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La Masacre de Tenango

Febrero de 1983: ante el incesante bombardeo de las faldas del Cerro de Guazapa y la inminente invasión por las tropas asesinas del Batallón Atlacatl, las masas insurrectas de todos los caseríos y cantones se concentraron en El Roble en espera de la noche para atravesar la carretera que conduce de San Martín a Suchitoto.  Eran miles de mujeres, niñas y ancianos y ya la lamentaban los primeros muertos del bombardeo y varias personas heridas se cargaban en hamacas. Muchos andaban “chuñas”, compañeras embarazadas y abundantes niñas y niños tiernos. En la oscuridad de la noche, la interminable columna atravesó la carretera, huyendo hacia la zona de Radiola. Por el momento pueden romper el cerco mortal que el enemigo pretendía montar.

Cuando el Coronel Monterrosa con su jauría se da cuenta del abandono de Guazapa, empezó la persecución de la pobre gente. El día 28 de febrero en la mañana la tropa élite logró emboscar y masacrar a un primer grupo de un centenar de personas en El Plan de Tenango. Para no dejar escapar a los miles que huyeron subiendo la Cuesta de Guadalupe enfrente de Tenango, Monterrosa llamó a la  Fuerza Aérea al mando del General Bustillo: desde las 11 de la mañana al anochecer las oleadas de aviones norteamericanos A-37 descargaron sus bombas sobre la gente indefensa, convirtiendo la cuesta de Guadalupe en un infierno. En la noche los milicianos de Guadalupe y San Antonio lograron rescatar o al menos esconder a muchas personas heridas en el bombardeo. Pero en la madrugada del día 29, los asesinos de la Fuerza Armada bajaron de Tenango a rastrear la Cuesta de Guadalupe y remataron a las personas que encontraron vivas, les echaron ácido y las quemaron, poniendo en práctica lo que meses antes los instructores militares gringos les habían enseñado en la famosa Escuela de Las Américas. Ese día la Dictadura salvadoreña con su millonaria ayuda diaria del gobierno norteamericano y su entrenamiento y asesoramiento en la táctica de la “Guerra Contrainsurgente de Baja Intensidad” logró esta victoria militar: ¡Asesinar a más de 250 humildes pobladores, niñas, mujeres y ancianos, por el único delito de soñar con un mundo mejor!

Por esta “hazaña” Monterrosa y Bustillo fueron recibidos y condecorados como héroes en los salones de la alta burguesía salvadoreña y en la Embajada gringa.

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