César Ramírez
@caralvasalvador
Llegamos como cualquier otro ciudadano al sitio indicado, después de caminar algunas cuadras desoladas en ese día domingo de octubre, con un sol brillante; había pocos policías en esos espacios, excepto en el estacionamiento donde dejamos el vehículo; los policías (un hombre y una mujer) con sus teléfonos móviles discretamente nos fotografiaron, en realidad malos actores puesto que les observamos hacer zoon al auto y a nosotros, así fue en el estacionamiento; me recordé de aquella época oscura de los años setenta y ochenta, que los cuerpos de la policía política memorizaba nuestros nombres y rostros para desaparecer a muchos de nosotros, pero ahora los policías ejecutan la misma función abiertamente; en aquella época muchos policías se vestían de civil pero ejecutaban esa misión terrorista; ahora poco a poco la honorable Policía Nacional Civil de los Acuerdos de Paz se está convirtiendo en el mismo instrumento de represión de aquellos años, infunden temor a los ciudadanos, su presencia no implica confianza, ni seguridad, se están convirtiendo en las organizaciones de otros tiempos como la Policía de Hacienda, la Policía Nacional u otras que los Acuerdos de Paz eliminaron.
Nuestra función en la marcha fue un acto de solidaridad con los desaparecidos políticos y una genuina defensa de la Constitución, los derechos humanos, etc. pero creo que eso no será comprendido por el actual régimen, aunque juremos que en esencia nuestra presencia es poesía… esa poesía que habla de “los tristes más tristes del mundo”, “los indocumentados”, “los migrantes en la frontera mexicana”… de “la voz de los sin voz”… ese marco reverencial que tiene como fotografía literal a los descalzos de nuestra nación que aún en el siglo XXI siguen igual.
Bien ahí estábamos entre el pueblo llano: sindicatos, jueces, profesionales, médicos, salvadoreños del exterior, las valientes familias de los prisioneros políticos, un partido en construcción, organizaciones feministas, sectores obreros, jubilados, veteranos, demócratas, pensionados, juventudes repartiendo boletines, voces proclamando de todo, siempre pidiendo lo imposible -como en Francia de 1968- para recordar que el hambre no pasa de moda, recordé a ciertos personajes ahora convertidos en renegados de su propia historia y ellos ahora piden nuestra muerte desde sus cargos oficiales… ¡cómo les ha cambiado la vida el dinero! ¡Son mercenarios! ¡Son leales al Dictador!
Si preguntan por poesía del siglo XXI, ahí estamos en los nuevos archivos digitales policiales.
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