José M. Tojeira
Ala marcha en favor de la vida, search la paz y la justicia se le dio mayor cobertura mediática antes de que se realizara que en los días posteriores. Y la mayor parte de la cobertura previa fue negativa. Sin duda alguna había medios y personas que deseaban que la marcha fuera un fracaso. La enorme afluencia de personas a la manifestación, sin duda la mayor en lo que va de siglo XXI, no se convirtió en noticia para los grandes medios, y mucho menos en objeto de comentario. Previamente se decía que estaba convocada por el gobierno, que se había elegido la fecha para apoyar a Venezuela, que el país perdía una enorme cantidad de dinero. No interesaba que la gente manifestara su deseo de paz y no violencia. Era mejor mentir al respecto.
Ahora que todo ha pasado es importante decir la verdad, ya sin ánimo de polémica. Porque la caminata ha expresado un profundo deseo del pueblo salvadoreño que no podemos despreciar ni dejar al margen. La idea de salir a la calle a expresar nuestro deseo de paz y no violencia surgió cuando en el Consejo de Seguridad y Convivencia Doña María Elena de Alfaro, presidenta de Fundemás, dijo que era una vergüenza que no nos manifestáramos en El Salvador contra la violencia. Y puso como ejemplo a Francia, que tras los atentados terroristas que causaron 15 muertes, tuvo una manifestación de un millón de personas. Nosotros en cambio, decía, tenemos 15 muertos diarios y no salimos a la calle. Tras esta intervención, la mayoría se expresó sobre la necesidad de manifestarse y se aprobó la idea. Se propuso la fecha del 16 de Febrero, y varios dijimos que era inconveniente por la cercanía a las elecciones. Se propuso entonces para el 19 de Marzo, pero Margarita Escobar dijo que dada la cercanía de las elecciones le gustaría más un poco más tarde. Yo, que estaba sentado a su lado, le pregunté si le parecía adecuada la fecha del 26 de marzo y me dijo que sí. Propuse la fecha, más de dos meses antes de la realización de la marcha, y fue aceptada. Posteriormente algunos representantes de la empresa privada expresaron su preocupación en el sentido que no se fuera a convertir la manifestación en un acto político. Manifestaron también la preocupación de los costos, tratándose de un día feriado especial. En el tema de la no manipulación política se puso un especial empeño en que no hubiera colores políticos, como en general no los hubo. Se dio todavía una duda de si no convenía atrasar de nuevo para movilizar mejor a la gente, pero al final la mayoría apoyó la fecha anteriormente fijada.
Cuando uno ha vivido este proceso, impresiona toda la serie de elucubraciones, ataques y furia contra algo que posibilitaba la expresión de mucha gente, una enorme cantidad de gente, en favor de la paz. En vez de animar la presencia del máximo posible de personas y exigir al Gobierno darle continuidad al deseo de la población, se prefirió boicotear. Si alguien politizó la marcha fueron precisamente quienes desde premisas equivocadas dijeron que no irían. Porque los que fuimos, ni gritamos consignas políticas ni expresamos otra cosa que el deseo de la población de no violencia, y el afán de que se construya una sociedad justa que frene la violencia desde la justicia social. Algo en lo que han caminado demasiado despacio los gobiernos de los últimos treinta años. Y no hablamos de los veinte años porque el camino hacia la justicia social fue lento antes de los gobiernos de ARENA y sigue siendo lento en la actualidad. Basta contemplar lo terriblemente injusto del salario mínimo actual, con todas sus desigualdades, para darse cuenta de que el bienestar económico de la población y la justicia social, fines constitucionales del Estado, no han sido tomados en serio.
Es evidente que la injusticia social, las desigualdades escandalosas, la corrupción y la debilidad de las instituciones son en buena parte la causa de la violencia imperante. Pero también tiene su proporción en el fomento de la violencia esa polarización constante frente a todo tipo de iniciativa y propuesta. Cuando el liderazgo político o empresarial es incapaz de dialogar, cuando los grandes medios son incapaces de discernir lo que es una buena idea de lo que es una mala idea, cuando no se fomenta el intercambio pacífico del pensamiento sino que se trata del modo que sea de desprestigiar al oponente, no hay que extrañarse de que la violencia aflore. Especialmente cuando además de la polarización en el debate público hay polarización entre riqueza y pobreza, entre facilidades de estudio y exclusión, entre medicina de lujo para pocos y mal trato y escasez en el servicio de salud para muchos.
La marcha del 26 de marzo mereció la pena. Nos ayudó a muchos a manifestarnos en favor de la paz. Es un reto que el gobierno actual, los gobiernos municipales y los partidos políticos no pueden ni deben olvidar. Es un deseo intensamente vivido y sentido por la gran mayoría de los salvadoreños. Un deseo que no se puede responder ni desde la mano dura ni desde la injusticia social o la debilidad de las instituciones de justicia. Cada vez es más evidente que son imprescindibles verdaderos acuerdos de desarrollo social y económico. Y que si cada partido político espera a estar en el gobierno para relanzar esos acuerdos, nunca conseguiremos gran cosa. La marcha nos dice que hay que buscar acuerdos ya. Defraudar a todo un pueblo, lo haga quien lo haga, no hará más que multiplicar la violencia.