armonía, a lo largo del próximo año.

Nuestra gratitud a Diario Co Latino y al poeta y escritor Mauricio Vallejo Márquez, por un año más de Tres Mil ¡Feliz navidad y año nuevo para todos!

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Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024