El sábado 18 de marzo recordamos en la comunidad chalateca de Colima a los masacrados del 17 de marzo de 1980 y también a más de un centenar de jóvenes, quienes durante los 12 años de nuestro levantamiento armado contra la Tiranía y el Imperio fueron sacados de los buses en los retenes sobre los 2 puentes de Colima y posteriormente asesinados y desaparecidos.
Colima está situada sobre la carretera Troncal del Norte, entre Aguilares y el desvío de Amayo. Las casas de sus 2 mil humildes pobladres se ubican de los dos lados de esa carretera que conduce de San Salvador a Chaltenangho.
En 1975, con la llena de la presa hidroeléctrica del Cerrón Grande, todas estas tierras fueron inundadas por las aguas del Suchitlán. Los pobladores que mal vivían de la periódica corta de caña, quedaron sin su fuente de subsistencia y fueron condenados aún más a la miseria. Sin su valor productivo la Hacienda Colima fue entregada por el Gobierno el 6 de marzo de 1980 a una cooperativa como parte de la Reforma Agraria, cuyo único objetivo fue la contrainsurgencia.
El 17 de marzo de 1980 (una semana antes de que asesinaran a Monseñor Oscar Arnulfo Romero) 200 jóvenes campesinos y campesinas sin tierra de la zona baja del cerro de Guazapa, de las comunidades de El Barío y San Rafael La Bermuda ocuparon en la madrugada simbólicamente la Hacienda Colima, ocupación prevista para 48 horas. Aunque los jóvenes milicianos de la Resistencia Nacional portaban un pistolita y dos fusiles checos, no estaban preparados para un confrontación armada. A las 9 de la mañana apereció la Policía de Hacinda y la Guardia Nacional y sin medir palabras abrieron fuego sobre los jóvenes que no ofrecieron casi resistencia: solo un guadia resultó herido. Por el bajo nivel del agua del lago Suchitlán, en esa época del año muchos de los milicianos lograron huir. Pero 22 muchachos fueron heridos por la metralla y encerrados posteriormente en un cuarto, a quienes les lanzaron granadas una vez reunidos en el cuarto. Otros 26 milicianos fueron capturados y llevados en camión al cuartel general de la Guardia Nacional, en San Salvador, de ellos solo tres regresaron, pues, les creyeron la leyenda de que habían sido llevados a la fuerza. Dos muchachas fueron salvajemente violadas.
Como en otros años, el medio centenar de asistentes, rendimos a los caídos nuestro Tributo con una profunda reconstrucción de la historia de esta región desde los tiempos de la Colonia hasta los hechos criminales del 17 de marzo del 80 (una semana antes del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero), reflexión magistralmente dirigida por el incansable compañero Padre Tilo Sánchez (él dice que “Mala hierba no muere” y ojalá que así sea.)
La música y cantos revolucionarios de los compañeros Los Jilgueros nos hicieron recordar los tiempos del Bloque Popular Revolucionario (BPR) y las homilías de nuestro Pastor Oscar Arnulfo Romero, tan distintas de los discursos de los obispos y de muchos sacerdotes del Opus Deí….
Después de un reconfortante refrigerio con café y pupusas culminamos nuestra conmemoración con una marcha de farolitos hasta el lugar de la masacre.
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