Guazapa no olvida
Por: Oscar Martínez
Cada año desde la ciudad de Toronto, Canadá, Ignacio Melgar, acompañado de familiares, amistades y camaradas llegan a pie a Mirandilla, Guazapa, donde se encuentra el Monumento en donde están caladas los nombres de 176 personas, entre ellas 38 compañeras, 137 compañeros y un niño asesinado. En su mayoría pertenecientes a las Fuerzas Populares de Liberación FPL, Ejército Revolucionario del Pueblo ERP, Resistencia Nacional RN, Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos PRTC y Sociedad Civil.
Un esfuerzo sustentado en la convicción de no dejar morir la memoria histórica de quienes, en la lucha de liberación del pueblo salvadoreño, cayeron en combate o fueron capturados, torturados y asesinados por la Fuerza Armada de El Salvador (FAES); los cuerpos represivos como la Guardia Nacional, GN; Policía de Hacienda, PH; Policía Nacional, PN, y grupos paramilitares: ORDEN y Escuadrones de la Muerte.
Ignacio Melgar tiene bien presente quien fue el autor intelectual del asesinato de su hermano, y dice: “Quien fue responsable del asesinato fue el alcalde de la ciudad de Aguilares, Arnulfo artigas”. Y tiene fresca la memoria cuando comienza a mencionar los primeros asesinatos políticos: … El primer asesinado en la zona fue José Alfonso López, Apolinario Serrano, Sonaron Otmaro Escobar, Jeremías Melgar, Otmaro Acosta …y.
Ignacio Melgar cuenta que desde que preñaron la idea en 2013, con su hermano Ismael Melgar y el hijo del héroe Lucio Elías Acosta Riva, fueron días y días de caminar 5 kilómetros ida y vuelta, en terreno quebrado, abriendo caminos, luchando contra mosquitos, cansancio, sed, sudor, polvo y asoleadas de hombres y mujeres de la familia Melgar para subir los materiales: cemento, piedras, grava, placas y el busto del dirigente Lucio Elías Acosta, de las Brigadas de Trabajadores del Campo (BTC-PRTC); para construir el monumento en donde están pincelados los nombres de los mátires. La frase que antecede a los nombres, dice: “En nombre de los que ofrendaron la vida, derramaron su sangre y dieron el sacrificio para la igualdad, beneficios y los derechos sociales”, contó con la cooperación solidaria y militante de Suecia y Canadá. Es importante saber que el mantenimiento, la limpieza, cuido y las placas son responsabilidad de Ignacio; antes era responsabilidad de su hermano Ismael; pero falleció en el año 2021.
Y se siguen agregando más nombres, y hasta las cenizas de Roberto Gómez (el chuchito) están regadas en los alrededores del monumento en donde hoy todo el terreno se ha declarado una reserva Indígena. Son 50 manzanas de terreno de la familia Melgar que se convertirán en reserva indígena, en donde antes era un frente de guerra de Guazapa, entrando por el cantón Mirandilla.
Las palabras del chucho se recuerdan, aún: “las personas fueron condenadas a la muerte por predicar la palabra, por platicar con sus vecinos y transmitirle el mensaje de la necesidad de reconocerse como pueblo, de organizarse y luchar por sus justas demandas de salud, educación y un salario digno” en la medida pasaba el tiempo se fue incrementando el abuso de poder y la represión “ya no se podía respirar paz”, dando paso a la organización popular en sus mínimas expresiones para la prevención de la represión; pero la oligarquía, FAES y gobierno ya había declarado como enemigo al pueblo, ese pueblo que no tuvo otra opción que incrementar la organización popular y alzarse en armas.
La situación política y económica en El Salvador entre 1979 y 1980 fue marcada por las diferencias internas e inestabilidad política del poder dominante, violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno con el incremento de la represión: asesinatos políticos, capturas, torturas, encarcelamientos contra la oposición y el pueblo (sociedad civil); la extrema derecha política, empresarial y Alto Mando Militar implementaban sus planes de exterminación y el pueblo no tuvo otra opción que armarse para defenderse de sus agresores.
En ese tiempo un asesinato tocó y trastocó la conciencia de la comunidad nacional e internacional, en marzo de 1980, el arzobispo Óscar Romero fue asesinado por denunciar la violencia estatal, lo que profundizó la crisis, evidenciado en múltiples expresiones, entre ellas la continuidad de la represión institucional del Estado, la Fuerza Armada y paramilitares realizaron la Masacre del Río Sumpul en mayo de 1980.
Esa violencia estatal tenía a su base el fracaso del modelo agroexportador basado en el café, el algodón y la caña de azúcar que siembre enriqueció a las familias oligarcas y la mayoría del pueblo vivía en condiciones de pobreza y extrema pobreza.
El bloque de poder: gobierno, oligarquía, FAES y el gobierno de Estados Unidos estaban empantanados en una crisis, la inestabilidad política ponía en riesgo su gobernanza por medio de la represión y las soluciones militares que luego tuvieron que combinarlas con un componente político-civil.
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La situación de las organizaciones políticas militares entró a un proceso de acercamiento hasta que alcanzaron la unidad, expresado en la constitución del FMLN, el 10 de octubre de 1980, y la construcción de la más grande expresión de la unidad, expresada en el Frente Democrático Revolucionario (FDR) que aglutinaba a socialdemócratas, socialcristianos y a la izquierda marxista, que trascendió a la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM). La falta de soluciones pacíficas llevaron a la consolidación del FMLN como una fuerza insurgente, dando inicio a un conflicto que duraría hasta 1992.
Alonso Acosta, sobrino de Elías Acosta, recuerda que su tío fue capturado por la Guardia Nacional en Aguilares, el 12 de febrero de 1980, cuando desayunaba en un comedor del mercado municipal. Su cuerpo fue encontrado el día 14 del mismo mes, atado de pies y manos, metido en un saco a la orilla del embalse del Cerrón Grande (Lago Suchitlán), cerca de El Coyolito, en el municipio de Tejutla, en el departamento de Chalatenango.
La entonces presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Marianela García Villas, fue a reconocerlo e identificó que su tío Elías presentaba señales de torturas; tan brutales y salvajes. Testigos manifiestas que: “Lo hicieron caminar en vidrio de botellas quebradas, le cortaron la lengua y después le cortaron los genitales y se los metieron en la boca”. Con este asesinato se vio el odio y desprecio hacia los pobres y lo que les pasa a quienes no se doblegan, ni dan información que pusieran en peligro el proceso de la revolución.
Elías Acosta fue enterrado el día 15 de febrero de 1980, en el cementerio de Suchitoto, El compañero Elías fue organizador de campesinos; líder de la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS), y fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
El entierro de Elías Acosta se convirtió en un mitin político en el cementerio, porque Santos (quien también era de la dirección del PRTC, de seudónimo Sebastián Guevara, y que después fue comandante de zona en la guerrilla de Guazapa, y Margarita Villafranco (también destacada compañera en el frente de Guazapa, de seudónimo Verónica, dieron un discurso, lanzaron vivas y corearon consignas revolucionarias antes de enterrarlo.
Los militantes del PRTC pusieron también unas mantas rojas afuera del cementerio, eso provocó que la Guardia Nacional se dirigiera al cementerio y antes de que llegaran a donde se estaba, se tuvo que salir de allí apresurados.
Visitar cada año el monumento de los caídos en Guazapa significa transmitir la memoria histórica testimonial y requiere mucha voluntad, esfuerzo; pero ante todo disposición y convicción que la memoria histórica es un legado de los hombres y mujeres que alzaron su voz y su puño contra el opresor en el siglo XX en búsqueda de una sociedad con justicia social, libre de la explotación y la violencia política en donde la voz, los intereses, las aspiraciones y las necesidades del pueblo sea el centro de toda acción política.
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